Yeimy Orellana, la inquilina más joven del hogar de ancianos de Ahuachapán

Abandonada por su madre y con discapacidad, ella lleva un mensaje esperanzador.

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Foto EDH/ Cristian Díaz

Por Cristian Díaz

2018-11-21 10:02:34

Durante su adolescencia, Yeimy Carolina Orellana trató de suicidarse en tres ocasiones. Se sentía agobiada por saber que su madre intentó abortarla y que, posiblemente, eso habría sido el motivo de sus problemas físicos, además de que a los tres meses de venir al mundo fue regalada a su abuela materna.

Así pretendía terminar con un ciclo de sufrimiento, que incluyó golpes, limitación en su alimentación y vivir en un rancho de varas de bambú donde, incluso, su abuela no quiso ponerla a estudiar a causa de sus dificultades físicas, pese al deseo de superación del que Yeimy estaba llena.

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Yeimi Orellana vive en el Hogar de Ancianos Llanos Magaña, de Ahuachapán, es la más joven de los internos. Su vida ha estado marcada por dificultades, como el intento de su madre por abortarla, daños en la columna y vivir en la pobreza con su abuela. A pesar de esto ahora lleva un mensaje de esperanza a los jóvenes.

Entre los 12 y 16 años intentó, por diversas formas, quitarse la vida; pero siempre apareció una persona que la asistió y ayudó a comprender que su condición tenía un propósito en la vida: ayudar a otros y, con su testimonio de superación, animar a quien pasa por momentos difíciles.

 

Ahora, ella es un testimonio de vida dentro del Hogar de Ancianos Llanos Magaña, de Ahuachapán.

Yeimy, ahora de 33 años, relató que la primera ocasión que intentó lastimarse terminó en el hospital. En otro de los episodios suicidas fue a un río cercano a su vivienda, en el caserío San Luis La Planta, cantón Nancintepeque, en Santa Ana, al cual llegó con una prima, quien por unos instantes la dejó sola en la orilla del afluente.

En ese momento comenzó a pensar sobre las adversidades que enfrentaba. Con dificultades llegó al caudal y se lanzó. Una mujer que daba de beber agua a un ganado vio a Yeimy y corrió a sacarle del agua para evitar que se ahogara.

También ha intentado lesionarse, pero fue un amigo quien le ayudó a desistir de ello. “Me dijo: ‘Seguí adelante, Dios te va a preparar otro camino, con hacer eso no vas a remediar nada, ya el daño está hecho, lo único que tenés que hacer es seguir adelante, sos inteligente, más que nosotros’”, relató.

Días después, hubo personas que comenzaron a hablarle “de las cosas de Dios”, con quien no tenía comunicación en ese entonces.

Foto EDH/ Cristian Díaz


Duras experiencias

Cuando la madre de Yeimy se enteró de que estaba embarazada, intentó abortarla, por razones que hasta hoy desconoce. También se colocaba una faja alrededor de su estómago, lo que, aparentemente, provocó daños en la columna de la bebé.

Por los daños en su columna Yeimy no puede sentarse de forma erguida y únicamente tiene pequeños movimientos en las manos y cabeza.

Su madre también pretendió regalarla, pero, al no concretar esa idea, decidió que sería mejor lanzarla a un sanitario. Cuando la abuela se enteró de todo eso, pidió que le dejaran criar a la nieta. Yeimy tenía tres meses de vida.

“Mi abuelita tenía que trabajar porque era una familia muy pobre y tenían un rancho de varas de bambú. Nos dejaba encerrados a mí y a mi hermano, porque iba a trabajar, no pasaba con nosotros”, contó.

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Yeimy es la cuarta de siete hermanos y la única mujer. Cuatro de sus hermanos fallecieron cuando aún estaban pequeños y uno más fue entregado a otra familia que lo acogió.

Por la avanzada edad de la abuela, ya no podía brindar las atenciones que la nieta necesitaba. Además, la anciana se ponía de mal humor por los diversos problemas que enfrentaba.

