Estudiantes de primaria con trabas para aprender a leer

Muchas veces la baja escolaridad de los padres y la carencia de libros afecta desarrollar la lectura.

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Con la ayuda del profesor Guillermo, ha comienzado a notarse más fluidez en su lectura. Elmar recibe clases junto a Diego, un niño muy simpatico que no lo molesta, en cambio, lo alienta a seguir practicando. Foto EDH/ Francisco Rubio

Por Enrique Carranza

2021-12-10 6:16:43

“Mi abuela me pone a leer también y la maestra me pone a leer libros de cuentos..., a mi abuela le gusta escucharme como leo”, dice Patricia, de 9 años, quien cursa tercer grado y reside en el zona rural del país.

La habilidad de la lectura se espera que los estudiantes la adquieran entre los 7 y los 10 años de edad; pero en El Salvador uno de cada tres niños que cursa el tercer grado no aprende a leer.

Por otra lado, los alumnos de segundo grado, que viven en hogares donde se fomenta la lectura, leen 10 o más palabras por minuto, adicionales a  aquellos donde el hábito no es fomentado.

Se estima que los niños de primer grado leen entre 35 y 59 palabras por minuto, los de segundo entre 60 y 84, los de tercero entre 85 y 99, los de cuarto entre 100 y 114.

No leer y estar sobre el promedio son parte de los indicadores plasmados en el cuaderno 6 de la Fundación para Educación Superior (FES), titulado ¿Y si no aprendo a leer? Un análisis del desempeño en la lectura de la niñez salvadoreña y la desigualdad.

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“Los problemas educativos se arrastran, no son problemas de una vez; si el sistema no los reconoce el origen se sigue arrastrando y se agranda”, explica Carolina Rovira, decana de Economía y Negocios, de la Escuela Superior de Economía y Negocios ( ESEN).

El texto de la FES tiene su base en la prueba Early Grade Reading Assessment, EGRA, (evaluación de la lectura inicial) realizada en 2018 por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, también conocida por sus siglas en inglés, USAID.

El análisis expone también la importancia del nivel educativo de los padres y la importancia que dan a la educación (el capital cultural), las estrategias de acompañamiento a los procesos educativos y las posibilidades de dedicar tiempo y recursos a la lectura.

“A nivel de país es difícil que la sociedad pida el desarrollo humano equitativo e integral si nuestros niños no están universalmente aprendiendo a leer. Que todos los salvadoreños sepan leer debería ser el objetivo no solo del sistema educativo, sino de la sociedad como un todo”, añadió Rovira.

Según el estudio, cuatro de cada cinco estudiantes de segundo grado con bajo capital cultural se encuentran en riesgo de fracaso escolar, y alguno en el peor escenario llega a la deserción escolar.

“Es un desafío educativo importante y urgente de atender, como se ha señalado no se resuelve en el instante, pero se debe comenzar para encaminar el desarrollo del país”, puntualiza José Everardo Rivera Bonilla, director General de la ESEN.

Entre las dificultades que los niños enfrentan para aprender a leer, a parte de la falta de ese hábito en los padres, también está que los libros no son frecuentes en casa. Muchas veces las familias cuentan solo con ejemplares de Biblias, texto no adecuado para tal fin.

Acompañamiento de familia

La investigación evidencia la importancia del rol que la familia de los estudiante desempeña en el fomento del interés que los menores aprendan a leer.

De hecho, en particular, muestra el papel desempeñado por las mujeres en la formación educativa de los niños; considera también que en los hogares esa responsabilidad rivaliza con otras tareas, como: las tareas domésticas, laborales, afectivas, de salud, entre otras.

Tal acompañamiento está condicionado al nivel educativo de las madres. Supone que las madres más educadas apoyan con más agilidad el proceso de aprendizaje de sus hijos. Esa disposición las hace adquirir material adicional de lectura y didáctico, practican la lectura con ellos, estructuran el tiempo de las actividades diarias incluyendo las académicas, mantienen comunicación activa con los docentes y hasta costean refuerzos académicos.

En cambio, las madres con menos años de escolaridad se suelen limitar a motivarlos y preguntar por las tareas pendientes. Destaca también el rol de las abuelas.

“Para cerrar brecha y lograr un sistema educativo sólido se toma de 10 a 15 años, en el mejor de los casos, y eso es uno de los valladares que debe solventar la política educativa, hay que plantear objetivos de mediano y largo plazo”, concluyó Carolina Rovira.