La dura batalla de un joven comerciante que busca volver a recuperar su vista en Coatepeque

Padre de dos niñas, este vendedor del mercado de Santa Ana adquirió deuda para no perder la vista y pidió apoyo al ministerio de Salud, sin respuesta.

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“El médico que estaba en la entrada me dijo que si quería una cita tenía que esperar de seis meses a un año. En ese momento comenzaba el problema en mis ojos. Ya de un solo me desilusionaron”, dice René.Foto EDH/ Yessica Hompanera

Por Yessica Hompanera

2021-06-19 2:14:05

Fue en 2017 cuando René Rivas llegó al hospital San Juan de Dios de Santa Ana, para pedir auxilio. Afligido, solicitó que lo atendieran porque uno de sus ojos estaba por nublarse. En lugar de encontrar una esperanza, recibió una cita muy tardada y un “aquí nunca vas a encontrar un trasplante de córnea”.

“El médico que estaba en la entrada me dijo que si quería una cita tenía que esperar de seis meses a un año. En ese momento comenzaba el problema en mis ojos. Ya de un solo me desilusionaron”, dice René mientras despliega una sonrisa como quien se resigna a su realidad. Tiene 32 años y es comerciante de verduras en el mercado de Santa Ana. Su vida cambió luego de que sus ojos se comenzaron a nublar hasta tener un 30% de visión. Primero fue el derecho y, con los años, su ojo izquierdo.

Lo que observó alguna vez en colores vivaces se tornaron blanquecinos y desenfocados. Su mayor temor es no volver a ver el rostro de su esposa Raquel y sus dos hijas, Hazel (de 9 años) y Gabriela (de cuatro meses), con quienes vive en la colonia Bendición de Dios del caserío Concepción en Coatepeque, Santa Ana. Un lugar con problemas de acceso, ya que hay calles que no cuentan con pavimentación y con un solo autobús que los saca hacia la ciudad.

Su mayor anhelo es recuperar la vista para volver a ver su familia y realizar las actividades de su cotidianidad con normalidad. Si desea ayudar, puede llamar al 6119 9449. Foto EDH/ Yessica Hompanera

En diciembre de 2019, René y su esposa iban en una motocicleta cuando se accidentaron. Y a pesar de no resultar con lesiones en el cuerpo, esto provocó que la condición en su ojo derecho se complicara. En su desesperación, visitó a un médico privado en Santa Ana, que le recomendó que la única solución para recuperar la vista era a través de un trasplante de córnea, pero tendría que viajar hasta Guatemala porque en El Salvador no existe ningún banco de órganos o tejidos para operarlo inmediatamente.

“Me llamaron y me dijeron que tenía que estar allá. Alistamos las maletas con mi esposa y un amigo nos llevó en su carro, porque no teníamos tiempo para irnos en bus. No hallábamos cómo hacer y dejamos toda la venta” en el mercado, explica.

La familia de René subsiste de las ganancias que genera con la venta de verduras en el mercado central de Santa Ana, pero la pandemia y el incendio en las cercanías provocó un impacto negativo en los ingresos. Foto EDH/ Yessica Hompanera

En su desesperación decidió con su esposa adquirir un préstamo y vender su motocicleta para pagar la operación, que costó $3,000. El 20 de marzo de 2019 recibió una llamada en la que le notificaron del vecino país que su nueva córnea estaba lista y que tenía que ir de urgencia para operarlo al día siguiente. Pasados 15 días todo resultaba bien para René, volvió a observar a su familia y se desenvolvía mejor en su trabajo del mercado. Era feliz y con mayor empeño realizaba sus actividades.

René tiene que gastar un aproximado de $80 para comprar gotas para sus ojos, esto implica otro gasto más para la familia. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Pero todo cambio en junio de 2020, cuando su cuerpo comenzó a rechazar el trasplante de su ojo derecho y se quedó sin visión. Posteriormente su ojo izquierdo, aún sano, comenzó a llenarse de una capa blanca. “Observé bien por un año, pero el cuerpo solo se estaba adecuando. Un doctor al que visité hace poco en San Salvador me dijo que mi ojo rechazó el trasplante y ahora este otro también. Es buen billete y no puedo seguir endeudándome”, señala consternado.

Una ley que no se concreta

La Asamblea Legislativa aprobó, en junio de 2020, una ley de trasplantes de órganos y tejidos, sin embargo no existe un marco normativo que dicte la regularización. El oftalmólogo Alejandro Candray asegura que en el país existe un avance por la aprobación, pero la ejecución impide que muchos pacientes como René tengan que viajar a otros países para acceder a la salud o simplemente resignarse a vivir sin observar el mundo.

“Estos tejidos (la córnea) se importan de Estados Unidos. El peligro que se tiene con la importación de tejido es que necesita refrigerado y se tiene un tiempo específico en el que este se tiene que transportar y eventualmente implantar”, comenta el especialista. Las córneas son escasas y se extraen de pacientes ya fallecidos. La córnea es una membrana transparente del ojo y su función es controlar el enfoque y la entrada de la luz.

A pesar de conocer los entornos de su vivienda no se atreve a salir solo a la calle. Tiene que ir acompañado para evitar cualquier accidente. Foto EDH/ Yessica Hompanera

El doctor Candray explica que la vista en una persona en la conexión con el mundo y que el ojo es un órgano valioso para cualquier persona. Perderlo genera un choque emocional que cambia la vida de cualquier persona y sobre todo si la perdió de forma paulatina.

“Si yo no estuviera preparado psicológicamente la pasaría muy mal. Esto es algo muy duro. Porque yo estoy acostumbrado a trabajar, a divertirme y pasar tiempo con mi familia; ahora, de repente, he dejado de hacer algunas cosas. Hay días en los que sí me siento mal, pero trato de concentrarme y no pensar en la situación. Dios me da fortaleza”, comenta.

René posa con su esposa Raquel y Hazel. El padecimiento de René logró afectar la vida cotidiana que tenía, ya que ahora depende de otras personas para actividades que antes le parecían fáciles. Foto EDH/ Yessica Hompanera

“Le pedí ayuda al ministro de Salud, Francisco Alabí, pero nunca me respondió. Le escribí (a sus redes sociales) que tenía problema en la córnea y que vendía en el mercado. Le conté todo y nada; si le mandé unos 20 mensajes fueron pocos y me aburrí de que no recibir respuesta”, señala con consternación.

El padecimiento de René logró afectar la vida cotidiana que tenía, ya que ahora depende de otras personas para actividades que antes le parecían fáciles. “A veces me cuenta hacerme a la idea porque con eso de ayudarle a las tareas de mi niña me cuesta”, comenta. René tiene la esperanza de volver a ver el mundo y tener la vida que gozaba antes. Si desea ayudar, puede llamar al 6119 9449