Cuando Yeimy le pedía que la enviara a la escuela porque quería aprender a leer y a escribir para alcanzar su sueño de ser doctora, la respuesta que recibía era que lo que pretendía era escribirle cartas a algún novio.

“No tenía fe en mí, mi abuelita. Decía que por mi situación ‘para qué vas a estudiar, de todos modos no servís para nada, no podés ni trabajar para decir que por eso vas a estudiar’”, recordó.

Pero a los 11 años y, a escondidas de la anciana, le pidió a un amigo que le enseñara las vocales, hasta aprender a leer y escribir en un periodo de tres meses.

Con ayuda, Yeimy le hizo una carta a su madre, que para entonces vivía en Acajutla, Sonsonate, en donde le pedía que le proporcionara lo necesario para ir a la escuela.

Pero la abuela, de nuevo, impidió que asistiera a estudiar.

Por la pobreza y la falta de apoyo de su familia, la joven le pidió a una amiga que le buscara un lugar donde estar, siendo internada, hace 15 años, en el Hogar de Ancianos Llanos Magaña de Ahuachapán.

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Aunque este lugar es principalmente para albergar a personas de la tercera edad, la joven fue recibida por su condición física y de abandono, explicó la directora del hogar, sor Elsa Gloria González.

Yeimy es la más joven de los 70 internos con los que cuenta el asilo. En el hogar pasa su tiempo, principalmente, escuchando música, observando televisión, maquillándose, decolorando uñas, elaborando rosarios y tarjetas y ayudando a las religiosas cuando se les desconfigura el celular.

Le gusta conversar con los ancianos, quienes le relatan las historias experimentadas de jóvenes y, en ocasiones, hasta les corta el cabello, con ayuda de alguien más.

Todo lo ha aprendido observando, pues una de sus mayores cualidades es la inteligencia y la soltura al hablar, sin ningún complejo.

Para movilizarse lo hace con ayuda de una especie de coche metálico con ruedas que personas altruistas le construyeron de acuerdo a sus necesidades, pues tuvo una silla de ruedas que no pudo utilizar. Ahora, en ese coche, ella puede trasladarse con ayuda de las asistentes que hay en el recinto.

Ayudar a otros

Aunque ya había mostrado su vocación de ayudar, las palabras que su amigo le dijo hace más de 15 años volvieron a su mente en 2017, cuando una institución educativa le solicitó dar charlas motivacionales a estudiantes y padres de familia. Ese año asistió a siete escuelas.

La joven recordó que cuando dio la primera charla sintió mucho temor; pero en su interior percibió la necesidad de hacerlo para que, a través de su testimonio de vida, los jóvenes pudieran tomar mejores decisiones.

“Lo que hago es orar y pedirle paciencia; que me aumente la fe, inteligencia y sabiduría, para seguir en esta misión. Siento que Dios me ha enviado para que las personas, a través de mí, se motiven, tengan un ejemplo de vida y sigan adelante”, explicó la joven al ser consultada sobre cuál es el motivo para ser una persona alegre y dispuesta siempre a dar un consejo a los demás.

La directora del Hogar, sor Elsa Gloria González, expresó que algunas personas podrían pensar que Carito, como le dice con cariño, pudiera entrar en una etapa de depresión por su condición y ser de las más jóvenes del lugar; sin embargo es lo contrario.

“En el Hogar ha encontrado amor, acogida, un ambiente especial que les apoya. La estuvieron llevando para que les hablara a los estudiantes, como una figura de estabilidad emocional, de una mujer de fe y sobre todo la manera de cómo ella asume su problemática, su realidad, sobre todo familiar y su estado también vulnerable que no es fácil de asumir, ya que está en buenas condiciones sicológicas, es muy inteligente, expuso la religiosa.

La clave de su paz interior es la fe y el perdón. “A pesar de que le sufrí a mi abuelita, es la que más quiero”, relató la joven con lágrimas en el rostro. La abuela ahora tiene 96 años y está en cama debido a un fractura.