Hay menos moluscos en el Golfo de La Unión y pescadores sufren efectos en subsistencia y venta

El deterioro de estas especies, según biólogos, puede haber comenzado incluso mucho antes de la mortandad ocurrida en noviembre de 2019

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Imagen de la almeja blanca, antes con buena cantidad de recursos como en esta foto de 2016, y hoy casi desaparecida en islas Perico y Periquito. / Foto EDH cortesía J. Barraza

Por Susana Joma

2021-01-02 9:59:03

Por lo menos cinco especies de moluscos bivalvos de las islas Perico y Periquito, del Golfo de Fonseca, están muy diezmadas, advierten con preocupación los biólogos Enrique Barraza y Armando Navarrete. Tal es el caso de los cascos de burro, ostiones, mejillones o “churrias”, almejas blancas, así como las llamadas almejas “mionas”.

El biólogo marino Barraza enfatiza que todos los bivalvos citados tienen una importancia alimenticia y comercial para los residentes de las islas, quienes han visto agudizada su ya difícil situación económica y tienen que buscar otras alternativas para subsistir.

Una marisquera aprovecha la marea baja en el Golfo de Fonseca, pero la imagen es de 2010, cuando había muchos más moluscos en el área. / Foto EDH cortesía J. Barraza

Barraza subraya que tras su última visita al sitio consultó a vendedores de mariscos del mercado de La Unión y confirmaron en que estos productos no les están llegando. Lo propio hizo Navarrete, de forma previa, entre comerciantes del mercado de Zacatecoluca, en donde obtuvo la misma respuesta.

El problema, según expresa Barraza, se extiende a las conchas conocidas como cascos de burro.

En noviembre de 2019, esta zona del departamento de La Unión se vio impactada por la muerte masiva de esos recursos.

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Navarrete identificó en ese momento, mediante muestreos y análisis, que el fenómeno está vinculado a la presencia del Perkinsus marinus, un protozoario reportado por primera vez en el país.

El protozoario mencionado es altamente letal para estos recursos costeros, algunos de ellos muy vulnerables como los ostiones de los manglares, indica.

Imagen de archivo, cuando había abundancia de moluscos en la isla Periquito. / Foto EDH cortesía J. Barraza

Consultado a fines de diciembre sobre esta problemática, Navarrete expresó que aún está pendiente de llevar a un Centro de Investigación de Ensenada, en Baja California, México, muestras de moluscos bivalvos para someterlas a un examen PCR, el cual confirmará que se trata del Perkinsus marinus. Ese proceso se ha vio frustrado en 2020 debido a la pandemia.

“Para ese caso hicimos conteo de abundancia, de lo que se llaman índices de biodiversidad en la zona y realmente sí (han disminuido las poblaciones), al principio comenzó a atacar a los moluscos más grandes pero después se llevó los pequeños también”, indica.

La drástica reducción de moluscos que se mantiene evidente ha llevado a ese biólogo a plantearse la posibilidad de que el protozoario patógeno llegó hace mucho tiempo a la zona y no había sido detectado, dado el caso de que los ostiones tienen entre 5 o 6 años de haberse reducido.

Su inquietud también coincide con el hecho de que en La Unión hay bancos de ostras grandes que están completamente muertos, algo que a su criterio tuvo que haber ocurrido hace años dado que ni siquiera alcanzaron a ser explotados o extraídos.

“No es que hayan desaparecido (estas especies). Están diezmadas y de difícil recuperación”, precisó, al consultarle si se pueden considerar extintas.

De acuerdo con lo expuesto por Navarrete, a la fecha no hay forma de eliminar o contrarrestar el parásito, porque incluso en algunos países que han intentado mejorar genéticamente moluscos, para hacerlos más resistentes a este microorganismo, no tienen resultados concluyentes.

También destaca que la zona del Golfo, de igual forma está afectada por la contaminación con heces fecales, un factor que no descarta sume en la disminución de estas especies de mariscos que tienen gran importancia comercial.

