VIDEO: Ceci, la profesora que viaja en cuatrimoto para entregar y revisar tareas de sus estudiantes en Armenia

La maestra ha ganado la admiración de muchas personas por su dedicación y esfuerzo para que los niños del cantón El Cerro continúen su educación a pesar de la pandemia.

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El camino cuesta arriba es difícil, pero la satisfacción que sus alumnos continúen aprendiendo durante la pandemia, la motiva. Foto EDH/ Menly Cortez

Por Gadiel Castillo

2020-08-15 8:05:06

Como sacada de una  competencia de motocross extremo, así es como se le ve a la profesora Elizabeth González de González cuando en su cuatrimoto,  una vez por semana, recorre siete kilómetros para llegar hasta el centro Escolar cantón El Cerro, en el municipio de  Armenia, Sonsonate.

Cecilia González, una maestra de 50 años de edad, se transporta en cuatrimoto para atender, durante la emergencia por COVID-19, a sus estudiantes que viven caseríos muy lejanos en los cerros del municipio de Armenia, en Sonsonate

Ni la pandemia, ni la calle empinada  en malas condiciones le impiden repartir las guías de trabajo y explicar los contenidos a sus alumnos.

La escuela está en medio de montañas,  el acceso a una computadora es complicado y el tener un teléfono con internet se vuelve un bien de lujo al que la mayoría de estudiantes no puede acceder.

Hace más de tres años el centro escolar tuvo un centro de cómputo donado por la Unión Europea, sin embargo, el equipo fue robado y los niños se quedaron sin ese recurso.

Para los niños del Cerro la educación en línea no aplica y solo pueden continuar su educación con las guías contempladas en el “Plan de Continuidad Educativa” del Ministerio de Educación y que la maestra Cecilia y Raúl Vargas Salazar, director de la escuela,  llevan hasta sus casas una vez por semana.

Quien quiere llegar al Cerro solo puede hacerlo a pie como lo hacen sus habitantes y el director Vargas, en vehículo 4×4, a caballo o en cuatrimoto como ideó Cecilia desde hace un año y ocho meses cuando fue asignada a ese centro educativo, del cual está a cargo de 30 de los 60 estudiantes matriculados.

La maestra Ceci, como es llamada con cariño, recorre alrededor de 7 km en una cuadrimoto. Foto EDH/ Menly Cortez

El sonido de la cuatrimoto es el que anuncia a los alumnos, de parvularia, segundo y tercer grado, que la señorita Cecilia está por subir a la escuela y es el momento de salir a la orilla de la calle para entregar los contenidos trabajados durante la semana.

Kimberly Liliana Trigueros Gómez, de 6 años, es una de las alumnas de la docente, al igual que sus otros compañeros preparó cuadernos y otros trabajos para que “su señorita” dé el visto bueno o realice observaciones.

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La seño Ceci , como le dicen sus alumnos, se parquea afuera de la casa de la niña, tras un saludo ingresan a la vivienda y sentadas en una banca comienza la revisión. Kimberly escucha a su maestra con atención y el deseo por aprender es notorio en su rostro.  Luego viene la explicación de las nuevas asignaciones a la tía de la niña.

La abuela de Kimberly, Ana Lilian Ramos admira la dedicación que la maestra  pone para que los niños del Cerro aprendan, a pesar de las dificultades que ha traído el coronavirus.

“Esfuerzo y sacrificio como el que la señorita realiza, no cualquiera lo hace porque salir de la comodidad de su casa y agarrar camino para este lugar se vuelve complicado. Todos aquí estamos muy agradecidos con el trabajo de la seño”, manifiesta.

Hernán de Jesús Zavaleta Ramos estudió en la escuela del Cerro y muestra su admiración por la profesora debido que con su trabajo demuestra su vocación por educar a los pequeños, incluido sus sobrinos.

Cecilia explica que con su acción se ha ganado las admiraciones de muchas personas pero también hay otras que la cuestionan porque toma ese riesgo de salir en medio de la pandemia. Para ella el objetivo es claro: desea que sus estudiantes aprendan lo más que puedan y aprovechen el tiempo.

“Yo así lo siento en mi corazón hacerlo, muchas personas me critican porque en medio de la pandemia continúo viajando. Los niños no pueden esperar porque es un año que si no vengo van a perder ese año de enseñanza, va a ser un vacío, pero hemos ayudado que ese vacío quede menos pero era necesario hacer todo esto”, detalla la maestra.

La profesora tiene claro por qué no se le dificulta hacer estos recorridos para enseñar a sus estudiantes y es su anhelo por formar a niños y jóvenes. Ella asegura que desde siempre quiso ser docente.

“He tratado que los niños no pierdan el hilo de la educación. No espero que nadie me agradezca solo lo hago por el gran cariño que les tengo a los niños que son grandes trabajadores porque aparte de sus estudios también ayudan a sus padres con sus cultivos de maíz y frijol”, indica.

Kimberly es una de las estudiantes más destacadas del grupo de Ceci, gracias a que Liliana, la prima de la menor le ayuda a hacer las tareas. Foto EDH/ Menly Cortez
El ruido de la cuadrimoto hace que los alumnos salgan a la puerta de su casa a ver llegar a la maestra Ceci. Foto EDH/ Menly Cortez

Según los datos de la Encuesta de  Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) 2018, el 47% de los estudiantes de instituciones públicas no pueden aprovechar la educación en línea por falta de Internet.

