El auge de la impresión 3D (en tercera dimensión) ha planteado cambios trascendentales en la forma en que se fabrican diversos productos alrededor del mundo, logrando que las cadenas de producción den un giro de 180 grados, por ejemplo, ya no hace falta tener grandes volúmenes de inventarios, además la espera para que lleguen los productos o la materia prima desde el exterior se ha reducido a cero, y los costos logísticos han caido a niveles inimaginables.
Pero, ¿cómo es posible esto? Con la impresión 3D el ingrediente principal que necesita el fabricante es la materia prima con la que elaborará lo que ha diseñado en su computadora. Una vez que se ha diseñado una prótesis, unos zapatos tenis, una placa dental o incluso una glándula tiroides de un ratón, que pronto será replicable para órganos humanos, se introducen los ingredientes en la impresora y esta comienza a construir (imprimir) el objeto físico que se visualiza en la computadora.
Aquí la impresora 3D utiliza el método de adición o superposición de capas sucesivas del material seleccionado hasta elaborar el producto deseado. Dichos materiales pueden ir desde polímeros con los que se hacen muchos productos plásticos, resinas y pronto tejido humanos con el cual se podrán crear órganos vitales.
Un informe de la consultora McKinsey estima que la impresión 3D en la industria alcanzará los 250,000 millones de dólares en 2025. El mayor potencial se concentrará en los sectores de defensa, automoción, medicina, tecnología aeroespacial y bienes de consumo.
Asimismo se calcula que existen más de 500,000 equipos de impresión 3D en el mundo, en comparación con los 388 que había en 2008. Por otra parte, el 44 % de las pequeñas y medianas empresas europeas ya han invertido en impresión 3D, y un 30% adicional planea invertir en esta tecnología los próximos dos años.