“Para muchos hijos e hijas de desaparecidos (…) un memorial es lo único que pueden tener de sus padres o sus madres”

Los memoriales como “Rostros y voces del conflicto” son "un punto de encuentro” entre las víctimas, sin importar quién desapareció o mató a su ser querido. Pero, sobre todo, los memoriales son importantes para quienes ignoran qué pasó con sus familiares.

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Foto EDH / Archivo

Por Lilian Martínez

2020-09-17 5:01:01

“Rostros y voces del conflicto” el miércoles por la mañana, muchos usuarios de elsalvador.com reconocieron el esfuerzo de recopilar información sobre las violaciones de Derechos Humanos cometidas antes y durante el conflicto. Sin embargo, no faltó quien dijera que se trataba de un trabajo innecesario, pues “actualmente el país tiene peores problemas”. Noah Bullock, director ejecutivo de Cristosal, y Rinna Montti, directora de monitoreo de Derechos Humanos de dicha organización, conversaron con El Diario de Hoy sobre la importancia de escuchar a quienes vivieron y sufrieron a consecuencia de esos hechos y el papel que tienen los memoriales, esos lugares físicos o digitales, donde se recuerda a las víctimas.

EDH: ¿Cómo explicar que necesitamos como país y sociedad hacer memoria y escuchar a las víctimas del conflicto?

Noah Bullock: Pues creo que un elemento importante, haciendo la relación entre pasado y presente, es el recordar precisamente que en las sociedades en las cuales vivimos son construcciones producto de nuestras historias. En el caso del conflicto armado salvadoreño una historia bastante reciente. Y creo que en El Salvador es poca la gente que se da cuenta de que el conflicto armado salvadoreño era uno de los más sangrientos del siglo pasado. Uno de cada cien habitantes de este país murió, falleció en el conflicto armado y que fue uno de los episodios de violaciones de derechos humanos más grande del siglo pasado. Incluso comparando el conflicto armado salvadoreño con conflictos del mismo periodo en Latinoamérica, la tasa de mortalidad para civiles es muy superior. Entonces, es posible creer que las situaciones que se dan (ahora) en el país -la violencia, la corrupción, la continuación de la injerencia del crimen organizado, incluso la (de) las Fuerzas Armadas en la política nacional- son producto de una historia no tan lejana.

VISITA EL MEMORIAL DIGITAL “ROSTROS Y VOCES DEL CONFLICTO”

EDH: En todas nuestra familias solemos tener un familiar cercano o lejano que vivió el conflicto. ¿De qué forma tendríamos que relacionarnos con estos familiares que fueron testigos o víctimas de masacres o de violaciones de derechos humanos? Aunque estos hayan ocurrido hace 30 o 40 años ¿debemos tener cierto tacto para hablar con ellos sobre estos temas o podemos asumir que esas heridas ya están sanadas y que para ellos eso ya está olvidado?

Noah Bullock: Pues yo no sé si puedo dar una receta perfecta para abordar temas dolorosos y de mucho impacto en la vida de una familia. Pero lo que he escuchado de las víctimas del conflicto armado aquí en El Salvador es una necesidad de poder ser escuchado, de que su realidad sea reconocida como una verdad en la historia del país. Porque muchas veces escuchamos el comentario de que “¿qué hicimos nosotros?”, ante la negación del dolor y el tremendo sufrimiento que han tenido, ellos mismos se quedan solos con esto. Entonces, parte de un proceso de justicia transicional es poder reconocer la verdad de la persona y por ende su dignidad. Y, como decía, no hay una receta perfecta; pero incluso a nivel de personas que han cometido abusos hemos escuchado, por ejemplo, en el testimonio de los dos soldados que participaron en   etapa de instrucción en el caso  El Mozote, le preguntamos ¿por qué hasta ahora? Y decía: “Porque no había un espacio antes, para poder compartir”. Entonces, hay un deseo de los dos lados de poder decir la verdad y empezar a poder reparar. Imponer la negación, imponer la impunidad a las víctimas, incluso imponer la impunidad a los perpetradores, es condenarlos a vivir con heridas y, por ende, condenar a la sociedad a vivir con las mismas.

 

Foto EDH / Huber Rosales

EDH: Además de la justicia ¿qué otra deuda tenemos con las víctimas y los sobrevivientes?

Noah Bullock: Bueno, quizá mucho estoy hablando de la teoría porque no hay mucha práctica. Pero en la teoría de la justicia transicional se mencionan cuatro elementos muy importantes. Ya usted mencionó la verdad y la justicia, pero también las reparaciones y la promesa de no repetición. Entonces creo que esas son las metas que se tienen y es la oportunidad que tiene El Salvador, de no únicamente poder abordar el tema de verdad, justicia, reparación y no repetición del pasado, pero vernos también en el espejo del pasado y poder empezar a abordar y concebir qué significa, qué necesita la sociedad para superar la situación actual de violencia. Evitando las injusticias, por ejemplo, en los centros penales o en los discursos muy represivos y militares, para luego construir una nueva narrativa de paz. Entonces yo veo muy vinculado las lecciones y necesidades del pasado desatendido, porque está presente ahora y creo que por eso todavía es muy relevante hablar del pasado.