Su llegada a la escuela del Cerro

Para la seño Ceci dar clases en el Centro Escolar cantón El Cerro es un sueño cumplido,  pues tras 12 años de laborar en un colegio privado ella pidió a Dios la oportunidad de trabajar con niños del campo. Esa oportunidad llegó luego que la maestra asignada al lugar se enfermó y los niños ya tenían más de un mes sin recibir clases.

“Un día se me dio la oportunidad en una escuela donde hacía un mes que no había maestra porque se enfermó. Aquí en este cantón El Cerro no vienen maestros porque es muy lejos y es difícil llegar a la escuela pero yo asumí el reto”, dice.

La maestra recuerda el primer día cuando tuvo que caminar junto al director Vargas Salazar: ropa cómoda, zapatos deportivos, su mochila y una botella con agua la acompañaron. En total fueron dos horas de “duro” camino y lo único que la mantenía firme era el deseo de trabajar con los pequeños de ese lugar.

Su premio fue el ver la alegría de todos los niños que la esperaban en un muro de la escuela. Para la profesora esas expresiones fueron el aliciente para calmar el dolor provocado por los calambres.

“Me impactó ver como los niños aun sin conocerme me salían a abrazar. Una niña me vino a encontrar y me dijo: ¿Seño usted no nos van a dejar? verdad que va a venir mañana, me dijo y yo les respondí, claro que voy a venir mañana, si yo he venido es para quedarme, para enseñarles y todos bien contentos”, manifiesta.

“Para ellos venir a la escuela  es una alegría, es un escape donde aprenden cosas diferentes, no solo agarrar una cuma o un machete. En esta escuela hay hasta sexto grado y los papas les dicen que solo deben aprender a leer y a escribir y eso es suficiente y nosotros les hablamos del esfuerzo que deben hacer”, detalla.

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La idea de una cuatrimoto

El recibimiento y las ganas de aprender de sus nuevos pupilos caló tanto en la maestra que regresó a su casa llorando,  debido a la dificultoso para llegar hasta la escuela y la impotencia de no contar con un medio que le permitiera trasladarse hasta el lugar sin muchas dificultades.

“Yo iba llorando y le pedía a Dios que me diera fuerzas porque yo me había comprometido que iba a volver y entonces llegué a la casa y una de mis hermanas me preguntó que por qué lloraba y yo le dije que porque yo quería ir a esa escuela a darles clases a los niños y yo ya me comprometí.

Ella me preguntó si no había transporte, yo le dije no porque solo entran los pick ups que van a traer maíz, frijol pero para transportar gente eso no”, detalla.

Para los alumnos de Ceci la educación en línea es un sueño porque actualmente en el lugar no existe conexión eléctrica, únicamente funciona electricidad solo por paneles solares, que es parte de donaciones de la cooperación extranjera. Ella espera que sus alumnos gocen de los beneficios de la tecnología en un futuro cercano. Foto EDH/ Menly Cortez

La hermana de la docente le aconsejó que no se preocupara y que de alguna manera iban a solucionar el problema. Fue en ese momento que le aconsejó comprar una cuatrimoto y ella aceptó a pesar de no saber manejarla.

La compra estaba en marcha pero mientras el producto no llegaba la docente buscó otras opciones para viajar hasta El Cerro, una de esa fue la contratación de un jeep, durante un mes y medio, en el que le cobraban $20 dólares al día. “no me importaba y de alguna manera voy a recoger esos $20 diarios para pagar y venir a dar clases”.

Luego de ese periodo llegó la cuatrimoto y a la docente solo le bastaron dos días para aprender a manejar ese aparato. Fue el martes 18 de junio del año pasado cuando subió hasta la escuela a bordo de su nuevo medio de transporte, “mi anhelo de dar clases me ha impulsado a hacer todo esto, algo que jamás me imaginé que a los 50 años fuera a agarrar una cosa de esas en estas calles, tan peligrosas, con barrancos”, detalla.

Ha pasado un año y medio de uso del medio de transporte y a la maestra le preocupa que el vehículo comenzó a presentar fallas, el motor se calienta y para llegar a la escuela debe hacer no menos de tres paradas para que se enfrié. Cuenta que le aconsejan que compre otra con un motor de doble potencia, pero lamenta que no lo puede hacer porque son muy caras.

“Lo único que me entristece es que esa cuatrimoto no me va a durar mucho, pero sé que dios va a proveer una mucho mejor. La idea de un vehículo era para traer al maestro, era el objetivo pero mi idea era que de la alcaldía nos brindaran un vehículo, pero necesita gasolina, no camina solo. La idea de una cautrimoto grande para traerme al director pero la que tengo no aguantó con los dos.

Donde lo veo en el camino y le paso, me siento triste porque no me lo puedo traer”, detalla.

Maestra Interina

La profesora lleva un año y medio como maestra interina,  pero no pierde la fe que el Ministerio de Educación pronto le dará la plaza vacante del Cerro  porque ella no pide que le otorguen plaza en la zona urbana sino en el cantón al que tanto le ha tomado cariño.

“Un año y medio de estar de interina y con la esperanza que el otro año tenga mi interinato nuevamente. Fuera fabuloso que me dieran la plaza. Estoy trabajando con todo mi amor y cariño para los niños y si el otro año se me permite venir al Cerro con gusto lo haré, pero yo anhelo mi plaza y la quiero aquí porque aquí quiero terminar mis últimos años  de trabajo”, detalla.

Ceci, la maestra de Armenia que viaja en cuadrimoto para revisar las tareas de sus alumnos que viven en El Cerro