“Yo lloraba a la par de ella porque no entendía la guía”

Sin energía eléctrica y dependiendo de un cayuco para ir a la escuela o llevar a cargar el celular, así va cursando el quinto grado Tatiana.

Sandra Carolina Alvarado Aquino, de 32 años, describe lo complicado que fue asistir a su hija el año pasado para que ella siguiera sus estudios. Video EDH / Jonathan Tobías, Óscar Portillo

Por Gerardo Orellana/ E. Chacón/ Jonathan Tobías

2021-03-30 8:30:25

La rebusca de Sandra Carolina Alvarado Aquino, de 32 años, no es solo por solventar las necesidades básicas, sino también por impulsar la educación de su hija. Un reto que la ha llevado a punto de llorar porque no sabía como ayudar a su niña para resolver las guías.

Sin servicio de energía eléctrica en su comunidad, la Hacienda el Mono, cantón el Presidio, jurisdicción de Sonsonate, y con estudios de sexto grado, Sandra Carolina espera que pronto su hija Tatiana, de 10 años, regrese a las aulas en el centro escolar Barra Salada, para que su aprendizaje continúe.

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“Para mi este año que paso, que (su hija) iba a cuarto grado, yo lloraba a la par de ella porque yo no entendía lo que le pedían en la guía. Hubo un momento que no entregue y me quedó la percha de guías”, dice la madre.

Este año atrás ha sido difícil , pero con la ingeniosidad que caracteriza al salvadoreño, ella ha encontrado soluciones.

“En las clases de mi hija, yo siento difícil por el internet. La profesora entrega las guías. Pero yo estudie hasta sexto grado y a mi me cuesta, pero hay que ser un poco inteligente. Yo lo que hago ahora es buscar en google o youtube las preguntas que le dejan a ella porque son bien costosas”, dice con sinceridad y sencillez la madre, quien vive de la pesca, corta de caña u otro trabajo que se le presente.

Pero buscar en el internet es la parte más sencilla, el reto es comprar el internet, tener señal estable y lograr cargar para el único teléfono celular que tienen.

“Para cargar el teléfono debo viajar donde mi familia o pedir en otra parte para que me recarguen el celular. Aquí tenemos cien años de no tener energía. Mi mamá me cuenta que la bisabuela le contaba que no había energía. Y a mis 32 años no hay energía. Y voy viendo el futuro, que va para arriba, tal vez a mi no me va servir, pero a los que vienen sí”, narra la madre.

Llevar a cargar el teléfono implica remar 15 a 20 minutos en el cayuco, en la bocana de Barra Salada para llegar donde tienen electricidad. Si no se puede donde un familiar, hay lugares en donde por $0.25 le permiten hacerlo.

Sino es remar en el cayuco, la otra opción para salir de la comunidad es caminar varios kilómetros entre cañaverales.

Durante las clases en línea, que ya han cumplido un año, Sandra Carolina ha llegado a gastar semanalmente $10 dólares, ya que compra paquetes que el cuestan $1.10 “que me puede durar un día o dos días porque las megas se van rápido”, expresa.

Aunque asegura que ya está inscrita en la plataforma del Gobierno para poder recibir internet gratis, c “aún no recibo la navegación que esta entregando el Ministerio de Educación para las clases virtuales”, lamentaba a mediados de marzo.

Este año, las guías para quinto grado de Tatiana, las van a retirar a la escuela de Barra Salada, para lo cual debe remar entre 15 si el tiempo se los permite y hasta 20 minutos cuando la brisa les juega en contra y deben hacer más fuerza al remo.

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“Como ella (hija) ya aprendió a remar, nos vamos las dos en el cayuco. A ella le piden que vaya con el uniforme completo, como que está hiendo a clases. Yo solo la espero a ella.”

Justo ahora, una preocupación ronda en la cabeza de la madre: “Como dice el Presidente que a los de quinto grado les van a dar computadora, no sé si es verdad. Lo que a mi me ha llegado a la mente es cómo voy a hacer para recargarla en invierno, porque es responsabilidad mía y ¿ si yo la mojo?. A mi me cuesta en ese sentido”.

Sandra Carolina explica que para poder cargar la máquina tendría que llevarla en el cayuco y seguir una dinámica similar a la que hace con el teléfono, por eso le angustia el riesgo de que se moje el aparato.

“Para mi es una gran responsabilidad, porque ya viene el invierno, uno aunque la proteja , se moja, en el bote y ahí es responsabilidad mía que ella (hija) no va a tener computadora”, advierte la madre.

La limitante de la falta del servicio de energía eléctrica también es un obstáculos para que Tatiana pueda recibir los refuerzos educativos, que el Ministerio de Educación, pasa por televisión.

“No podemos ver clases en la televisión porque no hay energía, no podemos comprar un televisor aunque sea barato, por eso ella no puede ver nada lo que tiran (emiten en la televisión educativa)”, explica.

La comunidad entre manglares en la que viven Sandra Carolina y Tatiana está formada por unas 10 familias; todos son parientes y ninguno tiene el servicio de electricidad.

La niña no tiene compañeros de clases que vivan cerca “es bien difícil para mi, aquí en la zona nadie más es compañera (de quinto grado) de mi hija y si tengo que apoyarme con algún otro padre tengo que recorrer en el bote hasta la barra Salada “, expone Sandra.

Cuando necesita compra material para las tareas escolares, la madre debe viajar en bicicleta por más de una hora para comprar en una pequeña librería del cantón el Presidio.

Con timidez, Tatiana ha expresado que sueña con ser doctora, mientras con ayude de madre y bajo la sombra de un frondoso árbol de mango, tratan de resolver las guías escolares.

Por ahora la batalla principal de Tatiana está en seguir en la escuela, en resolver las guías de matemáticas ...

“Yo le digo que estudie, que le va a servir, yo hoy me arrepiento de que cuando me daban estudios, no lo aproveche”, dice Sandra Carolina, quien no se rinde en la lucha por sacar adelanta a su niña.