Don José, el anciano que vivía en un microbús ya tiene un lugar seguro para vivir

Luego de una publicación hecha por El Diario de Hoy, una pareja altruista decidió apadrinar a don José, haciéndose cargo de sus gastos de vivienda y salud.

Desde el 16 de diciembre, la realidad de José González es otra. Los días de frío han quedado atrás, pues ahora duerme tranquilo y seguro en un cuarto.

Por Damaris Girón

2020-12-21 7:00:37

José González, el anciano que dormía en un microbús en los alrededores del mercado San Miguelito, cierra el 2020 con entusiasmo y esperanza, pues ahora, gracias al apoyo de personas altruistas tiene un techo para dormir.

En noviembre de este año, El Diario de Hoy publicó la historia de González, quien desde el inicio de la cuarentena se quedó sin hogar y tuvo que enfrentar las inclemencias del clima y la pandemia solo, en las calles de San Salvador.

Desde el 16 de diciembre, la realidad de José González es otra, los días de frío han quedado atrás, pues ahora duerme tranquilo y seguro en un cuarto ubicado en los alrededores de la iglesia Don Rúa.

LEE TABIÉN: “Al no poder pagar el cuarto, me sacaron a la calle”. La historia de don José, quien vive en un microbús

Foto: Jonatan Funes

“Un matrimonio me sacó de allá donde yo estaba en el microbús y me trajeron para acá. Me dijeron: nosotros le vamos a comprar su cama y así fue, me dieron la cama, el ropero, todo”, dice González con una sonrisa en su rostro.

Él cuenta que la pareja de esposos se ha comprometido a ayudarle a pagar el cuarto, además de seguir pendientes de él en caso de cualquier emergencia médica.

FOTOS: José González, el anciano que paga $1.50 al día para dormir en un microbús

“Nosotros vimos la publicación del diario, arranqué la página y la metí a mi bolso. Pasaron como 15 o 20 días y en cuanto pude lo fui a buscar al Comedor mamá Margarita”, cuenta Ester Castro, una de las dos personas altruistas que ha ayudado a González.

Los esposos Ester y Jorge Castro, explican que con el apoyo de amigos y familiares lograron reunir el dinero para pagar el alquiler del cuarto. “La cama de la casa la sacamos”, dice Jorge.

Foto: Jonatan Funes

“Teníamos una cama que no estábamos utilizando y dijimos, se la vamos a llevar a don José para que duerma como un rey”, cuenta Ester.

Para Jorge aún no son las condiciones adecuadas, pero sí es una mejoría de su antigua situación. “Quisiéramos que tuviera su lugar para colgar ropa, su televisión, pero poco a poco vamos a hacer las cosas”, dice.

Los esposos Castro son una pareja altruista que ha colaborado haciendo donaciones y repartiendo comida a los más necesitados desde el año 2000, su mayor sueño es tener su propio asilo para ancianos de escasos recursos, que permita a este sector de la población acceder a un trato digno y gratuito en su vejez.

“Nuestro sueño es que nuestros adultos mayores que tanto trabajaron ya, se sientan felices y sus últimos días los pasen en paz, contentos”, afirma Ester.

La pandemia lo dejó sin hogar

Según el anciano de 88 años, antes de la pandemia, uno de sus hijos le enviaba dinero desde Estados Unidos para poder pagar el alquiler de un cuarto, sin embargo, con el inicio de la cuarentena perdió la comunicación con él y se quedó sin apoyo económico.

“Tenía un cuarto alquilado, pero desde la cuarentena ya no pude agarrar el dinero y el señor donde (vivía) ya no le pagué y me sacó a la calle”, se lamentaba González. Él recuerda que el momento en que se quedó sin un lugar donde vivir, coincidió con la temporada de lluvias en el país.

Don José vivió por cuatro meses en un microbús que está estacionado en los alrededores del mercado San Miguelito. Pagaba $1.50 al día. Foto EDH/ Menly Cortez

“Dormía en la calle y a los días ya tenía gripe. Yo estaba desesperado porque nadie me llevaba donde los médicos, pero al final me pasó con el poder de Dios”, dice.

González explica que durante esa época tuvo que buscar techos donde dormir para refugiarse de la lluvia y rebuscarse en los alrededores del mercado para que alguien le regalara algo para comer ya que el comedor comunitario, donde antes le daban dos tiempos de comida, estaba cerrado por la cuarentena.

Buscando una alternativa para dejar de dormir en las calles, González habló con un amigo para que le permitiera quedarse a dormir en la parte de atrás de un antiguo microbús y este aceptó, bajo la condición de que debía cancelar $1.50 a diario. Vivió en el microbús, sin acceso a los servicio básicos de higiene durante cuatro meses, hasta que los esposos Castro le brindaron ayuda.

Noticias de su hijo
Don José González ahora tiene un espacio seguro para descansar, pero siempre llega al Comedor mamá Margarita para recibir su desayuno, su almuerzo y un poco de contacto humano, pues aunque su nuevo cuarto queda bastante cerca del comedor, González prefiere quedarse en los alrededores platicando con sus amigos.

Foto: Jonatan Funes

En el transcurso del día, mientras platica con otros ancianos, también se mantiene pendiente de la calle por si llega el encomendero que le entregaba el dinero que su hijo enviaba desde los Estados Unidos.

“Los tiempos están malos, yo lo entiendo a él (a su hijo). Espero poder contactar con él en algún momento, cuando las cosas mejoren”, dice José González. A raíz de la pandemia, don José ya no supo nada de su hijo y la persona que le llevaba su ayuda no apareció más.