Carta sobre la corrupción: Hay que cortarle la cabeza

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La esposa, hijo, cuñado y novia del cuñado del preparador físico de Sonsonate. Fotos Cortesía

Por Paolo Lüers

2019-01-18 8:41:24

El gran logro de los casos contra Tony Saca y Mauricio Funes es que ya no queda duda sobre cómo y desde dónde opera la corrupción: desde Casa Presidencial. Por tanto, ya sabemos cómo combatir la corrupción: cortándole la cabeza, el centro operativo, el puesto de mando. O sea, cambiar de fondo cómo funciona Casa Presidencial.

Saca y sus lugartenientes diseñaron un sistema relativamente simple y sumamente audaz para robar cientos de millones de dólares al Estado y Mauricio Funes y sus lugartenientes (algunos siendo los mismos de la época de Saca) lo heredaron y perfeccionaron.

Lo primero que necesitas para armar esta operación es establecer la presidencia como centro único del poder gubernamental. Armar en Casa Presidencial un sobre gobierno, junto con tus lugartenientes incondicionales, dejando fuera de las decisiones y de toda capacidad de control al Consejo de Ministros.

Entonces, para desarmar el monstruo, lo primero que tiene que hacer el próximo presidente es limpiar Casa Presidencial, desmontar el sobre gobierno ahí instalado y volver a establecer la institucionalidad del Consejo de Ministros.

Lo segundo que hizo el equipo de Tony fue multiplicar los fondos reservados de Casa Presidencial – fondos que pueden gastar (y si quieren, robar) sin ninguna rendición de cuentas ni auditoría. Para multiplicar esta de por sí inmensa ‘caja negra’, establecieron un mecanismo novedoso: asignaron a los ministerios partidas infladas artificialmente. Estos fondos no eran para gastar o invertir, eran exclusivamente para reportarlas como sobrantes a Hacienda, para que Hacienda los pudiera transferir (sin autorización de la Asamblea Legislativa) a Casa Presidencial, engrosando la partida de ‘fondos reservados’. De esta manera, Tony Saca logró aumentar su ‘caja negra’ por 240 millones de dólares, sumándose a las partidas originales asignadas a Capres. De estos fondos (algo entre 300 y 350 millones de dólares) pagaron operaciones políticas clandestinas (como por ejemplo financiar la creación de GANA) y los sobresueldos. También pagaron gastos reales, como los de la Inteligencia del Estado y el resto se lo robaron y lo transfirieron a cuentas personales o de sus empresas. El mismo mecanismo, con algunas innovaciones (un montón de prestanombres) lo usó después Funes.

Entonces, lo segundo que tiene que hacer, pero con corte limpio, el próximo presidente es erradicar las asignaciones ficticias en el presupuesto, prohibir cualquier transferencia a Casa Presidencial sin aprobación de la Asamblea y erradicar el concepto de ‘fondos reservados’. Todos los gastos tienen que ser auditados, incluyendo los de Inteligencia, aunque no puedan ser públicos. Aunque estos mecanismos ya han sido revelados, el actual gobierno no los ha erradicado del todo. Esto toca al presidente que elijamos…

Todos este esquema de corrupción sistemática dirigida desde Casa Presidencial solo funcionó bajo la protección de un manto de impunidad. Nunca hubiera funcionado en las dimensiones que conocimos con una Corte de Cuentas independiente y profesional, ni tampoco con fiscales generales que no fueran parte de la trama.

Entonces, lo que el próximo gobierno tiene que promover son acuerdos políticos y legislativos para reformar la Corte de Cuentas y el Tribunal de Ética, y para fortalecer la Fiscalía General y Probidad.

Todos los candidatos a la presidencia y vicepresidencia han hablado de la corrupción. Con más o menos credibilidad han anunciado cómo piensan combatirla. Pero a la hora de firmar un compromiso contra la corrupción a invitación de docenas de universidades y organizaciones cívicas, solo las fórmulas de ARENA y VAMOS se hicieron presentes y firmaron el documento. El FMLN por lo menos mandó a Gerson Martínez, pero GANA quedó fiel a su estrategia de ausencia.

Que cada uno decida quiénes son los candidatos que de hecho están dispuestos a erradicar la corrupción cortándole la cabeza en Casa Presidencial. Con una presidencia sana, la corrupción gubernamental no funciona.

Saludos, Paolo Lüers