Gloria guarda las marcas de la masacre e incendio de microbús

El domingo 20 de junio de 2010 murieron 17 personas dentro de un microbús en el municipio de Mejicanos, Colonia Montreal, que fue incendiado por pandilleros. Gloria y sus hijas sobrevivieron a la tragedia y comparten sus testimonios de vida.

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Gloria, desde que tiene memoria, se dedica a la venta informal de verduras, con la cual ha logrado sacar adelante a sus hijas. Foto EDH/ Francisco Rubio

Por Francisco Rubio

2021-06-20 9:35:57

Gloria, nombre ficticio, desde que tiene memoria se dedica a la venta informal de verduras, con la cual ha logrado sacar adelante a sus hijas. Su madre la llevaba desde los ocho años a vender. Su única herencia es un puesto de ventas informales. Intentó trabajar en otros lugares, pero fue despedida al quedar embarazada. En el año 2010 la más pequeña de sus hijas tenía 9 años y su otra tenía 11.

Hace 11 años Gloria y sus hijas viajaban en un microbús de la ruta 47, minutos después de que lo abordaran el transporte fue secuestrado por pandilleros de la mara 18, quienes luego quemaron el vehículo con los pasajeros dentro y si eso no bastaba, dispararon contra las personas que quisieran salir del microbús.

Las tres, al recordar o escuchar mencionar el hecho, se voltean a ver, intentando llegar a un acuerdo visual de cómo reaccionar. Hasta el día de hoy, no pueden olvidar el día de la masacre ni los días que le siguieron.

Su relato

Gloria es una mujer dedicada a sus hijas, desde hace 20 años sigue la misma rutina de trabajo de lunes a domingo para poder sostener los gastos del hogar y estudio, pero los fines de semana en la tarde, eran para poder compartir con sus hijas. “Siempre he pensado que no hay que tener mucho dinero para llevar a pasear a los hijos” comenta.

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El domingo 20 de junio del año 2010, Gloria llevó a sus hijas a pasear al parque Cuscatlán. Caminaron, comieron y se divirtieron tanto que perdieron la noción del tiempo, “Hasta nos tuvieron que sacar del parque porque ya era algo noche” comenta entre risas Gloria. Caminaron hasta el parque Infantil para lograr tomar su transporte a casa. Al subirse al microbús de la ruta 47, las tres se quedaron profundamente dormidas por el cansancio del trabajo y la diversión. “Desperté al escuchar a un joven, bien lo recuerdo, gritándole al motorista que se desviara, desde ahí ya no me acuerdo de nada. He intentado, pero lo único que recuerdo son los disparos”.

Luego del hecho, pasó más de un mes hospitalizada, en ese tiempo sufrió dos paros respiratorios.
Foto EDH/ Francisco Rubio

Su hija menor, a quien llamaremos “Ana”, recuerda los sonidos de los disparos, las personas gritando y el calor que sentía alrededor de ella. “Fue como que estuviera encerrada en una burbuja, solo estaba ahí de pie, en medio de todo lo que estaba pasando”. Ana volvió a la realidad al caer al suelo, ya que su madre tomó a sus dos hijas y las tiró como pudo por una ventana “Yo ni sé de dónde logré sacar fuerzas, pero tenía que sacarlas de ahí” comenta Gloria.

Luego de sacar a sus hijas del microbús, ella saltó también y quedó tendida en el suelo. Ana se colocó encima de su madre para protegerla. Alrededor había más personas que llamaron a la Policía. Al llegar se llevaron a las dos menores en un pickup y dejaron a Gloria en el suelo, ya que pensaron que ella había muerto en el lugar. Ana y su hermana mayor iban en la cama del vehículo con otras personas, quienes llevaban sus ropas quemadas, no terminan de comprender qué acababa de pasar.

Duros momentos en el hospital

Al llegar al hospital, Ana pidió que la bañaran porque sentía el calor del fuego, luego de eso quedo profundamente dormida. Al día siguiente, Ana se levantó asustada y preocupada porque era lunes, tenía que ir a la escuela y no encontraba su uniforme ni sus útiles. Al hospital llegó una de sus tías que se había enterado de lo que pasó, se quedó con Ana y su hermana mayor, porque Gloria se encontraba en otro hospital.

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Gloria despertó sin saber dónde se encontraba hasta que otro paciente se acercó y le recordó lo que había pasado, “Quemaron el microbús donde venía” le dijo. Buscó con la mirada a sus hijas y al no encontrarlas se alteró, tuvieron que dormirla. Más tarde una enfermera le comentó en qué hospital se encontraba y donde estaban sus hijas, pero sentía desconfianza, ya que pensaba que lo decían solo para calmarla.

