“Mi mamá entró caminando al Rosales y ahora está postrada”

Gloria Elena tiene más de cuatro meses luchando por sacar adelante a su madre, Gloria González de Orellana, a quien llevó por una fractura de brazo al Rosales, pero luego la anciana de 72 años se quebró la columna por una caída en el hospital

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Gloria González de Orellana, de 72 años, urge atención médica. Fotos EDH/Jorge Reyes

Por Carlos López Vides

2021-09-30 10:19:42

Limpia casas ajenas, hace tortillas, va a la Fiscalía, al Ministerio de Salud, a la Procuraduría, le hace llegar carta al presidente Bukele, pide apoyos, busca ayuda, toca puertas... Gloria Elena Orellana, de 44 años, no tiene trabajo pero sí mucha fe, y sobre todo, indignación: “No voy a dejar de luchar por mi mamá, soy hija única, ella solo me tiene a mí”, dice, mientras no puede contener un par de lágrimas; gotas en el rostro firme de una mujer que tiene cuatro meses batallando por que el sistema de salud de El Salvador le brinde a su mamá, Gloria González de Orellana (72 años), justamente eso: salud.

El poco dinero que reúne Gloria lo ocupa para comprarle pañales e hidratantes a su mamá, quien entró por su propio pie al Hospital Rosales el 9 de mayo, pero ahora no puede ni siquiera sentarse, pararse ni caminar. Todo, en cuatro meses de promesas incumplidas, puertas cerradas y falta de empatía para estas dos mujeres, una realidad que padecen a diario cientos de pacientes en una red nacional de salud que ya estaba colapsada incluso antes de la pandemia.

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Que Gloria y su hija vivan esta difícil situación habla de un Hospital Rosales con personal física y emocionalmente agotado en medio de una pandemia, muchas veces sin suficientes insumos ni servicios médicos a tiempo, circunstancias que hacen difícil que entreguen un servicio de calidad. Es una realidad permanente y clara que dista mucho del discurso propagandístico oficial. A Gloria y su madre no les toman fotos para salir en televisión o en los perfiles de redes sociales del Gobierno.

Gloria González de Orellana, de 72 años, urge atención médica. Fotos EDH

En el siguiente testimonio, Gloria hija denuncia todo el sufrimiento que ha vivido su madre, doña Gloria, que entró al Hospital Rosales por la fractura de un brazo, pero al no recibir la atención adecuada, ahora permanece en ese centro médico donde sufrió infección urinaria, hongos en la piel, daños en los ojos y una nueva fractura, en una vértebra, por una caída que sufrió en el hospital, de la cual las autoridades no se hacen cargo.

“El 9 de mayo la ingresé en el Hospital Rosales, porque mi mamá se cayó en la casa y se fracturó el brazo derecho. Le dieron el ingreso como a las 11 y media de la noche. Ella entró caminando, solo con la fractura de brazo, y la asistieron con silla de ruedas.

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En dos semanas, le suspendieron dos veces la cirugía del brazo. Primero, porque la operación anterior se había complicado y se tenía que esperar, porque no había material; en esas dos semanas, presentó infección en los riñones. Pregunté, y me dijeron que ya tenía pus en los riñones. La empezaron a tratar por 15 días; en ese tiempo, el tratamiento que le estaban poniendo era muy fuerte, ella se mareaba, y la acompañaban los enfermeros al baño.

Una noche, en esas semanas en el Rosales, le pidió a una enfermera que la llevara al baño.

Le fue negada la ayuda. Le llevaron un pato, se lo pusieron en la grada. Mi mamá se levantó sola, y cuando quiso sentarse, porque ella nunca había estado ingresada en ningún hospital, pensó que era fijo, y cuando quiso sentarse, se fue de lado, cayó en el piso y se fracturó la columna.

Del hospital no me avisaron, y ella no me lo pudo decir a mí el 10 de junio, que le dieron el alta, porque cuando la saqué estaba mareada por el medicamento. Me la entregaron en silla de ruedas, sin decirme nada de la caída. Ella venía con mareo, así me la entregaron.

No le operaron el brazo. Me dijeron que tenía que ir el 22 de junio para un hemograma, el 25 de junio le iban a ver en yeso en emergencia el brazo. Y el 6 de julio tenía que ir para ver qué tan fuerte era lo que tenía en la columna, pero eso no lo revisé en el momento del alta.

No pude revisar bien los documentos. Si yo me daba cuenta que iba con fractura, yo no la agarro. Me dijeron ‘no camina, solo acostada, por el dolor de la infección’. Se me nubló mi mente y jamás se me imaginó que iba a tener un accidente ahí. Todo el trayecto del taxi ella iba quejándose. Llegué a la casa en Apopa, la acostamos.

