Hace tres años un bosque cafetalero ubicado en la zona más alta de la sierra Cacahuatique, en la zona norte del departamento de Morazán, estaba bajo amenaza. Problemas con la roya, suelos secos y baja productividad eran el dolor de cabeza de los caficultores, quienes incluso tenían que comprar a productores de San Miguel para participar en el mercado local, sin ambición de exportar.
Pero esta situación cambió cuando los productores agrupados en la cooperativa San Carlos Dos, del municipio de Osicala, empezaron a cambiar todos los paradigmas y procesos de la cadena de café, desde la siembra y manejo del árbol, la recolección del grano, las formas de lavado y secado y los diferentes tuestes para lograr en la taza buen sabor, dulzura, acidez equilibrada y cuerpo, entre otras características.
Antes de que esto sucediera los productores habían descuidado un factor fundamental, según lo reconoce el presidente de la cooperativa, Israel Márquez: el buen manejo de agua, tanto para mantener con buena humedad al cafeto como para realizar procesos sostenibles de lavado, lo cual favorece la productividad y el rendimiento cuando se va a negociar y exportar el grano.
“El proceso que antes se hacía no tomaba en cuenta aspectos de sostenibilidad y con el paso de los años la roya nos afectó de manera muy significativa hasta que empezamos a capacitarnos, a conocer las nuevas técnicas y a aprovechar mejor el área de infiltración de agua para recuperar los cafetales y no ser tan impactados por las sequías y el cambio climático, así fue que nos volvimos más productivos y hemos podido entrar a mercados internacionales”, explicó Márquez.
El primer paso fue contar con fosas de conservación de agua que, según Milton Luna, de la organización Acugolfo, que da apoyo técnico a la cooperativa, ayuda a que en el invierno el agua se filtre a bajo ritmo para mejorar la temperatura del suelo, además de dar acceso a agua a más de 11 mil personas en los cantones y caseríos cercanos.