Cuando en las primeras semanas de noviembre de 2021 el precio del Bitcoin rozó los $69,000 (su valor más alto hasta la fecha), los pronósticos de que golpeara los $100,000 aumentaron aún más en ese mercado que se basa, sobre todo, en la especulación.
Sin embargo, desde ese mismo mes de noviembre, el precio del criptoactivo ha ido cayendo cada vez más, llegando a niveles más cercanos a los $30,000 que a los $40,000, apagando cada vez más la esperanza de los criptoentusiastas.
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En un artículo publicado ayer, el medio especializado en economía Bloomberg analiza cuáles son los posibles motivos que han vuelto incierta esa posibilidad, misma que los principales promotores de la criptomoneda aseguraban que se alcanzaría antes del propio 31 de diciembre del año pasado.
Según el medio estadounidense, desde noviembre a la fecha, el Bitcoin ha perdido poco más del 40% de su capitalización con respecto al máximo histórico alcanzado en noviembre, un dato que refleja que ese criptoactivo no funciona como refugio ante las crisis económicas, debido a su naturaleza volátil.
En ese sentido, señala que situaciones como la invasión de Rusia a Ucrania y la posibilidad de que la Reserva Federal de Estados Unidos dé por terminada la época de liquidez que se originó por los enormes paquetes de estímulos por el covid-19 también han generado presión en el mercado de las criptomonedas.
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Además, hace énfasis en que el 2022 ha sido un año particularmente malo para el rendimiento del Bitcoin. "(El bajo precio) del bitcoin supone una ligera decepción, ya que febrero es históricamente conocido por ser uno de los meses con mejor rendimiento del año”, dice un análisis de la empresa de criptomonedas Kraken citado por Bloomberg.
Ese mismo análisis sostiene que febrero de 2022 ha sido el cuarto peor febrero para la criptomoneda desde el año 2011 en términos de desempeño y crecimiento.
Otro punto que señala el medio especializado es que Bitcoin cada vez está más correlacionado con los activos tradicionales, razón por la cual no ha podido sacar ventaja en un contexto de inflación generalizada y de crisis mundial, provocada por el encarecimiento de la logística en la cadena global de suministros y por la propia guerra en Ucrania.