Pedro Ramos tiene 85 años y dice que su único pecado fue haber nacido entre la pobreza. El amor de padre a un hijo se mantiene intacto a pesar de sus limitaciones físicas y económicas.El octogenario cuida y alimenta a su hija que padece de parálisis desde su nacimiento, lo que la mantiene postrada en una silla de ruedas.
Residen en lo que fue una parcela de café, ubicada en el caserío Santa Elenita, cantón La Puente, en Juayúa, Sonsonate.
El anciano, junto a su hija Zoila Esperanza, de 46 años, viven en una casa de apenas cuatro metros cuadrados, que está hecha de láminas y horcones de ciprés.
Están en el lugar desde hace cuatro meses, cuando fueron desalojados de una finca donde vivían como colonos.
“Aquí nos han dado donde vivir aunque sea un pedacito pero ya es suficiente para hacer nuestra champita; yo ya no puedo trabajar por mi edad. Me quedo cuidando a mi hija Zoila, ella pasa postrada en esa vieja silla de rueda”, contó el anciano.
Algunas personas que conocen sobre su situación les regalan algunos víveres para sobrevivir.