A diario, trece mujeres son víctimas de violencia sexual en El Salvador

Los casos de abuso sexual se incrementaron durante el año 2017. Las mujeres son vulnerables a ser víctimas de abuso sexual a lo largo de su vida, sobre todo durante la adolescencia. Pese a que se han reforzado los programas de atención, el impacto en la vida de las víctimas puede ser permanente.

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Por Xenia González Oliva

2018-10-28 9:53:25

El profesor le ha pedido unas fotografías. Las exigió como si se tratara de una tarea o un examen que Alicia no quiso presentar. La presiona, le llama la atención. Usando su autoridad como profesor, le dice que debe seguir sus indicaciones. Alicia se siente culpable. ¿Es obvio para el resto de la clase lo que le pasa? ¿Es evidente que su cuerpo ha sido utilizado? “Él lo sabe, seguro que él lo sabe”, piensa. ¿Qué son unas fotografías desnuda comparadas con lo que su padrastro le ha hecho?

La culpa y la vergüenza acrecientan el dolor que Alicia ha sentido durante los últimos años… desde que la mirada de su padrastro se posó en ella. A sus 14 años, Alicia ha sido traicionada en el hogar y en la escuela. Siente que no hay refugio para ella, quiere rendirse.

Además de su profesor y su padrastro, nadie más sabe… Fue una psicóloga la que escuchó por primera vez sobre el abuso, la vergüenza, el sentimiento de culpa. Las malas notas y ensimismamiento que Alicia presentaba llamaron la atención de otro profesor de la escuela, quien notificó su caso. La escuela de Alicia es una de las pocas en El Salvador que es parte de un programa de prevención del fracaso escolar y de atención de la salud mental de los estudiantes por parte de los psicólogos de la Unidad de Atención Integral a Víctimas de Violencia del Hospital San Pedro de Usulután.

“Desde el punto educativo se dice que el adolescente no rinde, pero nosotros sabemos que algo está ocurriendo”, explica el psicólogo y coordinador del área de salud mental de la unidad, Miguel Ernesto Marquínez.

Cuando la psicóloga descubrió que Alicia había sido víctima de violencia sexual de parte de su padrastro y que estaba siendo acosada por su maestro, la verdad sacudió a la comunidad y al centro escolar. Para proteger a Alicia del impacto que la situación estaba teniendo, fue trasladada de su comunidad hacia el hospital.

El acoso del maestro había reforzado aún más el trauma que Alicia había sufrido en su casa. “Cuando empieza a sufrir abuso por parte de su padrastro ella lo asume como algo normal, como un comportamiento para ella natural, en el centro escolar viene a reforzar esa idea: ‘Soy un objeto sexual, para que abusen de mí’”, explica.

Lograr que Alicia hablara fue muy difícil para el psicólogo. La pena y el sentimiento de culpabilidad la embargaban: “Ella pensaba, quizás yo lo provoqué, quizá él sabe que es lo que me pasó, él me busca, no valgo nada, no soy importante. Esta situación viene a reforzar estos sentimientos de inferioridad, baja autoestima”.

Aunque desde el hospital procedieron con rapidez a emitir los avisos contra el maestro, la situación con relación al padrastro fue más compleja. El hospital está obligado a reportar el caso a la Policía, pero a veces la familia de la víctima se convierte en un obstáculo.

En el caso de Alicia se trataba de una familia de escasos recursos, con seis hermanas y una madre, donde el único proveedor de ingresos era el agresor. Marquínez dice que lograron que la madre aceptara interponer la denuncia y tuvieron que involucrarla también en las sesiones de terapia. El psicólogo asegura que no son pocos los casos en los que la madre no le cree a su hija que ha sido víctima y la familia se rehusa a interponer la denuncia.

Han pasado meses desde que Alicia logró denunciar a su agresor, Marquínez asegura que tanto ella como su familia reciben aún tratamiento psicológico para poder superar lo que ella vivió. Lamentablemente, Alicia ha sido solo uno de los miles de casos de niñas que son atacadas durante su etapa de desarrollo.

A diario, 13 mujeres fueron víctimas de alguna forma de violencia sexual en El Salvador durante el trienio de 2015 a 2017. El informe sobre hechos de violencia contra las mujeres, publicado por el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública y Dirección General de Estadística y Censos, destacó que en ese período se incrementaron las víctimas de violencia sexual en un 14.7%. En 2015 hubo 5,325 mujeres víctimas de violencia sexual, 5,602 en 2016 y 6,108 en 2017.

