“Hemos tratado de guardar la cuarentena pero la necesidad nos hace salir”, manifestó Claribel Zepeda, quien vive en la comunidad El Éxito, situada sobre el kilómetro 3 y medio de la carretera a Los Planes de Renderos, departamento de San Salvador.
El 18 de mayo, Claribel perdió a su esposo, quien padecía de diabetes e insuficiencia renal. “Sin mi esposo, sin dinero y sin nada que subsistir estoy con la esperanza de encontrar ayuda”, dijo la comerciante en tono de lamento.
Claribel junto a otras 60 familias, quienes en su mayoría viven del comercio informal, solicitan ayuda debido a que sus viviendas fueron afectadas directamente por las lluvias que provocaron las tormentas Amanda y Cristóbal, los primeros días de junio en El Salvador.
“Nosotros estamos en la calle porque nadie nos toma en cuenta”, asegura Zepeda, mientras ondea su bandera blanca, la cual se ha convertido en un símbolo para pedir alimentos y ayuda para reconstruir sus casas a la orilla de la carretera.
Lo afectados relatan que las lluvias no solo acabaron por destruir sus pertenencias dentro de sus “humildes” viviendas de lámina, sino que el encierro por la cuarentena los obligó a paralizar sus jornadas de trabajo sin tener otra posibilidad de generar ingresos para subsistir.
“La gente nos critica por estar en la calle pero no tenemos comida para alimentar a nuestros hijos”, lamentó Claribel. Ella aseguró que por más ayuda que han solicitado al Gobierno Central y a la alcaldía de San Salvador el esfuerzo ha sido en vano.
Los lugareños agradecen a las personas altruistas que circulan por la zona y les regalan frijoles, arroz, azúcar, entre otros productos de primera necesidad. “Un bocado que ganamos lo compartimos entre todos”, afirmó la vendedora, aseverando que toda la comunidad se ha mantenido unida desde el momento que la comida comenzó a escasear en sus mesas.
Temor al contagio en medio del hambre y las lluvias
Los residentes de la comunidad están conscientes que el virus permanece en el país, sin embargo, después de tres meses sin poder trabajar, aseguran que el hambre los obliga a salir de sus hogares. “Tenemos miedo, pero también tenemos hambre”, declaran los vendedores, quienes en su intento por protegerse de la pandemia se cubren con guantes y mascarillas de tela.
Olinda Carballo, de 54 años, lamenta la situación por la que está pasando junto a sus vecinos. “No fuimos beneficiados con el bono de los $300 dólares y seguimos esperando la canasta solidaria”, detalló. Con su mirada que refleja tristeza observa lo vulnerable que se encuentra su vivienda hecha de madera, plástico y lámina.
Después que los residentes de la comunidad pasan horas bajo el intenso sol y el calor del pavimento, reúnen en un solo lugar lo recaudado durante el día y lo reparten a todos por igual sin importar que sean más de 150 personas afectadas.
El invierno es un problema de cada año
“Cuando venimos a sentir el agua ya estaba adentro de nuestras casas”, recuerda Miriam, mientras buscaba la forma de rescatar lo poco que tenía y posteriormente resguardarse en un lugar seguro junto a las demás familias de la comunidad. “Acá todos los años pasa lo mismo, pero ahora fue terrible porque no paraba de llover”, indicó.
En la Troncal del Norte todavía ondean las banderas blancas
Karen Ábrego y otras familias del cantón La Muralla del municipio de Tonacatepeque aseguran que, ante la falta de trabajo y alimentos debido a la pandemia del corononavirus, no encontraron otra opción que salir a un tramo de la carretera Troncal del Norte a pedir víveres a todos los automovilistas que a diario circulan por la transitada vía.
Ábrego y las otras jefas de hogar cuentan que antes de la emergencia ganaban unos dólares por lavadas de ropa ajena, ventas ambulantes y otras actividades. Sin embargo, luego del establecimiento de la cuarentena domiciliar sin transporte público ya no pudieron salir de casa y el dinero se acabó.