“Me puse bastante nerviosa y bastantes veces me equivoqué, era como que si nadie me escuchaba”. Así describe María Beatriz Argueta Delgado, de 23 años, la primera vez que tocó su violín en el centro de San Salvador para ganar unas monedas.
María es estudiante de 2º año de Medicina en la Universidad de El Salvador y relata que desde los ocho años tiene el sueño de ser doctora.
Ella ha elegido la especialización de fisioterapeuta con el afán de ayudar a las personas con discapacidades físicas y eso la motiva para seguir formándose; también quiere estudiar biotecnología en el extranjero.
Para cumplir sus objetivos, la joven tiene que buscar alternativas para tener ingresos y pagar su carrera, ya que debe costear materiales para laboratorios en la universidad, además de contribuir a la economía de su familia. Fue así que se le ocurrió salir a la calle y echar mano de su talento. “Siempre había tocado violín, pero nunca en público”, comenta.
La joven tomó esa decisión luego que su hermana mayor, quien sostenía económicamente el hogar, cambió de trabajo pero con menor salario.
Pero María sentía atracción por el sonido del violín desde los 12 años. “Me gustaba ver esos bailes de patinaje sobre hielo y a las balletistas. Ahí escuchaba el violín y desde chiquita pensaba que algún día yo iba a poder crear los mismos sonidos que escuchaba en conciertos”, recuerda.
Dice que alguna vez tuvo intensión de ir a clases de música, pero eran demasiado caras para su nivel de vida, así que aprendió de forma autodidacta buscando tutoriales en YouTube, descargando aplicaciones para aprender violín y cómo leer una partitura, cómo afinar el instrumento y demás habilidades que fueron enriqueciendo su destreza.
Nunca imaginó que su violín rosado, comprado en una oferta de Black Friday por 49 dólares, le haría ganar dinero para ayudar a su familia. Para comprarlo ahorró vendiendo golosinas a sus compañeros de estudio en la universidad.
Tocar en las plazas de San Salvador no es el primer trabajo de María, pues también ha vendido fruta en su casa en San Martín, aunque dice que ese trabajo no le dejaba ganancias.
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Además ha vendido productos de belleza por catálogo, pero le resultaba difícil conseguir que los clientes le pagaran las cuotas, relata. También fue vendedora de terrenos para tumbas para una funeraria, empleo que hacía con llamadas telefónicas, pero no lograba vender nada y fue despedida. Ella cree que fue por su suave voz.
Entonces, sin caer en la desesperación, se puso a pensar qué podía hacer para ganar dinero aprovechando sus conocimientos y se le ocurrió tocar en la plaza.
El primer día que María se animó a dar un concierto en la calle lo hizo frente al Palacio Nacional en la plaza Gerardo Barrios. Pero no tuvo buenos resultados y pensó que era por que elegía mal el repertorio para el público que circulaba en las calles. Entonces se le ocurrió personalizar la música, así que cuando vio a una joven pareja de enamorados pasar frente de ella empezó a tocarles la famosa marcha nupcial: “El sueño de una noche de verano” de Mendelssohn; así logró la atención de la pareja que le colocó su primera moneda en el estuche del violín.
Esa fue su estrategia. Y por ejemplo, notó que a los niños les encanta cuando toca la melodía de la canción “Lava” (I Lava You) de un corto animado de Pixar.
Ese primer día, cuenta María, un señor depositó una moneda de un dólar y le dijo: “Siga adelante y no se deprima”. Esas palabras significaron mucho para ella, porque realmente no la estaba pasando muy bien.
Ahora en su repertorio incluye melodías como “Heathens” o “Faded” para los jóvenes, “El Barbero de Sevilla”, “La Llorona”, “Nunca me olvides” y algunas canciones rusas para gente mayor.