“Al no poder pagar el cuarto, me sacaron a la calle”. La historia de don José, quien vive en un microbús

José González, de 88 años, tuvo que desalojar su antiguo hogar durante la cuarentena. Ahora paga $1.50 al día para dormir en el microbús.

José Gonzalez, de 88 años, paga 1.50 al día para dormir en el microbús de un amigo y sobrevive de los alimentos que da el comedor comunitario mamá Margarita

Por Damaris Girón

2020-11-15 9:00:19

Con paso lento, apoyado en un improvisado bastón de pvc, con su pequeña mochila en los hombros y su desgastada chaqueta amarilla, José Gonzalez, de 88 años, recorre a diario las calles del popular barrio San Miguelito, en San Salvador. va en busca de alimento y algún ingreso que le permita pagar su alojamiento. Su meta es reunir al menos $1.50 al día.

Desde hace cuatro meses, González, duerme en un viejo microbús que se encuentra estacionado en los alrededores del mercado San Miguelito. Al igual que a muchos, la cuarentena lo afectó directamente, haciéndolo perder lo poco que tenía.

FOTOS: José González, el anciano que paga $1.50 al día para dormir en un microbús

Según el anciano, antes de la pandemia, uno de sus hijos le enviaba dinero desde Estados Unidos para poder pagar el alquiler de un cuarto, sin embargo, con el inicio de la cuarentena perdió la comunicación con él y se quedó sin apoyo económico.

“Tenía un cuarto alquilado, pero desde la cuarentena ya no pude agarrar el dinero, y el señor donde ya no le pagué me sacó a la calle”, se lamenta González y recuerda que el momento en que se quedó sin un lugar donde vivir, coincidió con la temporada de lluvias en el país.

“Dormía en la calle y a los días ya tenía gripe. Yo estaba desesperado porque nadie me llevaba donde los médicos, pero al final me pasó con el poder de Dios”, dice.

González explica que durante esa época tuvo que buscar techos donde dormir para refugiarse de la lluvia y rebuscarse en los alrededores del mercado para que alguien le regalara algo para comer ya que el comedor, donde antes le daban dos tiempos de comida, estaba cerrado por la cuarentena.

Don José come en la acera y guarda parte del almuerzo que le dan en el comedor comunitario para aliviar el hambre en la cena. Foto EDH/ Menly Cortes

Buscando una alternativa para dejar de dormir en las calles, González habló con un amigo para que le permitiera quedarse a dormir en la parte de atrás de un antiguo microbús y este aceptó, bajo la condición de que debía cancelar $1.50 a diario.

“Yo no tengo un empleo pero siempre hay gente que me ayuda y logro recoger el dinero para pagar el microbús”, asegura el anciano.

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La jornada de don José

El día comienza a las 7:00 de la mañana para José González, se levanta, agarra sus pertenencias y deja el envejecido microbús que le sirve de refugio en las noches, para luego dirigirse al Comedor mamá Margarita, que se encuentra ubicado una cuadra arriba.

Debido a la artritis don José tiene problemas para caminar y se apoya de un bastón improvisado de PVC para trasladarse. Foto EDH/ Menly Cortes

Pacientemente espera que el reloj de la iglesia Don Rúa marque las 8:30 de la mañana, pues sabe que a esa hora el personal del comedor comunitario sale para entregarle, a decenas de adultos mayores, el desayuno diario.

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Al terminar de desayunar, se queda sentado en alguna acera cercana al comedor, platicando con otros ancianos mientras llega la hora de almuerzo.

“Yo no tengo un empleo pero siempre hay gente que me ayuda y logro recoger el dinero para pagar el microbús”, asegura el anciano. Foto EDH/ Menly Cortes

Por la tarde camina hasta el mercado y se sienta, esperando que alguien pueda apoyarlo con alguna moneda para pagar su alojamiento.

González asegura que la vida de un anciano sin hogar es difícil, pero se siente bendecido de, al menos, contar con los alimentos que da el comedor comunitario.

“Lo que a mí me molesta es la artritis, de lo demás la sangre, corazón, riñones y todo creo que estoy bien pero no puedo caminar bien, me cuesta mucho”, dice el octogenario y explica que su dificultad para caminar ha sido uno de los factores por los que no puede trabajar.

 

Peligros de la calle

Don José constantemente está expuesto a muchos peligros y enfermedades por la insalubridad de las calles. No tener un lugar donde ducharse o lavarse las manos, además de su edad lo ponen en peligro por la pandemia y su dificultad para caminar lo hace propenso a ser atropellado.

“Hace dos años iba con un amigo que es ciego, lo iba a ir a dejar a su casa cuando me atropelló un carro”, recuerda Gonzalez.

El anciano afirma que en el momento él no sentía dolor pero un par de horas después no se podía mover. Algunas personas lo auxiliaron y lo llevaron al Hospital Rosales, donde descartaron fracturas, pero aún así permaneció 22 días en cama.

Tras más de seis meses de cierre debido a la pandemia, el Comedor mamá Margarita reabrió sus puertas para brindar comida a ancianos de escasos recursos el lunes 9 de noviembre. Foto EDH/ Menly Cortes

Reapertura de Comedor mamá Margarita

Tras más de seis meses de cierre debido a la pandemia, el Comedor mamá Margarita reabrió sus puertas para brindar comida a ancianos de escasos recursos el lunes 9 de noviembre.

Según Claudia Ascencio, administradora del comedor, antes de la pandemia atendían más de 90 adultos mayores en cada tiempo de comida, sin embargo, hoy están atendiendo alrededor de 25 personas ya que algunos aún no se han dado cuenta que abrieron.

Para garantizar la seguridad de los colaboradores y la de los usuarios, el comedor ha establecido fases de apertura graduales. Actualmente están en la Fase 1.

Fase 1: solo habrá servicio para llevar y los horarios de atención son de lunes a viernes. El desayuno se sirve a las 8:30 a.m. y el almuerzo a las 11:30 a.m.

Fase 2: el servicio será ampliado de lunes a domingo y los horarios para el desayuno y almuerzo se mantendrán igual. Se mantendrá el servicio solo para llevar.

Fase 3: al llegar a esta fase se permitirá el ingreso a las instalaciones. Los horarios de servicio serán los mismo que la fase anterior.

Para poder recibir alimentos en el comedor, las personas deben inscribirse, tener más de 60 años y ser de escasos recursos.