Estudio detecta alto índice de suicidios en la población LGBTI salvadoreña

El departamento de Psiquiatría y Salud Mental del Seguro Social (ISSS) enumera las dificultades que enfrenta esta población, iniciando con el rechazo de su propia familia.

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A escala mundial la población LGBTI se mantiene altamente vulnerable a ser víctimas de suicidio

Por Xenia González Oliva / @begoliva

2018-12-11 12:10:02

A escala mundial la población LGBTI se mantiene altamente vulnerable a ser víctimas de suicidio o padecer depresión ante el estrés, aislamiento social que enfrentan, así como la falta de servicios de salud y soporte adecuado ha indicado la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta realidad también persiste entre la población LGBTI de El Salvador.

La Consulta Nacional sobre realidades LGBTI realizada por la Secretaría de Inclusión Social (SIS) en 2012 determinó que el 61.7 % de las personas entrevistadas conocían a una persona LGBTI que se había suicidado mientras que el 58.3 % conocía a alguien que había intentado suicidarse más de una vez. La consulta indicaba que esta situación es una de las graves consecuencias de la presión que sufre la población LGBTI por encajar en la sociedad y de los ataques y abusos que sufren. “Son altamente vulnerables. La cantidad de ellos que se matan e intentan matarse, si lo comparamos con el resto de la población, es alta”, dice el psiquiatra Nelson Miranda.

Ana Cardoza, jefa del departamento de Psiquiatría y Salud Mental del Seguro Social (ISSS), enumera los problemas que enfrenta la población LGBTI, iniciando con el rechazo de su propia familia, las dificultades para seguir estudiando y obtener un empleo, sobre todo si se trata de personas trans.

Haber realizado una denuncia en su cuenta de Twitter fue el detonante para que Andrea Ayala, directora del Espacio de mujeres lesbianas salvadoreñas por la diversidad (Esmules), recibiera una cadena de mensajes, que iban desde insultos a amenazas de violaciones correctivas y de muerte. “Todo venía centrado en mi orientación sexual. Es el mejor reflejo del contexto en el que las mujeres lesbianas y bisexuales vivimos en el país”, dice Ayala.

“Poder saber cómo asimilar esa cantidad de odio que se genera por ser quienes somos y amar a quienes amamos, obviamente que se traduce en tener una salud mental bastante frágil si no se sabe acompañar”, agrega. Ayala considera que si una persona no cuenta con las herramientas a la mano para poder manejar el odio que la sociedad mantiene contra la población LGBTI es fácil llegar a la conclusión que la única forma de gestionar todo es desapareciendo.

La presión y el sentimiento de culpa persigue tanto a las personas que “han salido del clóset” como a las que aún no lo han hecho. “Es difícil poder gestionar toda esa presión, todo ese aislamiento, la soledad que se vive, el miedo, el temor a perder el empleo, a perder la familia, la comunidad, las amistades”, dice Andrea.

En lugar de ser un momento liberador, Andrea se enfrentó con una dura experiencia cuando “salió del clóset” ante su familia a los 15 años: perdió a sus amigos del colegio y pasó por un proceso de terapia de conversión. “En esa etapa de mi vida yo contemplaba el suicidio como una posibilidad. Me acuerdo que pensé que como aquí todo mundo sufre, mi papá y mi mamá lloraba porque era lesbiana; mis amigas me decían que no querían que pensara que eran como yo”, recuerda. Andrea le da las gracias al fútbol, a su interés por los derechos humanos y a su pareja, quien en ese entonces fue de las únicas amigas que no le dio la espalda, por haberle ayudado a superar esa etapa.

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El intento de suicidio es la principal causa de intoxicación con plaguicidas según un estudio del Ministerio de Salud. Entre los años 2006 y 2017, un total de 2,164 personas murieron por envenenamiento con plaguicidas, accidental o intencional, de acuerdo al registro de muertes hospitalarias.

Actualmente no son pocos los casos que Esmules recibe de personas en crisis, que escriben buscando ayuda a la medianoche o llegan a la asociación. “No son casos aislados. Nos pasa mucho, llegan con historias como: ‘Me acaban de sacar de mi casa, ¿Me puede dar dónde dormir? ¿Sabe dónde puedo ir?’”. En Esmules han comenzado a crear un directorio de psicólogos que puedan donar su tiempo y acompañar a las personas sin discriminarlas.

La situación es similar en la Asociación Solidaria para Impulsar el Desarrollo Humano (Aspidh Arcoiris Trans), dice su directora, Mónica Hernández. Ellos no tienen psicólogo de planta, por lo que han tenido que hacer alianzas con universidades. “Nos preocupa bastante el no poder contar con recursos para poder brindar una atención psicológica primeramente o de atención a personas en crisis. A nosotras mismas nos toca atender a personas en crisis y no somos profesionales psicólogas”, menciona. Tienen casos de mujeres trans que llegan inmediatamente después de haber sido agredidas o amenazadas.

“Lamentablemente las organizaciones no contamos con fondos para ese tipo de proyectos, generalmente recibimos fondos para temas de VIH, pero las poblaciones ya no solo mueren por VIH. Necesitamos fondos para otros tipos de necesidades”, dice.