Conectarse a internet es un reto para los alumnos de la isla Perico

Los únicos dos jóvenes que estudian bachillerato en la isla reciben las clases en el celular y envían sus tareas hechas a manos hasta las aulas en tierra firme

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Delmy Aracely Cruz Marquina, de 18 años; y Yonis Rafael Castro Torres, de 17 años, tiempo libre y están en la isla se van a trabajar en la pesca artesanal, salen con sus redes en busca del alimento para poder ayudar a su pequeña economía familiar. Foto EDH/ Insy Mendoza

Por Insy Mendoza

2020-11-20 7:30:49

La Unión. Delmy Cruz y Yonis Castro reciben sus clases en línea a la orilla de la playa, sentados en piedras. Aunque la primera impresión podría parecer una situación sumamente agradable; la realidad es que ambos estudiantes han buscado ese punto de la isla Perico porque es de los pocos puntos en donde llega el internet al celular y ellos quieren continuar su camino de superación, a través de la educación, hasta graduarse como marino mercantes.

Antes de la pandemia, ambos jóvenes isleños ya tenían su camino educativo cuesta arriba, debido a las condiciones de pobreza en al que viven. Solo la beca que tiene cada uno de otorgada por la Fundación Salvadoreña de la Florida (FUSAFLOR) es la que les ha permitido avanzar.

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Delmy Cruz Marquina, de 18 años de edad, explica que el estudio se les complicó desde que las clases las están recibiendo por internet, ahora tiene caminar y encontrar el punto exacto en donde puedan conectarse, “en la isla no tenemos buena conexión para internet, tenemos que buscar las orillas de las playas para conectarnos y no perder el estudio”, explica la joven que cursan el primer año de bachillerato técnico Naval, en el Instituto capitán de navío César Yanes Urías en la Base Naval de La Unión.

Ambos muchachos viajaban (antes de la pandemia) desde la isla Perico a tierra firma a San Alejo y se hospedaban donde parientes, para viajar de lunes a viernes hasta La Unión a recibir las clases en la Base Naval. La beca que los beneficia, para estudiar los dos años de bachillerato, les cubre alimentación, compra de uniforme, calzado, libros y otros materiales didácticos.

Esas ayudan son esenciales ya que las familias que viven en esa isla están en condiciones de pobreza, y sobreviven de la pesca artesanal y la extracción de conchas.

Delmy y Yonis sueñan con hacer el curso de Marinos Mercantes porque consideran tendrían oportunidades de ingresos económicos para sus familias; sin embargo no tienen la certeza de cómo costear esa etapa educativa. En años anteriores han sido pocos residentes de esa isla los que lograron sacar el bachillerato.

A los jóvenes les toca ayudarles a sus padres a solventar la necesidad del vital liquido. Foto EDH/ Insy Mendoza

Ahora, cuando tienen tiempo libre y están en la isla se van a trabajar en la pesca artesanal y lo que obtienen suma a la precaria economía familiar.

Yonis Rafael Castro Torres, de 17 años, expresa que “la beca es un gran beneficio que nos cubre todo lo que necesitamos en comida cuando estábamos viajando a la Base Naval a estudiar”, agregó Castro.

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María Torres, madre de Yonis, es testigo del esfuerzo de su hijo y de Delmy, y del reto que les significa no tener computadora portátil. “Ellos quisieran hacerlo como el resto de sus compañeritos, pero como no tienen la computadora, los tareas las hacen a mano y así las entregan”.

Recientemente, Ernesto Sánchez, presidente de FUSAFLOR, visitó la isla para conocer a los jóvenes becarios y las condiciones en la que viven.

Foto EDH/ Insy Mendoza

Desde hace varios años, la fundación beneficia a los isleños con donativos en juguetes para los niños y otorgó becas a otros dos jóvenes para que sacaran estudios de enfermería.

“Allá por el 2003 me enteré por una publicación de El Diario de Hoy, de la situación en la que viven las familias de la isla, y desde entonces con la coordinación de una amiga, Mirna Mayén, se logró dar algunas becas y llevar alegría a los niños en diciembre”, dice Sánchez.

Sánchez opina que es una comunidad que está olvidada, y que es visitada solamente cuando necesitan votos.

“Estoy muy agradecida con don Ernesto Sánchez y FUSAFLOR por la beca, porque de lo contrario no estaríamos estudiando, solo trabajando en la pesca artesanal; y nuestro gran sueño es ser marino mercante”, expresa Cruz Marquina.

En la isla, la mayoría estudió hasta sexto grado porque es el nivel máximo que ofrece la escuela del lugar. A inicio de año, el Ministerio de Educación ofreció a un grupo de adultos y jóvenes un curso de nivelación , por tres meses, que los certificaría de noveno grado. Un docente llegó en ese lapso a darles clases a 18 isleños para lograr la nivelación y obtener el certificado escolar. Aún les falta una evaluación para lograr esa meta, pero las restricciones durante la pandemia han imposibilitado hacer el examen.

En la isla Perico no cuentan con el servicio de agua potable

En la isla hay 28 viviendas y una más en la Periquito. En total hay 34 familias, que equivale a 120 personas; quienes tienen más de una década de vivir ahí.

A falta de agua potable, los isleños deben de abastecerse de pequeños pozos artesanales de donde sale agua con menos salinidad.

Durante la marea seca deben de aprovechar para lavar ropa, trastes y acarrear agua hasta para bañarse.

El agua para el consumo humano se la proporciona la Base Naval de La Unión, dos veces por semana, y algunas familias viajan en sus pequeñas lanchas para abastecerse en La Unión. Marisol Fuentes, profesora de la isla, comenta que hace varias semanas recibieron la visita de un grupo de militares de Estados Unidos, quienes hicieron un estudio de campo cuyo objetivo es ayudarles con filtros para que puedan purificar el agua lluvia.

“Nos dijeron que la idea era conseguir los filtros para que nosotros podamos purificar el agua dulce que consigamos de pozos o la que cae de la lluvia; eso sería un gran beneficio para nosotros la comunidad”, expresa Fuentes.

Las viviendas de la isla cuentan con paneles solares en cada vivienda, resultado de un proyecto financiado por la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), de Estados Unidos, a través de la Fundación Salvadoreña para la Promoción Social y El Desarrollo Económico (FUNSALPRODESE).