Una de las hermanas de Gloria se quedó con sus hijas y otra se quedó con ella. Para pagar los exámenes médicos, ella contó con la ayuda de otras mujeres vendedoras, quienes recolectaban dinero para entregárselo a sus hermanas y ellas lo distribuyeran. Normalmente no se permitían las visitas por precauciones de seguridad, pero un día logró entrar la hermana de Gloria donde ella. La encontró con los ojos blancos, convulsionando.

Al estar expuesta al humo sus pulmones quedaron saturados, por lo que tuvo dos paros respiratorios, uno más fuerte que el otro, hasta tuvo que poner su huella en un documento por si procedían a intubarla.

Al día siguiente llegó un doctor a visitarla, y le dijo:

-¡Sos fuerte va, te nos estabas yendo!

-No, no me acuerdo de nada.

-Estuvimos a punto de intubarte, pero de la nada te recuperaste, si me dejaste sorprendido. Te vamos a mandar a otro hospital porque allá hay mejor equipo.

Al llegar al otro hospital, Gloria fue mejor atendida y lograron estabilizarla, pero sufría mucho de fiebres altas y sentía que tenía pus en la parte de atrás de su cabeza. Al comentarlo con una enfermera mandaron a hacerle una radiografía. Para sorpresa de todo el personal médico, ella tenía un proyectil de bala alojado en su cabeza. Llegó el doctor y se la extirpó como cuando extirpan un barro del rostro. “Pensé en robarla del expediente para que las personas me creyeran”, comenta entre risas.

Lo único que no se quemo ese día fue una fotografía que tomaron horas antes del hecho.
Foto EDH/ Francisco Rubio

Su hija Ana y su hermana mayor estuvieron ocho días en el hospital aunque los doctores querían enviarla mucho antes a casa porque Ana pasaba jugando, así que no veían necesidad de tenerla bajo observación.

Ella sufrió de quemaduras en sus manos. Algunas veces llegaron sus compañeros de estudio a visitarla con carteles, ella los veía desde la ventana del hospital. Después de los ocho días fueron enviadas a casa con su tía.

Lo más difícil para Gloria eran las curaciones de las quemaduras. Lloraba solo de ver que llegaba el doctor. Un día llegó su hermana con una foto de sus hijas para darle ánimos. El impacto fue al llegar a la casa y verlas ahí, fue como despertar de una pesadilla muy larga. Había pasado más de un mes en distintos hospitales.

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La vida después del ataque

Ana estudiaba tercer grado en ese momento, en el instituto donde estaba, todos sabían lo que había pasado, desde los más pequeños hasta los más grandes, el problema era la ubicación del centro escolar que se considera aún, una zona peligrosa.

Ella solo llegó un día a la escuela y luego ya no fue, por el mismo miedo de que algún alumno dijera algo o comentara algo afuera del centro escolar. Terminó el año con guías, luego se cambió de escuela, pero el caso fue tan conocido que en este otro centro estudiantil, ya sabían quien era ella, una sobreviviente. Desde entonces Ana se apartó de las personas y comenzó a juntarse con personas que ya conocía.

Gloria no puede pasar por el lugar donde ocurrió la masacre, ya que le trae recuerdos dolorosos, aunque a veces intenta recordar para entender mejor que pasó adentro del microbús. “Me indigna ver tanta cosa, que pagamos justos por pecadores. En el microbús todos éramos inocentes”, comenta Gloria.

Además Gloria comenta que en su lugar de trabajo vive tensa, ya que de un momento a otro pueden ocurrir balaceras. Desde que ocurrió el hecho, al momento de subirse al bus no puede dejar de estar alerta a todo lo que pase.”Cuando voy sola, acepto que me tranquilizo, pero cuando viajo con mis hijas estoy pendiente de todo. Doy mi vida por la de ellas”.

Uno de los proyectiles estuvo alojado en su cabeza por días hasta que le realizaron una radiografía, ya que se quejaba de un dolor en la parte trasera de su cabeza.
Foto EDH/ Francisco Rubio

“Es difícil saber que no se cuenta con el apoyo del Estado, pero es una contradicción lo que se oye en las noticias con la realidad, no estamos seguras”, dice Gloria. En ocasiones Gloria pasa cerca del parque Cuscatlan y recuerda la banca donde estuvo con sus hijas. Ese día se tomaron una foto, la cual curiosamente fue lo único que no se quemó.

La fotografía tiene impresa la hora y la fecha, por eso nunca olvida ese día.

Gloria y sus hijas sueñan con un mejor futuro. La madre ha pensado en irse al extranjero como “mojada” pero sus hijas le piden que no lo haga, que no se separen. El mayor deseo de Gloria es que sus hijas, ya de 20 y 22 años y una pequeña que actualmente está en el kínder se vayan del país, ya que temen por su futuro, en especial de la más pequeña. “Hace poco pensé en viajar con las caravanas, pero no podía dejarlas en este lugar. Ojalá algún día se cumpla ese sueño”.