La sangrienta represión de las manifestaciones multitudinarias de abril de 2018 marcó un quiebre para el régimen de Ortega. FOTO EDH / ARCHIVO
“Ortega está extremadamente aislado y te diría confrontado con el sector empresarial que en algún momento le apoyó, así como la Iglesia Católica y su Conferencia Episcopal y sectores que le apoyaron, como los militantes sandinistas y sus descendientes que en un momento lo respaldaron”, subraya Jarquín.
Según el político, buena parte de los 700 detenidos en las protestas y que fueron liberados entre mayo y junio de 2019 eran militantes o descendientes de familias sandinistas.
Esto marcó la separación entre unos y otros.
Rechazo internacional
“Dejando atrás el régimen de Ortega” significa el aislamiento internacional. Antes había una suerte de complacencia nacional e internacional, pero esto terminó en abril de 2018, afirmó.
En los últimos meses, el régimen de Ortega ha recibido sanciones de parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Suiza y otras naciones.
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El pasado 22 de mayo, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos aplicó sanciones al jefe del Ejército, general Julio César Avilés.
Suiza ordenó sanciones también la semana anterior contra seis altos funcionarios orteguistas, involucrados en graves abusos de derechos humanos.
El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, pidió la semana anterior a los miembros del organismo que declaren que se rompió “gravemente” el orden democrático en Nicaragua, lo que podría desembocar en la suspensión del país como integrante del grupo. Y la presión internacional se mantiene y crece por momentos.
Por eso, dice Jarquín, “dejando atrás el régimen de Ortega” significa que más temprano que tarde Ortega tendrá que abandonar el poder.
¿Y eso será pronto? Porque el título del libro refleja inminencia, le preguntamos.
Salida electoral en 2021
Jarquín explica que la sociedad democrática de su país apuesta por una salida electoral a la dictadura de Ortega. Y va más allá al pensar que “por primera vez en nuestra convulsiva historia podríamos derrotar una dictadura por medios pacíficos”. Esa oportunidad será el primer domingo de noviembre de 2021 cuando están previstas elecciones.
Jarquín explica que la presión nacional y las presiones y sanciones internacionales están orientadas a que esos comicios sean bajo condiciones que garanticen como mínimo los estándares internacionales, “para que podamos tener elecciones creíblemente democráticas”.
¿Qué papel juega el Ejército? Más bien ha sostenido al régimen todo este tiempo, reflexionamos…
Jarquín reconoce que el Ejército no desarmó a las fuerzas de choque paramilitares que reprimieron las protestas con la policía, pero destaca que en cinco ocasiones el Ejército como institución ha reiterado que “está comprometido con una salida pacífica de la crisis”.
“Las elecciones del próximo año tienen el potencial de ser esa salida pacífica de la crisis política en Nicaragua y es una oportunidad para que el Ejército pase del respaldo a una salida pacífica a que esa salida pacífica implique que haya condiciones mínimas para tener en noviembre elecciones creíblemente democráticas”, dice el autor.
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El Ejército se pronunció el viernes pasado en ese sentido con motivo en una reunión virtual de la Conferencia de las Fuerzas Armadas de Centroamérica.
En esa junta, los militares nicaragüenses no fueron representados por el sancionado general Avilés, porque se dice que está vetado por sus vínculos con el régimen, sino por el Jefe del Estado Mayor, general Bayardo Rodríguez, fue el que representó al estamento militar nicaragüense.
Si bien el jefe del Estado Mayor se pronunció respaldando el rechazo a las sanciones de Estados Unidos contra el general Avilés, de inmediato reiteró que “su deber es el apego a la Constitución y las leyes de Nicaragua”.
“Estas declaraciones son la que nos animan a pensar que el Ejército puede pasar de respaldar una salida democrática a la crisis a respaldar elecciones en condiciones creíblemente democráticas el próximo año”, dice Jarquín.
Un hecho incontrovertible es que con Ortega “es absolutamente imposible recuperar los niveles de crecimiento económico que teníamos antes de la crisis”.
Pero lo peor para él es que “jamás” va a poder recuperar la confianza de las instituciones financieras internacionales y de los inversionistas, porque cualquier inversionista en su país sería cuestionado por realizar negocios en la Nicaragua bajo Ortega.
Para Edmundo Jarquín, todo lo anterior “no sólo marca una expectativa basada en la esperanza sino en la realidad”.