La cantidad diaria de víctimas de violencia sexual es un dato alarmante, sobre todo si se considera el subregistro de este tipo de delitos, destacó el informe.

En 2017, la tasa de violencia sexual fue de 175.3 por cada 100,000 mujeres, incrementando 20 puntos respecto a 2015, cuando la tasa era de 155.7 por cada 100,000 mujeres. El informe señalaba que ese dato colocaba al país “en categoría de epidemia de violencia sexual”, según los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud.

Además, durante 2017 el promedio mensual de mujeres que enfrentaron hechos de violencia fue de 509. El 92% de las víctimas de violencia sexual durante 2017 fueron mujeres, el 8% de las víctimas eran hombres.

De acuerdo al informe, Cabañas es el departamento donde existe mayor incidencia de violencia sexual para las mujeres, seguido de La Unión y Santa Ana. Mientras que para los hombres la mayor incidencia de violencia sexual ocurre en San Vicente, Chalatenango y Santa Ana.

Los datos del Consejo Nacional de la Niñez y de la Adolescencia (CONNA) también destacaron un incremento en los casos de violencia y agresiones sexuales contra niños y adolescentes. En 2014 la Fiscalía General de la República (FGR) les reportó 1,556 casos de niños y adolescentes víctimas de violaciones. En 2016 la cantidad de víctimas fue de 1,789 y en 2017 fue de 2,025.

De igual forma, la cantidad de niños, niñas y adolescentes víctimas de agresiones sexuales pasó de 651 en 2014 a 822 en 2015;y de 870 en 2016 a 1,027 en 2017.

Solo entre enero y marzo de 2018, el CONNA ya había recibido 472 casos de amenazas o vulneraciones a la integridad sexual de menores de edad.
El registro de atenciones por abuso sexual también se ha disparado en el Ministerio de Salud: de 919 atenciones relacionadas a abuso sexual en el 2016 se pasó a 3,093 en 2017. Hasta mayo de 2018 ya se reportaban 542 atenciones.

María Emperatriz Crespín, jefa de la unidad de violencia del Minsal, considera que una de las razones del incremento tiene que ver con que se han mejorado los procesos de captación de registros porque se ha trabajado en reforzar la identificación de los casos. Pero reconoce que ha ocurrido un incremento de casos de abuso sexual, sobre todo contra adolescentes y menores de edad.

Crespín dice que hay una preocupación nacional por la situación actual y por detener la persistencia de agresiones contra niñas y adolescentes:“Es inaceptable… Debería haber cero casos. La cultura, la falta de protección en el ámbito familiar, es un problema no solo desde el Estado, tiene que involucrarse la sociedad, la familia, los maestros”.

El grupo de edad más afectado ha sido el de las niñas de 11 a 15 años, reportándose 2,270 atenciones por abuso sexual de niñas de estas edades y 69 atenciones por esta causa en niños. Los más vulnerables son quienes tienen 14 años. Pero Salud también ha registrado más de 723 casos de niñas y niños menores de 10 años que han sido atendidos por abuso sexual. También, entre 2016 y mayo de 2018, han sido atendidos 10 bebés menores de un año por abuso sexual.

“Ha habido un incremento ahorita. Las autoridades están trabajando en este tema para darle un abordaje a escala nacional, además de lo que ya se está haciendo. Vemos que los niveles de violencia, de crueldad hacia niños y niñas, de parte de los agresores no tienen límites. Estamos viendo de 5 años, les pasan infecciones de transmisión sexual. Uno piensa, ¿cuál es la respuesta?”, cuestiona Crespín.

Ella asegura que Salud no quiere quedarse pasivo solo atendiendo las enfermedades y consecuencias de los abusos sostenidos contra los niños, que incluye la atención de infecciones de transmisión sexual que les han transmitido. Señala que el problema tiene que ver con el comportamiento y parte de la salud mental de la población.

“Si soy capaz de hacer con mi hijo, mi hija, este tipo de agresiones o con un bebé de la comunidad, de la familia, es porque los niveles de violencia, de agresividad, de conductas o comportamiento nocivo están llegando a un límite en el que hay que darle una intervención urgente, preventiva principalmente”, dice Crespín.