EDH: Rinna tiene contacto con sobrevivientes, cuando les visita, conoce y conversa con ellos… ¿qué es lo que ellos esperan? ¿qué se han quedado esperando de parte del resto de la sociedad?

Rina Montti: primer lugar, y tiene vínculo con lo que decía Noah, conocer qué pasó. Sobre todo cuando estamos hablando de gente que ha perdido a casi la totalidad de su familia o ha perdido totalmente el contacto con ellos y ellas. De alguna manera estos son duelos irresueltos. Una de las etapas básicas del duelo es conocer y terminar de entender qué fue lo que sucedió para comenzar a digerirlo, a procesarlo y al final hacer como un proceso de aceptación. Ellos y ellas tienen 40 años de no conocer ni siquiera la primera etapa, de en realidad, sobre todo cuando estamos hablando de gente que ha perdido niños y niñas, que mantienen todavía la esperanza de que fueron adoptados fuera del país. Entonces, la incertidumbre de no saber si estos niños y niñas están vivos y están bien. Eso ha sido un proceso bastante interesante con las víctimas y no diría que exclusivamente con las víctimas del conflicto armado, sino con las víctimas de diversas fuentes, de diversas formas que hemos tenido durante los 40 años.De alguna manera estamos repitiendo con diversas tónicas, los hechos de violencia que están cometiéndose en contextos distintos: tenemos desaparecidos, desaparecidas, no solo acá sino que en la ruta migratoria, de igual manera como tuvimos en aquel momento desaparecidos y de igual manera las personas consideran que una posibilidad es que ellos o ellas migraron. Entonces, en primer lugar, todavía demandan conocer la verdad.

EDH: ¿Qué es la memoria? (…) ¿Qué tan delicada es? ¿Cómo podemos conocerla? ¿Cómo podemos cuidarla?

Rina Montti: Cuando hay un evento donde hay un impacto con un nivel más emocional, la memoria no solo está en la cabeza, sino que está en todo el cuerpo. Uno no solo recuerda el hecho que lo puede contar, sino que lo vuelve a revivir, lo vuelve a sentir. Hay procesos de ansiedad, por ejemplo, o insomnios que son típicos síntomas de cuando no se ha tenido un duelo y vuelvo al duelo. No solo me refiero al duelo con la muerte, sino un proceso inacabado, a donde hubo una ruptura abrupta con algo, que puede haber sido un familiar, pero también pudo haber sido un estilo de vida.

En el caso de desplazamiento también lo vemos porque tienen una ruptura con una comunidad que pudo haber sido la propia desde el nacimiento. Entonces, todo eso tiene un proceso de duelo.

Normalmente, las personas que han vivido en conflictos armados, no específicamente el nuestro, sienten más con el cuerpo. Por ejemplo, no pueden escuchar un helicóptero sin hacer una asociación directa a que hay un peligro o que va a pasar algo.

Eso lo hemos tenido no solamente con las víctimas directas, sino también con casi cualquier persona que vivía, incluso aquí en San Salvador, en la zona metropolitana, cerca de los lugares donde había cuarteles de la policía o cuarteles de militares.

Entonces ya había una como preparación física del cuerpo a que pueda haber una alerta ante un sonido.

Entonces, sí. Normalmente las víctimas recuerdan mucho con el cuerpo y esto también es síntoma de que no ha habido un acompañamiento, no voy a decir que ni siquiera de conocer toda la verdad, sino que no hubo un acompañamiento psicológico. Lo que nosotros sabemos perfectamente es que hubo una firma de paz, pero no hubo ningún acompañamiento de ningún tipo a ningún proceso nomás que llevó tiempo desarticular la policía, tener una Policía Nacional Civil que no hace falta más que verla cómo está ahora y evaluar si en realidad tuvimos un proceso de “sanitización”, voy a decir, de la policía para en realidad tener un cuerpo de seguridad civilista.

Aparentemente lo que tenemos ahora tiende a las mismas prácticas del pasado. Esos también son síntomas de lo mismo, que no hubo un acompañamiento. Ni siquiera para las víctimas directas, sino que para ninguna víctima en El Salvador, lo que hace que nuevamente podamos estar repitiendo estos ciclos. 

EDH: ¿Qué puede ser más traumático? ¿Perder a un hijo en un hecho violento o perder a un padre que es secuestrado y al que ya no vuelvo a ver? ¿Qué es más traumático y qué consecuencias tiene esto para las personas?

