En vez de carta: Doble cara, o cómo unos perfectos extraños me protegieron

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Paolo Lüers. Foto EDH/ archivo

Por Paolo Lüers

2021-02-05 3:34:45

{La siguiente no es una carta. Como ya anuncié, voy a usar el espacio de las cartas cada sábado para publicar fragmentos de memorias de un libro que tal vez nunca voy a terminar. Hoy les contaré sobre una aventura en 1987, cuando estábamos rodando el documental ‘Doble Cara’ en el Occidente del país. La película la pueden buscar en YouTube.} 

* * *

Luego de instalar a nuestro equipo de filmación en los campamentos guerrilleros (a Victoria, con la fuerza de las FPL en la zona de Masahuat; y a Javier, con la fuerza del ERP comandada por Cirilo en entre Guarnecia y Las Pavas, a la orilla del Lempa) y luego de planificar con los mandos el trabajo de filmación “clandestina” y de afinar la comunicación con los otros equipos de filmación que trabajarían desde la capital de manera “legal”, me toca regresar a San Salvador para recibir el otro crew, que venía desde Nueva York. 

Cirilo me da un grupo de 5 combatientes para escoltarme hasta la carretera Metapán-Santa Ana. Llegamos al Lempa solo para darnos cuenta que había crecido peligrosamente. En el primer intento de cruzarlo, casi se nos ahoga el jefe de la escuadra. Como soy el único que sabe nadar, me toca rescatarlo, y perdemos su fusil y una de mis cámaras. Regresamos al campamento. El día siguiente cruzamos sin problema en un vado más seguro y llegamos a la carretera tipo 2 de la mañana. “Nosotros no podemos amanecer aquí, compa. Te toca quedarte solo. Quedate escondido en este montecito. Al solo amanecer, tipo 5 de la mañana, bajan los primeros pick-ups. Salís a la carretera cuando ves al primero, lo parás y agarras viaje para Santa Ana. Te lleva a la terminal. Cuidate mucho…”

Me quedo solo a la orilla de la carretera, ya en ropa y con zapatos civiles. Escucho las voces de los guardias, que patrullan la línea del tren que cruza la carretera un poco más arriba. Estoy muerto del frío… y del miedo. ¿Qué hago si deciden patrullar la carretera? ¿Qué pasa si al pick-up lo paran en un retén? ¿Cómo explico de dónde aparecí a esta hora, en medio de la nada?

Salto a la carretera cuando veo el primer pick-up. No para. Acelera cuando me ve. Ya está aclarando, mejor regreso a mi escondite. El segundo vehículo para. La cama está llena de gente. Me subo. Todo el mundo está mirándome. Un señor se quita su sombrero y me lo pone, sin palabras. Nadie habla. Nadie pregunta. A unos kilómetros, cerca de Cutumay, el señor del sombrero me agarra del hombro y me hace agachar. Claro, soy el más alto de todos. Un elefante blanco, visible para cualquiera que nos ve pasar. Pasamos el primer retén. No nos paran. Al rato me dan señas de volver a pararme. Así pasamos tres retenes, incluso uno donde nos paran y platican con el motorista. No registran a la gente en la cama, donde me hago lo más enano posible…

Al entrar a Santa Ana, el señor del sombrero me pregunta: “¿A dónde va usted?” – “A la terminal, para agarrar bus a San Salvador.” – “No puede bajarse en la terminal, hay mucha vigilancia y si le ven bajarse del pick-up, le van a interrogar.” – “¿Y entonces, cómo hago?” – “Le voy avisar dónde bajar. Camine una cuadra para la derecha y va a encontrar un taxi. Vaya a la terminal en Taxi, y nadie le va a preguntar nada”.

Al rato el señor avisa al motorista que pare. Le doy su sombrero y me bajo. Llego a una esquina donde hay dos taxis. “Lléveme a la terminal, por fa”. – “Pero queda solo a dos cuadras…” – “Igual, lléveme, no quiero caminar”. – “Ahh, entiendo. Súbase”.

Me pregunto: ¿Qué entiende? ¿Entiende que yo no puedo llamar la atención? ¿Qué diablos han entendido los hombres y las mujeres que anduvieron conmigo en el pick-up y que cada vez que nos acercamos a un retén, hicieron una rueda para esconderme? ¿Entendieron de dónde vine en la madrugada en una zona, donde ni siquiera hay casas cerca? No sé. Nadie habló. Tampoco el taxista. Me lleva a la terminal. Me bajo. Veo soldados y policías. Me ven bajarme, les parece normal, no me dicen nada. Me subo al bus y una hora más tarde estoy en San Salvador, tomo otro taxi al Hotel Novo, donde ya me están esperando mi camarógrafo de Nueva York, mi productora y mi sonidista de Hollywood. “Welcome to beautiful El Salvador! Mañana vamos a Santa Ana, tengo arreglado una entrevista con el comandante de la Segunda Brigada”. 

Esta misma noche escucho en la radio que cerca de Masahuat hubo un enfrentamiento y murió una mujer, a la cual los soldados encontraron una mochila con una cámara de video y varios tapes. ¡Es Victoria! ¿Por qué permití que fuera con los compañeros de las FPL, cuando el plan había sido que se quedara con Cirilo y Javier? Con Cirilo hicimos todo un plan de seguridad para nuestro equipo. Yo sé lo yuca que es andar de periodista o incluso filmando en situaciones de combate, si no tenés a un combatiente entrenado para cuidarte…

“¿Siempre vamos al cuartel de Santa Ana? Tal vez mejor no”. – “Al revés, con más razón vamos a Santa Ana, para ver qué pasó”.