Trabajaban como policías del Centro Histórico, pero en su tiempo libre eran sicarios y ladrones

Fuentes aseguran que la captura del policía Élmer Otilio Cerón Esperanza no es por intentar matar a otro policía durante un asalto, sino que iban directo a matar a uno de los jefes de una asociación de vigilantes que da seguridad a vendedores de mercados capitalinos y sus alrededores.

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Foto René Quintanilla

Por Jorge Beltrán Luna

2020-05-07 3:53:55

Marcos Bolaños Hernández y Élmer Otilio Cerón Esperanza andaban con licencia aquel 31 de mayo de 2018, cuando intentaron matar a una persona cerca de la Universidad Luterana, en el kilómetro 3 de la carretera hacia los Planes de Renderos.

El miércoles anterior, la Fiscalía General de la República (FGR) informó que Cerón Esperanza era el policía que acompañaba a Bolaños, el agente que murió durante el intento de homicidio y robo de un teléfono celular a otro policía.

Pero lo cierto es que la víctima no es policía, sino el jefe de una empresa de seguridad con la cual, desde hace años, varias estructuras de la Mara Salvatrucha (MS-13) mantienen una lucha por agenciarse la seguridad de miles de vendedores del Mercado Central y sus alrededores.

Aquella última tarde de mayo tenían trabajo que hacer. Iban a matar a S.P., el principal dirigente de la empresa de seguridad de vigilantes independientes.

Agente de la Policía, Élmer Otilio Cerón Esperanza, acusado de robarle un celular e intentar matar a otro agente policial.Foto EDH / Cortesía

Los vigilantes de esa empresa, más bien asociación, cobran todos los días a los vendedores del mercado Central y de las calles aledañas, desde dos “coras” hasta dos dólares a cambio de seguridad y de mantener a raya a los pandilleros extorsionistas. De esa forma se hacen su sueldo y aportan un porcentaje para la empresa, para pago de seguros de vida, médicos, comunicaciones y otros gastos.

No era la primera vez que S.P. sufría atentados contra su vida y por ello solía andar acompañado de gente armada que lo cuidaba. Pero aquel aquella tarde asistió a un evento religioso sin su seguridad, aunque siempre andaba su arma personal. S.P. fue miembro de los extintos cuerpos de seguridad pública durante el conflicto armado.

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Aparentemente, los dos policías ya le daban seguimiento al jefe de vigilantes desde que este participaba del evento religioso en la iglesia a la que solía asistir porque la víctima y sus acompañantes se percataron muy pronto, de que una motocicleta con dos hombres los seguía en el trayecto. Sin embargo, no le dieron importancia.

Al llegar a la altura de la comunidad Modelo, S.P. estacionó el microbús en que se movilizaba junto a otras personas; las fuentes recuerdan que uno de los acompañantes se iba a bajar del auto. S.P. también se bajó, se dijeron algo y fue entonces que la moto también se detuvo y los hombres se le acercaron pistola en mano y sin decir nada le hicieron varios disparos.

S.P. cayó al suelo, la otra persona logró escapar ilesa.

Cuando uno de los policías se le acercaba a S.P. para rematarlo, la víctima logró reaccionar y le asestó varios disparos al delincuente, quien logró escapar en la misma motocicleta con rumbo hacia los Planes de Renderos.

La sorpresa para los parientes y amigos de S.P. fue mayúscula cuando estando en el hospital a donde lo atendían, escucharon en las noticias que un agente policial había sido emboscado por delincuentes que lo habían acribillado a tiros en las proximidades de la Universidad Luterana y que minutos después había muerto en un hospital. La foto era la del mismo hombre que minutos antes había acribillado al jefe de la empresa de seguridad.

Aunque inicialmente la cuenta en Twitter de la Policía Nacional Civil (PNC) informaba que el policía había sido atacado por un grupo de pandilleros, no pasó mucho tiempo para que trascendiera que el hecho había sido tergiversado. El delincuente era el policía Marcos Bolaños Hernández.

Al siguiente día, en una entrevista matutina, el entonces director de la PNC, Howard Cotto, afirmó que el policía Bolaños Hernandez había muerto mientras cometía un acto delictivo.

Ese mismo día, 1 de junio, en WhatsApp también circuló un mensaje de personal policial que decía: “Señores, se les comunica que ayer fuimos a ver el procedimiento del compañero fallecido y les comunico que el compa andaba robando con otro compañero en una moto y una de las víctimas del robo se defendió y mató al compañero; el otro compa ladrón se quedó en la escena, dio una versión diferente pero no dijo que andaba con el fallecido y de pronto se fue de la escena y hoy le tocaba presentarse y no se ha presentado a laborar ya que hay víctimas que identifican al otro compañero”.

Sin embargo, fuentes de El Diario de Hoy afirman que tampoco es cierto que el móvil del ataque haya sido el robo del teléfono celular que andaba S.P., como también lo afirma la Fiscalía en el comunicado emitido tras la captura de Cerón Esperanza.

A las fuentes no les queda duda, dicen que los dos policías fueron directamente a matar a S.P.; el teléfono que la víctima cargaba no era un teléfono caro y la manera en cómo se le aproximaron no fue la de un robo sino que hubo un seguimiento, posiblemente desde que estaba en un templo, participando de la actividad religiosa.

La incógnita que les queda es quién estaba detrás del intento de homicidio; si esos policías estaban al servicio de una estructura criminal, si es la misma que por años le ha disputado el negocio de la vigilancia a los vendedores del Mercado Central y de sus alrededores.

De una cosa sí están seguros, afirman: no era a un policía al que intentaron matar.

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