Blanca Rubidia no puede dormir, ha perdido el apetito durante el día. Aunque está rodeada de varias personas, a veces rompe en llanto. Aún le cuesta creer que su bebé está muerto y lo que más le causa dolor es que ni siquiera pudo estar en el entierro, al que asistieron decenas de personas que se conmovieron por la forma en que falleció su hijo menor.
Rubidia es una mujer humilde a quien le cuesta expresar las ideas y le avergüenza llorar en público, pero ahora cada vez que no puede contener sus lágrimas, lo único que hace es cubrir su rostro con las manos. Como todos los días, el jueves 18 de marzo se levantó a las 4 de la mañana para ir al río a lavar la ropa de sus hijos, sin sospechar la tragedia que le esperaba esa tarde.
Lee también: Policía es acusado de tres homicidios en la zona oriental
Ella relata que en la mañana realizó unos mandados fuera del pueblo, mientras su padre y su prima cuidaban de sus hijos. Al regresar, se fue a su casa, al pie de una quebrada donde no tiene acceso ni a los servicios más básicos, en el pasaje Barcelona del barrio Candelaria, en el municipio de San Francisco Chinameca.
En la vivienda de piso de tierra, en uno de los dos cuartos que mide unos tres metros por tres, se encontraban dos camarotes y una cama, en los que se repartían para dormir ella, su esposo Santos, y tres de sus cuatro hijos. El hijo mayor de la pareja dormía al lado, en el cuarto que también servía de bodega para las herramientas que Santos ocupaba en su trabajo como albañil.
Esa tarde, su hijo más pequeño, de nueve meses de edad, se durmió en uno de los camarotes y ella aprovechó para ir a la casa de su padre a dejar los “peroles” grandes que utilizaría al siguiente día, para cocinar los tamales que repartirían en el rezo de nueve días por la muerte de su madre, Blanca Daysi Martínez.
Su hija Gabriela se quedó cuidando al bebé, mientras ella se fue con la pesada carga. Al llegar a la casa de su papá, que queda a unos diez minutos caminando por veredas angostas y polvosas, le avisaron que su casa se estaba quemando.
Rubidia corrió lo más rápido que pudo por el camino de regreso, pero ya era tarde. Al llegar, la vivienda estaba envuelta en gigantescas llamas, ante la mirada de las personas que viven alrededor, pero que nadie se atrevía a apagar.
La mujer recuerda que gritaba desesperadamente por ayuda, luego se desvaneció. Su bebé yacía muerto dentro de la vivienda.
Cuando aún no terminaba de asimilar la muerte de su niño llegó la policía y con la excusa que debía firmar unos documentos se la llevaron para el puesto policial, ahí le informaron que quedaría detenida. Ella estaba tan mal en ese momento que no recuerda muy bien lo que le explicaron, pero en el documento judicial se lee: por el delito de abandono y desamparo.
Aunque los niños viven con ambos padres, el papá no fue detenido ni acusado por las autoridades.
La fiscal del caso Violeta Molina justifica que se procesó solo a la madre porque “ la que se encontraba en la vivienda con el cuido de los dos menores era la señora”.
Sin despedida
Rubidia relata que en medio del dolor de la muerte de su hijo fue interrogada por lo policías en el puesto de San Francisco Chinameca, quienes la acusaban de descuidar a su hijo por ir a visitar a un hermano que se encuentra detenido en las bartolinas de Zacatecoluca. Ella niega que ese día haya ido a visitar a su hermano preso.
Mientras sus familiares se encargaban de retirar los restos del bebé en Medicina Legal, Rubidia fue enviada a las bartolinas de Zacatecoluca. El rezo que había sido preparado para despedir a la madre de Rubidia sirvió para velar los restos del pequeño Samuel, en la casa de bahareque donde vive Francisco García, padre de Rubidia y abuelo del niño.
Rubidia relata que en las bartolinas no hizo más que llorar mientras permanecía sentada en el suelo de la celda, donde había cuatro mujeres más, quienes le preguntaban por qué delito la habían detenido.
El sábado por la mañana Rubidia se sintió peor, le invadió la desesperación, no podía parar de llorar, sin saber que en ese momento su hijo era sepultado en el cementerio municipal de la localidad. “Me dolió por que no vi a mi hijo cuando lo enterraron”, dice mientras llora.
Pobreza y dolor
Además, del dolor causado por la muerte de su hijo, Rubidia perdió todas las pertenencias que había obtenido un mucho esfuerzo, hasta un camarote que recién habían sacado al crédito y por el que deben pagar cada semana $5.
Rubidia niega que dejara descuidado a sus hijos y justifica que incluso se los lleva cuando va a lavar ajeno para ganarse $4 o $5 para ayudarle a su esposo quien trabaja como albañil, pero que hay épocas que no le sale nada y deben rebuscarse para mantener a sus cuatro hijos.
Gabriela, la hija de 13 años de Rubidia relata que ella quería hacer un café y cuando intentó encender el quemador de la cocina el fuego invadió todo el cuarto, por lo que ella tuvo que saltar por una ventana en una acción desesperada por sobrevivir. Según el informaciones del personal del Cuerpo de Bomberos en el día del incendio, el sistema de gas tenía una fuga. “Dios es grande que mi hija se tiró al barranco y sobrevivió”, dice Rubidia.
Desigualdad
Para Rubidia es injusto que no se le permitiera ni siquiera despedir a su hijo y que se le acuse de abandonarlo. Ella acepta que el último mes tuvo que dejar solos a los niños porque tenía que viajar al hospital Rosales, donde su madre permaneció ingresada un mes.
Blanca Daysi Martínez, de 54 años, madre de Rubidia, fue atropellada por un camión el 9 de febrero en Zacatecoluca, cuando regresaba de visitar a su hijo que está recluido en las bartolinas de esa localidad.
Según relata Rubidia, pasados cuatro días después del accidente le dieron el alta médica, pero aproximadamente ocho días después fue ingresada nuevamente debido a complicaciones.
Rubidia tenía que viajar al hospital para llevar las cosas que su madre necesitaba y que conseguía con la ayuda que le daban los vecinos y sus hermanos. “Yo iba solo con el pasaje, tenía que aguantar hambre, pero le decía a mi mamá que pronto se levantaría de esa camilla”, narra mientras se limpia las lágrimas.
El 9 de marzo Blanca Daysi murió. El responsable del accidente nunca fue localizado por las autoridades y tampoco respondió económicamente a la familia.
El 24 de marzo Rubidia enfrentó la audiencia inicial en su contra en el Juzgado de Paz de San Francisco Chinameca, por el delito de abandono y desamparo. Familiares y amigos se reunieron afuera de las instalaciones judiciales para apoyarla porque consideran injusto el proceso.
El proceso judicial pasó a la siguiente etapa, pero ella permanece en libertad viviendo en la casa de su “Mamá Chave”, como llama a una amiga de su madre, que le han acondicionado un espacio en una bodega.
"Nosotros tenemos el deber de aportar toda la prueba necesaria para acreditar la inocencia de Rubidia" expresó Lorena González Zura, coordinadora nacional para la defensoría penal de la Procuraduría General de la República.
Las medidas sustitutivas a la detención fueron una petición de la Fiscalía por no ser un delito grave.
Por momentos a Rubidia le invaden las lágrimas, trata de olvidar el dolor de perder a su hijo, ayudando a cuidar una nieta de su amiga.