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A los payasos del circo en el cual Bukele ha convertido su gabinete

Por Paolo Luers
Periodista

Ilustres:

Tengo ratos de tratar de entender cómo funciona, visto desde adentro, el gabinete de gobierno de Nayib Bukele y no lo logro. Yo sé que es ingenuo suponer que el gabinete es las suma de los funcionarios más capaces y honestos que un presidente puede encontrar en el país. Siempre ha habido malos y buenos ministros.

Así que no tuve la ilusión de que alguien como Nayib Bukele tuviera la capacidad, la solvencia moral y la voluntad de romper con el pasado y componer un gabinete ideal, en el cual todos opinan, proponen, incluso critican, y en el cual el presidente es el primero entre iguales.

Pero viendo la manera en la que Bukele hace y desmonta ministros y otros funcionarios claves, sin transparencia y sin coherencia, realmente se me vuelve un misterio este gabinete. No sé cómo puede funcionar sin confianza, sin espacio de discusión, cuando lo único que prevalece es la incondicional subordinación a la figura presidencial.

Veamos uno de los últimos ejemplos: la familia Hanania. La madre, Karla Hanania de Varela, fue ministra de Educación. Luego, su hijo, Juan Carlos Bidegain Hanania, fue nombrado ministro de Gobernación, con ninguna otra calificación para el cargo que ser chero del presidente e hijo de la ministra de Educación. Es más, fue nombrado a pesar de que Guatemala dos veces ha pedido su extradición por un juicio penal de violencia familiar, incluyendo abusos violentos contra una de sus hijas. Lo que ha resuelto la justicia salvadoreña en ambas ocasiones fue negar la extradición, dando impunidad al ministro. Y Bukele lo ha dejado sentado en su silla de ministro.

Esto ya fue algo raro: Dos carteras claves y con enorme poder en las manos de madre e hijo. Huele a nepotismo. A diferencia de su hijo, Karla Hanania cumplía los requisitos formales para su cargo, aunque muchos vieron frustrados sus expectativas de que esta mujer profesional y sin trayectoria política-partidaria implementara las necesarias reformas educativas. Pero de repente, el presidente despide a la madre, sin dar una razón para esta decisión y deja en su cargo al hijo. Y el hijo, con cara de ‘a mi no me pregunten, porque sólo soy un humilde ministro’ dijo: Mi madre presentó su renuncia por problemas personales y de salud...

Mentira. Días después sale publicado en el Diario Oficial el oficio de que el presidente de la República había pedido la renuncia a la ministra. Y adivinen quién firmó este oficio a la par del presidente de la República: el ministro de Gobernación e hijo de la ministra que recibió esta patada. Luego de esto, ninguna reacción pública del hijo. Sólo podemos imaginarnos qué habrá dicho a su madre...

Viendo todo esto, podemos imaginarnos cómo funciona este gabinete, cómo son las relaciones de desconfianza, miedo, engaño y competencia en esta mesa de ministros; cómo los trata su semidiós Bukele y cómo lo aguantan los ministros... Ningún hombre, ninguna mujer que tiene la dignidad necesaria para dirigir un ministerio y hacerse responsable de políticas públicas aguantaría quedar sentado en este gabinete. Y mucho menos un hijo viendo cómo tratan a su madre.

No me entiendan mal. Soy partidario de que un buen presidente tenga el deber de revisar el desempeño de sus ministros y funcionarios, y cuando encuentra que actúan con corrupción, negligencia o incapacidad, cambiarlos por otros más idóneos. Pero ni es bueno este presidente, ni tampoco es para combatir la corrupción que está cambiando cada rato a sus ministros. Porque si fuera por su documentada corrupción que removió de su cargo al exministro de Agricultura Pablo Anliker, entonces lo hubiera denunciado ante la Fiscalía, y hubiera nombrado como sustituto a alguien altamente calificado y de probada honorabilidad. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Pablo Anliker anda tranquilo en sus negocios extraños de inundar al mercado salvadoreño con productos lácteos de dudosa procedencia nicaragüense, y a su sucesor el presidente lo tuvo que cambiar a los pocos meses, nombrando nuevamente a alguien que sólo se destaca por su lealtad incondicional y obediencia ciega a Nayib Bukele.

Me quedo con estos dos ejemplos, todo el mundo se puede los otros cambios en el gabinete e imaginarse los trasfondos. El último es en la presidencia de Bandesal, que es el instrumento clave que necesita el presidente para sus malabares financieros y su compras ilegales de Bitcoin. Cualquiera puede imaginarse las razones de mandar al carajo a un hombre tan clave como Juan Pablo Durán...

Gocen de sus privilegios, su poder y de la benevolencia de su presidente mientras duren. No será para mucho, a menos que estén dispuestos a despojarse, de una vez por todas, de su dignidad y autoestima.

Saludos, Paolo Luers

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