En 2018, el hospital de Usulután también registra un incremento de casos de abuso sexual. Hasta el 31 de agosto habían recibido 225 casos; de estos, 219 eran víctimas adolescentes. Marquínez calculaba que los casos ya superaban los de años anteriores: “Hay tanto desconocimiento en la población, siempre está el estigma hacia la mujer y el machismo, de ver a la mujer como un objeto sexual”.

El desconocimiento o negación incluso se extiende hacia las víctimas. Al hospital llegan mujeres con síntomas de ansiedad. Marquínez comenta que al consultarles si han sido víctimas de violencia dicen que no, hasta mucho después cuentan que su esposo o pareja las maltrata, les dice que son tontas o las obliga a tener relaciones sexuales cuando ellas no lo desean.

Marquínez reconoce que hay un subregistro de casos, por ello también han impulsado una estrategia enfocada en los centros escolares cercanos al hospital y de otras zonas de Usulután. A través de este programa, han detectado seis casos de abuso sexual; en cuatro de los casos, los agresores eran familiares de las víctimas, incluido el caso de Alicia. “Siempre se mantiene al alza los casos en los que los victimarios son familiares, pero también hay casos fruto de la violencia”, aclara Marquínez.

Cuando las víctimas llegan al área de emergencia y el personal detecta que han sido agredidas sexualmente, se activa la “Clave V”, que es como se refieren a estos casos para intentar proteger su diagnóstico del resto de personas esperando en la emergencia y evitar que la víctima tenga que escuchar su diagnóstico cada vez que se refieren a ella.

Al ser uno de los seis hospitales del país que tiene una unidad de atención a víctimas, la emergencia del hospital de Usulután tiene un área especial para este tipo de casos. Ahí la víctima ya no debe salir hacia otras áreas y pues en esa zona es atendida por ginecólogos, psicólogos, policías y la fiscales.

El “kit” del trauma

Un día el hospital recibió a toda una familia. Horas antes, la familia vivía un día rutinario cuando de repente unos hombres encapuchados irrumpieron en la casa, sacaron a dos hermanas y dejaron al resto amarrado. Los hombres violaron a las jóvenes y después las regresaron a la casa.

Toda la familia las acompañó al hospital, no querían volver a la casa.

En el consultorio especial las jóvenes recibieron un “kit de la dignidad”: una pequeña bolsa con el logo del hospital que contiene todo lo que podrían necesitar en ese momento. Una toalla para que se bañen en la ducha del área, toallas sanitarias, un cepillo de dientes, champú, desodorante y en una pequeña bolsa, ropa interior limpia, nueva y blanca.

Las jóvenes quedaron ingresadas. Personal del hospital ayudó al resto de la familia a conseguir un albergue temporal con instituciones como Ciudad Mujer, para mientras encontraban un lugar seguro a donde trasladarse.

“La violencia sexual es una ruptura de la vida de toda persona, toda mujer que sufre abuso sexual tendrá un antes y un después. No será la misma persona”, sostiene Vanesa Martínez, Subdirectora de Defensa de Derechos individuales del CONNA.

Este es el kit que se le brinda a las víctimas de violencia sexual atendidas en el Hospital de Usulután. Foto EDH/Menly Cortez

Los agresores siguen en las familias

De acuerdo al informe de Seguridad y la Digestyc, cinco de cada diez de los hechos de violencia sexual ocurren en el hogar. “Son espacios que deberían ser de protección, pero… a veces, no lo son, como el familiar, la comunidad y el ámbito escolar”, dice Martínez. El segundo lugar donde más ocurren los hechos de violencia son el transporte público y los espacios abiertos.

“Sabemos que el agresor sexual normalmente es una persona cercana a la niña, son situaciones que no se dan una vez. Es un delito continuado”, dice Martínez.

Añade que muchas veces la niña y la adolescente no hablan por temor, porque también son intimidadas para que se queden calladas.

Pero cada vez más están viendo prácticas de abuso sexual entre adolescentes a temprana edad. De igual forma, están recibiendo casos de violencia de las pandillas contra las adolescentes. “Estos grupos tienen un enfoque de discriminación muy fuerte. Las mujeres son un objeto. Ha habido denuncias de acoso contra niñas y adolescentes”, asegura Martínez. Sin embargo, las denuncias suelen ser la excepción: “Normalmente se ha mantenido en el silencio. Las niñas muchas veces no sienten el respaldo familiar para poder hablar del tema”.

