"Les pido que si lo mataron, nos digan dónde dejaron sus restos". Familia de trabajador de Salud desaparecido sufre irreparable daño

Han pasado seis meses y las autoridades aún no han encontrado una pista que los lleve a su paradero.

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Álvaro, abuelo de Kevin, usualmente visita el cuarto donde dormía el joven. Sus cosas siguen intactas en su habitación. Foto EDH / Lissette Lemus

Por Lissette Lemus

2021-12-19 8:46:31

La desaparición de Kevin Cortéz, un trabajador de la salud que se entregó por completo a laborar durante la pandemia en el hospital de Chalchuapa, ha dejado un daño irreparable en su familia causándoles un deterioro en la salud y una economía desgastada.

Kevin, de 23 años, tiene seis meses de estar desaparecido. La familia lo sigue buscando, pero se sienten en un absoluto abandono de parte del Estado.

Su abuela María de los Ángeles, en los primeros días de la desaparición, se aferró a su fe y junto a un grupo de evangélicos realizaron vigilias y ayunos por cuatro meses con la esperanza que ocurriera un milagro y que su nieto pudiera regresar a casa.

Las largas jornadas de oración duraban toda la mañana o la noche entre cánticos, oraciones e interpretaciones bíblicas, las cuales terminaban con una comida ofrecida por la familia del desaparecido.

La señora, de 62 años, padecía algunas enfermedades crónicas pero sus dolencias se agudizaron ante la preocupación y la tristeza por no saber de su nieto. “Mi corazón está quebrantado. Yo solo les pido que si saben dónde está mi Kevito, que por favor me lo regresen”, expresó en julio, cuando su nieto llevaba un mes desaparecido.

En las últimas semanas, la salud de la señora, quien padece de diabetes, empeoró y comenzó a desconocer a sus familiares, hasta el punto que fue hospitalizada. “Mi mamá ha perdido el conocimiento y no se puede ni poner en pie”, relata con preocupación Sandra, tía de Kevin.

“La luz de mis padres se empezó a apagar por la desaparición de mi sobrino. Yo solo les pido que si lo mataron nos digan dónde podemos encontrar sus restos”

Sandra tía de Kevin, .

Los familiares están a la espera de una serie de exámenes que le han realizado en el centro médico, entre estos un TAC (tomografía computarizada).

Álvaro, de 67 años, es el abuelo de Kevin y desde el día que el joven desapareció el agricultor perdió el apetito. Su hija explica que pasó unos tres meses que casi no comía y usualmente cuando lo hacía después vomitaba y eso le generó un problema grave de gastritis.

En una ocasión sus hijos tuvieron que llevarlo de emergencia al hospital porque se desmayó y no reaccionaba.

“Nosotros pensamos que se nos había muerto”, cuenta Sandra.

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Imagen de María de los Ángeles, la abuela de Kevin, tomada un mes después de la desaparición del trabajador de
Salud. Foto EDH / Lissette Lemus

En el centro de salud les explicaron que se le habían bajado los niveles de azúcar, pues también es un paciente diabético.

Estuvo ingresado un poco más de una semana, luego volvió a casa pero sigue teniendo problemas para ingerir sus alimentos, sobre todo cuando lo invade la tristeza por no encontrar a su nieto.

La desaparición del joven

Kevin Gustavo Cortéz Ordoñez trabajaba como auxiliar de laboratorio en el Hospital Nacional de Chalchuapa, de donde salió a las 3:00 de la tarde el pasado 14 de junio y desde entonces su familia no tiene noticias de su paradero.

Sus familiares recuerdan que desde que Kevin comenzó a trabajar se convirtió en el sostén económico de su mamá, Rosa, una persona no vidente.

Kevin Gustavo Cortéz Ordoñez, tiene 23 años, trabajaba como auxiliar de laboratorio del Hospital Nacional de Chalchuapa. Foto Cortesía

Kevin, quien estudió bachillerato en Salud, compitió con más de 100 candidatos para poder obtener una plaza en el área de laboratorio en el hospital. Cuando lo logró toda la familia estaba muy feliz y para agradecer hicieron un culto de Acción de Gracias. “Aplicaron licenciados, técnicos y otros bachilleres pero para Dios no hay imposibles y a él le dieron la plaza”, dice Sandra.

Durante la pandemia por COVID-19 el joven apoyó en las labores del hospital durante toda la emergencia y sólo dejó de trabajar cuando dio positivo al virus, pues tuvo que aislarse, relatan sus familiares.

En su tiempo libre, Kevin junto a su hermano y sus primos ayudaban a su abuelo Álvaro en la siembra de maíz y frijol, ya que son el sustento básico para la familia compuesta por 12 personas que viven en un grupo de casas en la misma calle polvorienta de la colonia que habitan en Atiquizaya.

Este año no hubo cultivos, debido a la situación desalentadora que la familia pasa ante la desaparición del trabajador de Salud.

Sandra, la tía de Kevin, sale a buscar a su sobrino en el tiempo que le quedaba libre, después de salir de su trabajo.

También tiene que cuidar de sus padres quienes cada vez van desmejorando en su salud.

“Yo solo estoy esperando por un milagro; solo quiero que Kevin aparezca, por si Dios quiere llevarse a mis papás que se vayan en paz”, dice Sandra con resignación.

Ella ha visitado las morgues, hospitales e instituciones de gobierno sin tener una respuesta que la lleve al paradero de su sobrino.

“Solo les pido que si lo mataron, nos digan dónde han dejado sus restos o qué hicieron con él, necesito saber de mi muchacho”, agrega entre sollozos.

La desesperación en la familia les impulsó para escribirle una carta al presidente Nayib Bukele, a quien le piden que le ayude en la búsqueda del trabajador de Salud.

Sandra viajó desde el municipio de Atiquizaya para entregar la carta personalmente en las oficinas de Casa Presidencial y la única respuesta que tuvo a esa misiva fue una llamada de un empleado que le dijo que el caso ya había sido pasado a la Policía, relata.

Todo esto también ha afectado la situación económica de la familia, quienes deben organizarse para suplir los gastos de medicamentos de sus padres y gastar en transporte para realizar las actividades de búsqueda del joven. “Como familia todos sufrimos ese dolor de la ausencia de mi sobrino”, dice Sandra.

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