Gloria Elena Orellana, de 44 años, urge ayuda médica para su madre Gloria González de Orellana, de 72 años. Fotos EDH/ Jorge Reyes

El dolor de ella era en la parte de en medio de la espalda. No se podía sentar, tenía que estar acostada, no se podía parar, mucho menos caminar. Aún no puede.

Como a las 6 de la tarde me pidió ir al baño, y cuando la senté, dio un grito escandaloso, cuando la paré fue una tortura para ella, daba gritos, se devanaba en la cama. Le di pastillas y se tranquilizó. Pero a las 2 de la mañana del día 11, llamé a la ambulancia, porque ella no podía dormir, se quejaba del dolor. Les pedí que me la llevaran al Hospital Zacamil, porque en el Rosales me la acababan de entregar, no me la iban a querer recibir.

Me dijeron que la iban a estabilizar, pero que no me la podían recibir, porque ella tenía un seguimiento en el Rosales con neurocirugía por fractura de columna. Ahí dije “¿qué?”, ahí me di cuenta, y mi mamá me empezó a explicar lo que pasó, que se había caído.

La estabilizaron y la llevé a casa. El 13 de junio la llevé otra vez al Rosales, les dije que estaba fracturada de la columna, que así me la habían entregado y que yo quería que me la ingresaran. Yo recibí maltrato de ellos, me gritaron, me querían sacar, porque yo empecé a tomar un video.

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Un doctor me gritó, que me tenía que salir, llamaron a seguridad. Yo les dije que no me iba a salir, que quería que atendieran a mi mamá y que me la ingresaran. Que no sabía que no se podía grabar, que no había ningún papel que no se podía usar cámaras ni hacer llamadas.

Me la estabilizaron, le hicieron unas placas y me dijeron que no era fractura de cadera, pero que tenían que esperar la resonancia (de la espalda) ¡hasta el 6 de julio!. Pero le dije, ‘¿cómo es posible que voy a manipularla, si ella no se puede parar, no se puede sentar’. Y dijeron ‘no, pues así se la tiene que llevar’. Y me despacharon.

Me dieron pastillas de diclofenac para el dolor de mi mamá, y me dieron hojas para ir a sacar cita con el neurocirujano y con el ortopeda. ¡Después de estar ingresada, querían que fuera a sacar cita para ver cuando me la podían recibir! Me fui para la casa otra vez, una vecina me la inyectó con diclofenac”.

A tocar puertas

En este momento del relato, doña Gloria cuenta que reunió todo el coraje que sentía por cómo les habían tratado en el Rosales, y buscó ayuda: presentó su caso a la Fiscalía General de la República, al Consejo Superior de Salud Pública, a la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, y también envió una carta al presidente de la República, Nayib Bukele; dicha carta le fue sellada como recibida y le dijeron que harían llegar una copia al ministro de Salud, Francisco Alabí.

De tanto buscar ayuda, la dirigieron a la oficina de Derecho a la Salud del mismo Hospital Rosales, donde recibió apoyo y guía. Parecía una luz en medio de la tormenta. Pero no fue así. Continúa su relato doña Gloria:

“En 10 días que tuve a mi mamá en la casa, gestionamos con el licenciado de Derecho a la Salud y él me dijo ‘tráigala’, y la llevé el 21 de junio. Por medio de él la ingresamos nuevamente al Rosales. Estaba en ortopedia mujer, cama 7.

Me atendió una doctora, ortopeda. Le firmé una hoja de autorización para la operación de brazo de mi mamá. Me dijo que necesitaba una prótesis hombral, pero que el hospital se iba a hacer responsable. Estuvo un mes y 10 días en ortopedia... y nada, no me la operaron, porque decían que tenía infección en los riñones.

El 30 de junio, de ortopedia la trasladaron a neurocirugía. Del brazo no la operaron, ya no le dieron importancia. Y sigue ahí hasta la fecha.

Me pidieron un kit que se llama vertebroplastia, que van a necesitar para la operación de mi mamá en la columna. Un equipo caro. Me apoyé en el licenciado de Derecho a la Salud, porque no podía pagarlo. Yo hago limpieza, hago tortillas, para cubrir la necesidad de ella, porque le llevo agua, pampers, todo.

Gestionaron, compraron el kit, que está listo en el hospital desde el 29 de julio. Solo estaban esperando que le bajara el nivel de la infección urinaria para operarla de la columna.

Pero luego dijeron que tenía una infección en una vértebra, y que así no la podían operar. Me decían que se le iba a controlar y luego se le iba a programar cirugía.

