“Estaba acostumbrada a estar en la oficina. Algunas de mis amigas me dicen que cambié los tacones por las botas”, resume Linda Sigüenza al relatar la percepción de sus amistades cercanas ante su inesperado ingreso a la Armada de los Estados Unidos.
Linda, una carismática joven de 25 años, buscaba mantener su condición migratoria como residente en Estados Unidos, y eso la motivaba a viajar entre El Salvador y el país de Norteamérica con cierta regularidad.
Entre ese ir y venir, Linda junto a Margarita, su madre, consideraron la posibilidad que la joven buscara empleo en ese país, sin pensar el rumbo poco usual que la vida de la joven estaba por tomar. En ese momento iniciaba 2021.
“Con ella (madre) hablamos sobre todo lo que mucha gente pasa para estar allá, y yo ya tenía un poco más fácil la posibilidad. Así que buscamos las entrevistas en empresas de Estados Unidos; lo curioso es que el día que llegamos me contactó el reclutador de la Army”, relata Linda.
La joven salvadoreña, titulada en Comunicaciones, se ha esforzado por vencer las dificultades en su nuevo trabajo, el cual considera un verdadero reto en su vida
La búsqueda de empleo en Estados Unidos estaba planeada para una semana, hasta habían entrevistas pactadas con empresas de California, pero la llamada desde la Armada cambió el horizonte.
“Consideramos la posibilidad y los beneficios, ante todo se lo encomendamos a Dios, dijimos que si esos eran sus planes todo se daría”, relata doña Margarita.
En los días posteriores hubo múltiples pruebas de conocimiento y físicas; después hizo un breve retorno a El Salvador. En la misma estadía renunció al que había sido su trabajo en los últimos meses, en una administradora de pensiones.
Linda, quien se graduó de Comunicaciones integradas al marketing en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera, y también tiene maestría en Dirección estratégica de empresas, calla al ser consultada sobre su labor en la Armada estadounidense, pero sí comenta que recién terminó la fase de entrenamiento.
“Quizás algo que costó es aprender sobre el uso de armas, nunca había usado una, la primera vez hasta se me hizo un morete, no sabía cómo apoyarla. Otros tenían la ventaja de tener la costumbre de cazar”, dice.
La diferencia cultural y de idioma la va resolviendo cada día, la joven asegura que las bases que tenía de inglés le ayudaron, pero confiesa que sí ha debido esforzarse por ampliar su conocimiento en ese espacio.
Lo físico fue superado con facilidad, pues ella siempre ha practicado diversas disciplinas deportivas.
“En lo cultural, por así decirlo, lo más diferente que se vive es la frialdad del trato, los latinos somos más cercanos, nos ayudamos más entre nosotros; los estadounidenses son más lejanos”, explica Linda.
Comenta que hasta hoy ha tratado con personas de diferentes nacionalidades, ninguna salvadoreña.
La madre relata que a su hija, de pequeña, siempre le gustaron las series de televisión donde hay investigaciones, y considera esta como la oportunidad o puerta para realizar aquel sueño.
Tanto Margarita como Linda ven lejana la posibilidad de participar en un conflicto bélico: la primera considera que será Dios quien decida; mientras, la joven estima que por la estructura del ejército estadounidense, ella sería de las últimas en ser enviadas a una guerra.
Linda, quien volvió de nuevo al país en noviembre por compromisos familiares, aún valora el futuro al terminar su contrato actual de dos años y medio en el ejército de EE. UU.: una puerta que no estaba en sus planes, pero la cruzó y ha cambiado su vida.