El doctor Enrique Barraza, biólogo marino e investigador asociado del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación (ICTI), de la Universidad Francisco Gavidia, detalló que décadas atrás todas esas especies eran abundantes, pero en 2019 por ejemplo los mejillones ya habían desaparecido.

Comentó que en octubre y diciembre de 2020, luego del confinamiento por la pandemia, logró visitar esa zona del Golfo de Fonseca y observó que continúa sin haber ostiones, mejillones ni almejas.

“La que se llama almeja miona, que era de las más abundantes ahí ahora hay muy pocas, hay como una o dos por metro cuadrado, cuando antes había unas 10 a 12 por metro cuadrado”, aseveró.

Coincide con Navarrete al advertir que la desaparición de las especies, entre ellos la ostra ostión pudo haber comenzado en 2013 o 2014, mucho antes de que ocurriera la mortandad.

Los mejillones, conocidos como “churria”, ahora no se ven tanto en las rocas del Golfo de Fonseca. / Foto EDH cortesía J. Barraza

Barraza hace notar que, de igual forma, la sobreexplotación, así como la situación de lluvias extremas que han afectado de forma constante al país puede haber alterado la salinidad, la química del agua y con ello favorecer el florecimiento de algún patógeno que contribuyó a reducir los moluscos.

“Los mejillones eran abundantísimos en las rocas de la isla Periquito, y (su desaparición) no puede deberse a un solo evento, sino que fue paulatino”, indica.

Impacto en otras especies

El especialista precisa que el fenómeno que ocurre en ese punto de La Unión no ha afectado a los caracoles, cangrejos, al gusano ni a otros organismos, pero deja claro que la desaparición de las ostras, mejillones y almejas sí ha provocado una alteración en el ecosistema.

“Ya lo hay (desbalance en el ecosistema). Esas piedras que estaban cubiertas de mejillones (…) Hoy está cubierta de unos animales que se llaman barnacles”, asegura.

Los barnacles son crustáceos, parientes de los camarones, pero a diferencia de la mayoría de los crustáceos que conocemos ellos hacen una concha como volcancito y viven fijos todo el tiempo. Cuando sube la marea se mantienen atrapando alimento y cuando baja se enconchan de nuevo.

Aunque Barraza explica que estos crustáceos pueden servir de alimento para otras especies, no funcionan para el consumo humano ni para comercializar como los moluscos que han disminuido.

Sostiene que: “Hay unos impactos todavía no medidos en la vida silvestre, porque muchos caracoles u otros animalitos marinos se alimentan de estos bivalvos, conchas, almejas, y ahorita han perdido su comida”.

Aunque no descarta que estas especies depredadoras pueden haberse adaptado a comer otras para poder sobrevivir, indica que esto ya es una alteración en el ciclo alimenticio.

El biólogo marino Barraza, tras señalar que tiene programado dar seguimiento a la problemática, detalla que también unos pulpos muy pequeños que antes eran abundantes ya no se ven hoy en día: “Esos igual, o están muy escasos o desaparecieron, no los logramos encontrar”.

Contaminación con heces fecales

El biólogo Armando Navarrete apunta que investigaciones previas han demostrado un alto nivel de contaminación fecal en el Golfo de Fonseca, particularmente en donde han ocurrido las mortandades de moluscos y bivalvos.

De igual manera en esos sitios ya está identificado la presencia de la bacteria Vibrio parahaemolyticus, así como Enterococcus faecium que es una bacteria de las heces humanas. Sin embargo, aclara que eso no significa que esos microorganismos sean causantes de la desaparición de los mariscos.

Especies afectadas con sus nombres científicos

  • Mejillones (churrias): Mytella charruana (churria) y Mytella guyanensis
  • Ostión (Crassostrea corteziensis)
  • Almejas: Iliochione subrugosa (tiene barras verticales está menos abundante) y Leukoma asperrima, un poco más abundante.
  • Almeja blanca (Psamotreta dombei).
  • Casco de burro (Larkinia grandis)
  • Pulpo pequeño del género Octopus