Ventura, el usuluteco de 88 años que recorre las calles de San Salvador para reparar zapatos

Ventura Galindo cose los zapatos no con máquina, sino con un punzón. “Uso hilo del mejor”, asegura.

Oriundo de San Buenaventura, en Usulután, el otoño de su vida transcurre por las calles de San Marcos y San Salvador, por las que a gritos, con su voz gastada por sus décadas, ofrece lo que dice le ha dado de comer. “¡Se reparan zapatos, se reparan zapatos!”.

Por Rafael Cerna

2019-06-26 2:29:51

Ventura Galindo aprendió tres oficios en su vida: el de panadero, el de colchonero y el de zapatero. Ahora, a sus 88 años, vive del que más le gustó, el de reparar zapatos.

Oriundo de San Buenaventura, en Usulután, el otoño de su vida transcurre por las calles de San Marcos y San Salvador, por las que a gritos, con su voz gastada por sus décadas, ofrece lo que dice le ha dado de comer. “¡Se reparan zapatos, se reparan zapatos!”.

En su vieja mochila negra lleva todo lo que requiere para devolverle vida al calzado: suela de hule, de cuero, tacones, clavos, punzón, cuchilla, pega, una pata de mico, pasta negra y café, hilo para zurcir y una candela con la que enseba el cordel con el que remienda el calzado.

“Mi señora me dice que no salga, pero no tenemos ayuda. Lo poco que nos dan los hijos de ella no nos alcanza y tenemos que trabajar para comer”, contó mientras cosía un par de alpargatas.

La historia de amor con su esposa lleva más de 45 años. Él la conoció en San Marcos Lempa mientras repartía el pan en una bicicleta. Ella, María Rivera, 19 años menor que él, vendía en la zona. Había enviudado y tenía hijos.
“Pasaron seis meses para que estuviéramos juntos. Ella me dijo: ‘soy viuda y tengo hijos’; le contesté: ‘cuando uno quiere a la gallina también quiere a los pollitos”, recordó Ventura.

Se juntaron y después se casaron. Ahora viven en la 10 de Octubre, en San Marcos, en una pequeña casa.

Él venía de una decepción amorosa, dijo. Su mujer lo traicionó y él la dejó. Con su expareja tuvo dos hijos a los que no ha vuelto a ver. Su exmujer murió durante la guerra. Según recordó, ella se juntó con un guerrillero. El ejército primero mató a la mujer y después al hombre. Sus hijos culparon de todo a Ventura y se alejaron.

Pero eso es el pasado. A este señor le interesa el hoy y un poquito el mañana. “Estoy viejo, pero sano”, sostuvo.

No sabe cuántos kilómetros camina a diario. “Comienzo por la Bello San Juan, paso por la California y después San Jacinto. A veces solo gano dos pesos, pero en otras me defiendo. El Señor no me abandona”, relató.

Nada lo detiene

Hace un par de años, mientras caminaba por la carretera, un carro lo atropelló. Se fracturó del brazo izquierdo. Lo atendieron, pero el hueso encalló mal y quedó con una deformidad en su extremidad.

“Esto no me detiene (y muestra su lesión)”, dijo.

Una de las personas que lo esperan en San Jacinto es Gloria Martínez. Aunque los zapatos estén bien, le pide se los repare. Es para ayudarle. Él le sonríe.

Ventura termina el trabajo. Guarda sus cosas, se echa la mochila al hombro y sigue su camino. “¡Se repara calzado!”. Allí va Ventura, el de los 88 años.