Desafortunadamente vivimos en un país donde la educación financiera personal es casi nula para la gran mayoría, por ende nuestra relación con el dinero resulta ser vulnerable e incluso no saludable. Varias décadas atrás no existía la disponibilidad y el acceso al crédito como hoy. Generaciones de padres y madres de familias de antes de este siglo consumían lo que les permitía su ingreso, en pocas palabras “si había se podía” y “si no había no se podía y punto”. No cabe duda que las opciones y el panorama eran más sencillos.
¿Cómo comienza la historia de hoy en día? Todos hemos adquirido deudas en algún punto de nuestra vida ya sea para solventar alguna situación en particular o porque se presentó la oportunidad sin ningún esfuerzo, como cuando te dan una tarjeta de crédito al abrir una cuenta de ahorro de parte de la empresa donde comienzas a trabajar para que te paguen. Casi nadie se endeuda con la plena conciencia de que cualquier crédito que firma significa que está comprometiendo sus ingresos del futuro y el futuro es sumamente volátil. Nadie puede asegurarnos que siempre tendremos la misma cantidad de ingresos o más, pero la vida nos enfrenta a cambios repentinos fuera de nuestro control y es allí donde la deuda llega a convertirse en un verdadero disparador de la crisis económica en casa.
Pero estamos inmersos en un contexto global consumista donde diariamente se producen nuevos productos que todos deseamos adquirir, basta con citar el arcoíris de opciones en celulares de última generación. A esto habría que añadirle la apretada economía local con precios altos en productos de consumo básico y un estancamiento de los salarios que ciertamente no van al ritmo de todo lo que sube de precio. Sin embargo existe una norma común a todos, tenemos problemas con el gasto en esta generación y las que vienen. Es trillado decir que gastamos más de lo que ganamos y hasta lo repetimos a diario en nuestro pensamiento quizá, donde nadie puede escucharnos. Pero el problema es más grave porque en realidad todo lo que gastamos y adquirimos lo hacemos por medio del crédito, así llegamos al punto en el que nuestro gasto viene determinado por la capacidad de endeudamiento que tenemos.
Entre más deuda podemos adquirir en base al salario, más gastamos, más consumimos. Financiamos toda nuestra forma de vida, vivimos del crédito, no sabemos ni conocemos la vida de contado de nuestras generaciones anteriores y por las cantidades de intereses y recargos que pagamos en la vida al crédito resultamos viviendo más caro y con más inflación de la que ya existe. Y este fenómeno se repite una y otra vez en todos los estratos sociales y económicos. Así como es el tamaño del ingreso será el tamaño de las deudas. En conclusión, no es un problema de ingresos bajos sino un serio problema de gasto y del buen uso del dinero.
Como aditivo de la mezcla debemos saber que los productos financieros con las más altas tasas de interés son los que van destinados precisamente al consumo y son los productos más ampliamente publicitados y vendidos mundialmente porque la dependencia que producen en el deudor significa un pago permanente de intereses y recargos que luego se traduce en altos márgenes de ganancias para los acreedores.
Las personas con ausencia de educación financiera son las más propensas a caer en este círculo vicioso de endeudamiento. Viven gastando todo lo que ganan, no ahorran nunca, utilizan productos financieros con altísimas tasas de interés, no planifican su futuro, viven un estrés financiero permanente que puede llegar a ocasionar enfermedades graves, desintegración y maltrato familiar y hasta la muerte. ¿Le suena bastante familiar? Entonces en tiempo de tomar la decisión de cambiar el rumbo actual y buscar toda la ayuda posible para alcanzar su libertad financiera y llegar a una verdadera mejora en su calidad de vida y la de sus seres queridos.
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