Carta a mis amigos en Suchitoto: ¿Otra vez un pueblo fantasma?

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Los viveros de plantas de café generan 5,000 empleos directos. Foto EDH / Archivo

Por Paolo Lüers

2020-07-16 6:00:29

Queridos amigos y vecinos:

Escribo estas líneas el 15 de julio, en mi casa en San Salvador. Con tristeza y nostalgia, porque este día debería estar en Suchitoto y juntos deberíamos celebrar el aniversario de la ciudad: Levantarse con los 162 bombazos (uno por cada año) en la madrugada, tomar shuco en la plaza, desayunar donde la niña Nenita, ir a ver el desfile y luego echarse unas cervezas en el portal.

Nada de esto está pasando este año. La diáspora suchitotense, igual que nosotros, no llega, no habrá desfile, los restaurantes están cerrados…

Durante todo el tiempo de la epidemia y el cierre de las actividades turísticas, gastronómicas, culturales y comunales que hacen de Suchitoto una ciudad tan viva, he visto con nostalgia las imágenes que Nelson Melgar, uno de los fotógrafos del pueblo, publica en Facebook. Nelson camina los barrios con su cámara y los retrata en esta etapa de pueblo fantasma. 

Foto: Nelson Melgar

Sus fotos nocturnas de la cuarentena tienen una estética impactante. Transmiten una combinación de belleza y nostalgia que es muy propia de esta ciudad. Para mí, siempre ha sido así. Conocí Suchitoto en el 1981. Organizamos caravanas de periodistas para pasar por la Calle Nueva que de San Martín conduce a Suchitoto. A veces había retenes del ejército, a veces de la guerrilla. Al llegar, uno encontraba un pueblo fantasma, aislado del resto del país. Abandonado por buena parte de sus habitantes. Un comercio raquítico. Muchas casas cerradas, porque sus dueños se fueron, o porque sus habitantes se encerraron por cualquier cosa que podía pasar. 

Luego volví a visitar Suchitoto recién terminada la guerra. Todavía la gente formaba caravanas para transitar más seguros entre Suchitoto y la capital. La carretera a Aguilares todavía no estaba “desminada”. El comercio todavía era muy reducido. Aún no había ferry que conectara con Chalate. La mayoría de los “exiliados” que vivían en San Salvador o Estados Unidos todavía no se acercaban. Siempre un pueblo fantasma. Un pueblo de sobrevivientes…

En todos los años que siguieron, estos sobrevivientes llegaron lejos reconstruyendo física y anímicamente su ciudad. Algunas pocas familias regresaron, volvieron a abrir sus casas y sus negocios. Otros, como mi familia, llegamos y echamos raíces en la ciudad. Los habitantes volvieron a tomar confianza en sus vecinos, en su barrio, en su ciudad, dejaron de encerrarse en sus casas, volvieron a ser una comunidad abierta.  

Tuvo que llegar la epidemia para nuevamente encerrar a los suchitotenses en sus casas y convertir a Suchitoto nuevamente en un pueblo fantasma, como lo retrata su fotógrafo Nelson Melgar. Me cuentan que en el día ya llega la gente de los cantones para vender y comprar, aunque todo se apaga a las 5 de la tarde, normalmente la hora mágica de Suchitoto, cuando comienza a soplar la brisa desde el lago y la plaza se llena de las familias del casco urbano. Pero esto será temporal. 

Al solo sentirse un poco más segura la gente, Suchitoto será nuevamente un pueblo tranquilo, relajado, pero lleno de vida y convivencia vecinal, un lugar de encuentro y de las artes. Suchitoto pudo con el Cerrón Grande, con la guerra y con la emigración. Tampoco se rendirá ante una pinche epidemia china.

Los extraño mucho, amigos. Nos vemos luego, Paolo Lüers