Rina Montti: La verdad es que cualquier pérdida de un miembro de la familia es traumática en sí. Yo no me atrevería a decir que una es más traumática que otra. Porque, al final, es el mismo ser humano el que está lidiando con la pérdida de un padre o de un hijo, independientemente del contexto. Creo que ahora ha habido más, y es lo que normalmente las personas tienden a explicarse de alguna manera la pérdida. Sobre todo cuando no han encontrado el cuerpo. Ya se hacen una conclusión. Sea o no sea la oficial, haya o no haya un proceso de investigación policial. Haya o no haya una resolución. En el caso del conflicto armado no hubo ningún tipo de resolución. No hay un cuerpo que velar, no hay nada. Solo suponen que podría estar en un lugar. Ya sabemos que nos ha costado como país, muchos años, recuperar algunos cuerpos, como en los casos del El Mozote y de otros lugares donde hubo masacres, sin embargo sabemos que no todos los cuerpos están recuperados.

Parte del cierre de un duelo sano, es poder hacer un cierre y una entrega, ya. Saber a dónde están los restos de mi familia. Con este proceso del COVID hemos tenido también duelos de esta forma, porque también . Hay una limitación en la cantidad de personas que pueden llegar a los entierros. Pero también por lo menos hay otras alternativas. Puede ir alguien, grabar un video, por muy macabro que suene, pero es un proceso válido de duelo. En aquellos momentos, la gente ni podía saber a dónde estaban e incluso muchos de ellos tenían temor de hablar que tenían un familiar que hubiera fallecido, que hubiera desaparecido durante la guerra. Porque el mayor temor era que también les vincularan a ellos a ellas de pertenecer a un bando. Nosotros hemos tenido además el gran conflicto de tener que vivir todos estos procesos en silencio, por el estigma que tienen y el temor que tiene luego la gente que podrían haber represalias ya luego que sepan que era mi papá o era mi hijo, probablemente puedan pensar que yo puedo tener información y someterse a un proceso de los que sí vimos en el conflicto armado de tortura, detenciones, desapariciones forzadas.

Monumento a la Memoria y la Verdad en el parque Cuscatlán
Foto EDH / Archivo

EDH: ¿Qué importancia tienen los memoriales? Nosotros visitamos varias comunidades y nos encontramos con que hay construido monumentos en los que han escrito los nombres de las personas que murieron en las masacres o que desaparecieron. Estos monumentos están diseminados por todas partes del país y tenemos uno que casi recopila a la mayoría, que es el que está en el parque Cuscatlán. Nosotros incluso lo hemos convertido en un memorial digital para que esté a la disposición de las nuevas generaciones. Pero ¿qué importancia tiene contar con lugares donde recordemos a las víctimas y a los desaparecidos?

Rina Montti: De alguna manera se convierten en sustitutos de un sepulcro. De alguna manera se convierten también en sustituto de un cementerio. Es un lugar donde yo puedo ver un nombre y puedo saber que cada vez que voy a ese lugar y veo ese nombre hay una evocación de memoria al recordar a la persona. Usualmente estos sitios sirven mucho para seguir rindiendo tributo a una persona, recordar a una persona con la que se tuvo mucho cariño o un vínculo familiar. Para muchos hijos e hijas en la actualidad, que son ahora adultos, estos lugares se han convertido en lo único que pueden tener de sus padres o sus madres. Entonces esto es un proceso que también sirve y se puede compartir con las generaciones venideras, de saber que existió, que yo tuve una madre y aunque yo no sepa físicamente dónde está, hay un lugar donde está su nombre y se recuerda.

En cualquier cementerio hay un lugar donde están los cuerpos y están los nombres, esto se convierte en el símil. Sin embargo, la única diferencia es que esto se comparte con otro montón de personas que fueron asesinadas o murieron en un contexto determinado. Y es interesante porque en estos lugares también encontramos personas que murieron por cualquiera de los bandos. Entonces también es un lugar donde se reúnen físicamente (las familias) y, en los nombres, las víctimas de todas las áreas del conflicto armado. Entonces, eso al final deja de convertirse en un símbolo político, sino que se convierte en un símbolo para las víctimas. Por eso es un lugar que siempre va a ser importante. Sobre todo para las personas que no saben el destino de sus familiares.

EDH: Noah, ¿tiene algo que agregar?

Noah Bullock: Sí… Los memoriales ahora tienen mucho simbolismo… Yo vine en el 2005 y he visitado mucho esos memoriales… Y es importante recordar que son las víctimas las que los mantienen. Son las víctimas las que los han desarrollado. No han sido un producto de una política de nación. Son ellos mismos los que construyen memoria. Ese es un punto. El otro es el contraste con los memoriales clásicos. Cuando vamos a las ciudades, a las plazas de los pueblos, ahí encontrás memoriales a generales a próceres, muchas veces a hombres… En cambio, los memoriales de las víctimas del conflicto armado retan este imaginario histórico de lo que se adora en una sociedad y obliga a que se recuerden las consecuencias. Y yo creo que los memoriales, aunque sean pequeños, humildes en las comunidades sirven como para empezar a desmantelar esta construcción autoritaria, militar que se ve desde los memoriales o los monumentos más clásicos. Esa es una de las cosas que admiro mucho del pueblo salvadoreño y sobre todo las víctimas, la manera de haber construido memoriales.