Pero resulta que el 7 de septiembre me llama mi mamá, y me dice ‘vení a traerme, que me han dado el alta’. No es posible, dije yo, ¡si no la han operado del brazo ni de la columna! De Derecho a la Salud del Rosales me dijeron que no podían hacer nada, que si un médico le da el alta a una paciente, no puede pasar sobre esa decisión. Le dije que no iba a sacar a mi mamá.

Me voy al Ministerio de Salud, hablé con la jefa de Derecho a la Salud; luego me mandaron a Dirección de Hospitales, y hablé con la doctora encargada el 8 de septiembre. Le expliqué todo y me dijo que iba a investigar. Me dijo que no me preocupara, que no le iban a dar el alta, le llamó al director (del Rosales), le dijo que quería todo el expediente clínico para ver todo el procedimiento.

Me dijeron que para tratar la infección en la vértebra eran 21 días.

Yo entro dos veces por semana al hospital, me rebusco para verla. Así que preguntando y preguntando en mis visitas, me dijeron que el lunes 20 se le terminaba el tratamiento. Llego a dejarle las cosas, y a preguntar cuándo le iban a programa la cirugía, y resulta que tiene el alta otra vez. Sin operarla. Me dijo el neurocirujano a cargo, ‘el alta la tiene por orden de dirección y porque hay muchos casos de covid’. Y le dije que no me la llevaba. Me dijo ‘se la va a llevar, si usted no se la lleva, usted la puede dejar todo el tiempo que quiera, solo que no se le va a dar atención’.

Me fui otra vez a hablar con la directora Nacional de Hospitales. No me pudo atender, me dejó mensaje con la secretaria, que ella iba a hablar al hospital Rosales para que no sacaran a mi mamá.

El martes (22 de septiembre) fui otra vez a hablar con ella. El 7 de septiembre me había dicho que cómo veía la posibilidad de sacar a mi mamá del Rosales, y llevarla a otro hospital para que la operaran. Yo le dije que si era para bien de ella y mío, perfecto, yo de acuerdo. En eso habíamos quedado.

Me atendió (martes) y me dijo: ‘yo mandé a un médico a que fuera a ver la resonancia de tu mamá. Te voy a ayudar, pero quiero que me tengás paciencia. La resonancia arroja que tu mamá tiene una fractura de años, es una lesión de años. No sé si se cayó pequeña, adolescente o mayor’. Pero le dije ‘¿cómo tiene ella esa fractura y tiene 72 años caminando, y ahora que llegó al hospital no se puede levantar? Porque ahí se cayó’. Si como usted dice era una fractura vieja, puede ser, ¡pero ella caminaba, ella es cosmetóloga! Ella no se levanta, está postrada”.

La directora me dijo que pueden operar del brazo a mi mamá en Zacamil; y luego me dio a entender que van a sacar a mi mamá porque no puede tenérmela mucho tiempo ahí en el Rosales, pero: ¿cómo la puedo tener en casa si no me la operan? Los vecinos me pueden ayudar incluso cuando esté en recuperación, pero la tienen que operar antes.

Yo no la puedo dejar sola, para hacer sus necesidades necesita ayuda, todo el tiempo, es como un niño. Le dije a la doctora que si el hospital me iba a responder con algo (dinero), pero dijo que no.

Si ellos me la entregan operada y entra en un tratamiento de rehabilitación, yo la saco adelante. Pero que me la entreguen sin operarla, y esperar a saber cuánto tiempo... ¡no puede ser así!Si a ellos a mi mamá no me la hubieran entregado fracturada, y se hubieran hecho responsables de la caída que mi mamá sufrió, otra cosa sería. Me dieron la espalda, hasta me querían sacar con la seguridad. Yo tengo carácter fuerte y no me dejo, pero a ellos les importó poco, ya perdieron la humanidad, ya perdieron lo que juran, atender y amar a su paciente como si fuera su familia.

Yo hago todo esto por necesidad. Si yo tuviera el dinero, la llevo a un hospital privado, la operan y listo. Pero no tengo la plata. A nosotros los pobres nos toca esto, pedir ayuda, andar tocando puertas. Yo no lo hago por política ni por nada más que sacar adelante a mi mamá. Y no voy a dejar de luchar por ella”.

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En esta nota, El Diario de Hoy se ha reservado los nombres del personal médico mencionado por doña Gloria. Nuestra redacción cuenta con copias de los documentos presentados a las diversas instituciones por la hija de la paciente.

Al cierre de esta publicación, doña Gloria seguía en incertidumbre, pues la última palabra desde el Hospital Rosales es que debe llevarse a su mamá, y que le dan el alta, a pesar de no haberla operado ni del brazo, ni de la columna.