Carta a la Migra: Dejen de joder a la gente

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Anthony Joshua previo a un combate / Foto Por EFE/ Will Oliver

Por Paolo Lüers

2018-12-21 6:39:29

Acabo de regresar de un viaje relámpago a Europa. En una semana pasé por siete aeropuertos, y cuatro veces por migración: dos veces en Estados Unidos, donde las reglas básicas del servicio de migración son la desconfianza y el mal humor; una vez en Amsterdam, y al final para volver a entrar a mi propio país, El Salvador.

Los problemas que enfrentamos en los aeropuertos de Estado Unidos ya todos los viajeros los conocemos. Es una cuestión de paciencia y tragarse la rabia. Son inmensos ‘hubs’, donde se despachan diariamente millones de viajeros, y nunca entendí por qué someten a los que solo quieren transbordar para ir de paso a otros destinos y los someten al mismo escrutinio que los que entran a Estados Unidos. Alimentados de docenas de vuelos precedentes de todo el mundo, se forman colas interminables que avanzan a paso de tortuga. Como no había nada que hacer, y para no volverme loco, tomé los tiempos al trámite migratorio: un promedio de 2 minutos, excepto para los muchos que son escoltados a las oficinas para ser sometidos a saber qué interrogatorios.

En Amsterdam, donde uno entra a la Unión Europea, región marcada por movimientos millonarios de refugiados, buscadores de asilo político, y migrantes que buscan trabajo, solo hubo una cola de 10 metros, y el promedio del trámite de control era de menos de un minuto. De bono navideño uno recibe una sonrisa y un “Bienvenido a Amsterdam”.

En el aeropuerto de Comalapa llegué a la 1 de la mañana, y para mi sorpresa me encontré con una cola igual de larga que en Houston y, en el viaje de ida, en Atlanta. Pero como de los 18 mostradores de migración solo estaban habilitados 5, y como aquí el promedio del tramite, por razones inexplicables, es de 4 minutos, salí del aeropuerto hasta las 3 de la mañana. Y esto con suerte, porque fui de los primeros que había salido del avión para alargar la cola formada por otros vuelos anteriores. Si no, hubiera salido tal vez a las 4am…

Mientras uno avanza, centímetro por centímetro en esta cola, y mientras a uno se le sube a cólera a niveles preocupantes para la salud mental, uno se hace varias preguntas: ¿Qué diablos hacen que tarde 4 minutos para ver si uno tiene orden de captura o algún impedimento para entrar al país? ¿Por qué no compran un software a los holandeses, en vez de usar un sistema diseñado por la inteligencia cubana? ¿Y qué impide a Migración prever, para cada hora del día y de la noche, el volumen de viajeros y habilitar los mostradores que sean necesarios?

No somos un país peleando con hordas de inmigrantes que quieren buscar su suerte en El Salvador. De hecho, durante las dos horas en la cola de Comalapa a ningún viajero le fue negado la entrada, tampoco hubo detenciones. ¿Cuál es el problema que a obliga a nuestras autoridades a hacer sufrir de balde a los trasnochados viajeros y a los familiares que afuera los están esperando, por cierto en un lugar inhóspito donde nadie se puede sentar, donde no hay pantallas que avisan de la llegado o las atrasos de los aviones?

Me acordé de mi último viaje en carro a Honduras. En El Amatillo, se tardaron 2 horas para despachar a los viajeros que estaban saliendo de El Salvador. Y en el otro lado, la “Migra” hondureña solo necesitaba 20 minutos para los trámites de entrada de la misma cola de personas y vehículos. ¿Cómo no llegar a la conclusión que algo está mal con nuestro “servicio” de migración?

De hecho, nuestra Migración no funciona con una filosofía de servicio al ciudadano, sino con una de seguridad. No es casualidad que aquí la “Migra” es parte del aparato de Seguridad, adscrita al Ministerio de Seguridad, y conducida por una comisionada de la PNC. Y las consecuencias no solo las sufrimos nosotros, sino igualmente los turistas y los que llegan al país por negocios o inversiones. Esto es una de las primeras cosas que habrá que cambiar el nuevo gobierno.

Saludos, Paolo Lüers

Posdata: Lo aquí escrito no va contra los agentes de migración, igual de fatigados y frustrados que los viajeros, sino contra los burócratas que tan mal administran este servicio.