Martínez señala que desde la sociedad existe una grave condena contra las víctimas de abuso sexual: “Son mensajes como ‘tú lo provocaste’, ‘tú lo incentivaste’, ‘¿qué hiciste?’, ‘¿cómo andabas vestida?’, ‘¿a qué horas viniste?’”. Añade que la situación no es reciente, que siempre ha habido una actitud de discriminación y de ver a las niñas y mujeres como objetos sexuales. Además se les ha enseñado a bajar la mirada frente al problema.

“Estos silencios generan mucho, mucho daño. Si nuestras niñas tienen que aguantar abuso sexual y las agresiones, formamos mujeres que bajan la cabeza en relaciones violentas que pueden terminar en feminicidios”, sostiene Martínez.

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Entre el año 2016 y mayo de 2018, el Ministerio de Salud registró 3,523 atenciones por abuso sexual a niñas y niños de 0 a 17 años. La mayoría de las víctimas son niñas de 14 años.

Esta actitud provoca que muchas de las víctimas pasen años culpándose, concuerda Marcelo Acevedo, coordinador nacional de proyecto de Plan Internacional.

“Son sentimientos que la llevan a hacerse cargo de un delito que no cometieron, nos parece bastante preocupante, como país, esto está aquejando a muchas niñas en El Salvador. No viven plenamente sus derechos como niñas y tampoco viven plenamente sus derechos como mujeres”, indica Acevedo.

“Actualmente, se está enseñando a las mujeres que deben ser maltratadas, engañadas para acceder a tener algún tipo de relación sexo coital, es una actitud que en lugar de cambiar se sigue reproduciendo, generando más daños a las niñas y mujeres”, lamenta Acevedo.

En el centro de atención Elda Ramos, coordinado por la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, este año han llegado más víctimas de abuso sexual en busca de asesoría jurídica y psicológica. Hasta septiembre, llevaban alrededor de 20 casos, entre niñas, adolescentes y mujeres adultas. “Este es un problema que no mira edad, profesión; mira el cuerpo de la mujer como objeto sexual”, dice Laura Morán, jurídico de Casa Elda Ramos.

Morán expresa su preocupación por la continua violencia sexual contra las niñas y mujeres en El Salvador y su temor por el futuro del país, tanto como mujer y como parte de la sociedad. “Qué terrible no poder salir de mi casa sin tener miedo”.

Acevedo, de Plan, expresa que el Estado tiene el enorme reto de seguir invirtiendo para lograr que haya menos niñas víctimas de violencia. Ella cree necesario que se invierta en programas de prevención descentralizados: “Consideramos que a través de programas preventivos vamos a poder atenuar que haya más víctimas. Tenemos programas de atención y prevención, pero se necesita invertir un poco más”.

Entre los programas que Salud tiene está el protocolo para emitir un aviso cuando llega una adolescente o menor embarazada. En los seis hospitales con unidades de atención a víctimas y los 12 que cuentan con una Oficina Local de Atención a Víctimas (OLAV) hay más posibilidades de que las víctimas reciban asesoría jurídica y atención psicológica. Pero Plan hizo grupos focales con adolescentes que mencionaron la necesidad de que la atención psicológica sea permanente. “Las consecuencias psicológicas pueden ser inmediatas o presentarse posteriormente. El programa existe, pero necesita mantenerse de una manera más constante y que atienda al mayor número de víctimas”, dice Acevedo, quien añade que es necesario generar programas en donde los niños y niñas conozcan sus derechos y sepan cómo identificar una agresión.

Pero también es necesario sensibilizar a los padres, ya que no son pocos los casos en los que, en lugar de apoyar a sus hijos, no les creen o les dicen que están mintiendo.

Martínez añade que el rol de los padres debe ser de cuido, amor y protección, no de disponer del niño y la niña como un objeto. Martínez admite que desde el CONNA quisieran avanzar más rápido en alcanzar las soluciones a la realidad que miles de niñas deben vivir en el país. “La problemática es muy grande, es una violencia constante”.

Acevedo advierte que el Estado y la sociedad tiene que cumplir el rol de proteger a las niñas y niños: “Si no se cambia, seguimos en una sociedad que ve a las niñas como objetos sexuales, vamos perpetuando la violencia. Esto nos depararía ser una sociedad que es vulneradora de los derechos de la niñez”.

Martínez hizo un llamado a no callar el problema, a no silenciarlo: “Aunque sea feo, una situación que nos da vergüenza como país”.