Vecinos celebran el cumpleaños 100 de María Alicia

La anciana vivió en la época del tren, el surgimiento de la televisión y de las atoladas. En su colonia se han organizado para festejarla; ella no tiene familia propia, pero sus vecinos la aman.

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Por Karen Salguero

2018-03-22 10:14:57

A menos de una semana de cumplir los 100 años, María Alicia Reina sigue disfrutando sus días, como aquellos años en que los bailes de salón, las orquestas y las atoladas eran los festejos del momento. Ahora, celebrará un siglo de vida, en compañía de vecinos, que le han organizado una fiesta porque se han encariñado con la anciana y su peculiar alegría.

María Alicia vivió en la época del tren, el surgimiento de la televisión y de los tocadiscos. Y lo que nunca cambió para ella fue su aprendizaje en la costura. “No me pregunten cuantos años tengo, porque no me acuerdo”, expresó en son de broma, ya que para ella su a edad es sólo una excusa más para seguir deleitándose de los placeres de la vida.

La centenaria mujer residió la mitad de su vida en Chalchuapa, es una santaneca de corazón; sin embargo, las circunstancias hicieron que se mudara a la capital.

María Alicia vive en una modesta casa ubicada la norte de la capital. Su sala luce como una exposición de muñecas y de cuadros religiosos. Ella es amante de las muñecas de tela y le gusta rodearse de las cosas que le generan una energía positiva.

Su historia comenzó hace casi 100 años atrás, cuando nació y creció entre sembradillos, plantaciones y una vida relajada de campo. Su padre, Salvador Reina, era propietario de unas finca en la parcela los Ángeles, siempre en Chalchuapa.

 

 

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Su madre, María Morales, se dedicó al cuido de ella y de sus cinco hermanos. María Alicia es la cuarta hija.

“Tuve la bendición de nacer en un hogar lleno de amor” expresó la anciana, que aseguró que nunca le faltó nada, ni el cariño, ni las comodidades de un hogar.

Su padre, era un hombre duro, exigente y muy conservador. Una característica habitual de los padres en aquellos tiempos.

Para María Alicia, una de las cosas que más han cambiado es la educación. Con risa recordó, cuando tenía cinco años, su padre la encontró jugando pelota en el patio de su casa, ese encuentro le implicó un castigo de todo el día. Salvador esparció maíz por todo el patio y ella tuvo que recoger hasta el último grano.

“Se me hizo la noche y yo seguía recogiendo maíz, y eso que mi mamá me ayudó”, comentó riéndose. Su padre le enseñó el valor del trabajo y de emplear cada hora del día, en ello, de lo contrario “era desperdiciar el tiempo”.

Sus pasatiempos favoritos eran los labores de la casa, estudiar en el colegio María Auxiliadora y tejer.

Lo que también le llegó apasionar fue tocar la mandolina, un instrumento musical parecido a la guitarra pero de menor tamaño. Perteneció a un grupo musical en su colegio. Así fue hasta la graduación de su séptimo grado, (el nivel superior de estudio en aquel entonces y que la acreditó para laborar como profesora), cuando tenía aproximadamente 20 años.

Las reuniones y la salidas entre amigos es un mundo que María nunca conoció, sus padres no le permitían salir sola ni tener amistades, sin embargo disfrutó de los mayores eventos que eran las atoladas y los bailes de salón.

“Eran fiestas familiares y sociales a las que sólo se podía asistir con invitación”, recuerda María Alicia, quien asistía al evento con vestidos largos de gala, los cuales eran hechos por María Lidia, una de sus hermanas mayores.

La música era amenizada por agrupaciones como El Portillo o La Barrientos, que eran conjuntos de marimba, salsa y merengue.

Los salones eran decorados con largos gallardetes, mientras adultos y jóvenes bailaban debajo de ellos, al son de la marimba. Bailes recreativos y sanos, de los que ya no existen, aseguró la centenaria mujer, quien etiqueta a los bailes de ahora como “zarabanes, por ser un sólo desorden”, un ruido estrepitoso.

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Sus tres amores

Con tanta ternura e inspiración María dijo que siempre ha mantenido tres amores a lo largo de su vida, el primero fue su madre, de quién lleva el mismo nombre; el segundo fue su padre y el tercero, la costura, la que aprendió por habilidad propia.

Nunca se casó, ni tampoco tuvo hijos, apenas y logró tener algunos novios, a quienes les llamó así, pero su acercamiento más íntimos fueron las pláticas a través del balcón de su casa.

Su padre nunca le permitió tener pareja y a pesar de su avanzada edad, siempre fue obediente a sus restricciones.

“Si le desobedecía, me mataba”, expresó con pánico y risa.

La anciana se dedicó a lo largo de su vida a cuidar a su padres, Salvador murió de 62 años, mientras que su madre María de 75.

Tras su muerte, y siendo aún apegada a sus hermanos, decidió trasladarse a San Salvador, donde vivió por un tiempo con Rogelio Reina, su hermano mayor. Pero la vida, le sigue regalando sorpresas, ella es la única aún con vida de su familia.

Ahora cada día que pasa, lo invierte en compañía de sus amigas, la maquina de coser y con Ana Esperanza Siliezar, una señora de 69 años, a quien quiere como a una hija porque viven juntas desde hace 40 años.

“Que vengan todos los años que Dios quiera” expresó con sonrisa María Alicia, que el próximo domingo 25 de marzo, estará cumpliendo sus 100 años.