Así fue la última misión de Natividad Méndez Ramos, el soldado salvadoreño que murió hace 17 años en Iraq

A 17 años de haber caído combatiendo en la ciudad de Nayaf, en la guerra que Estados Unidos libró en Iraq, al denominado Héroe Nacional o Héroe de Guaymango, se le ha olvidado.

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Herminia Ramos madre del soldado Natividad Mendéz Ramos Foto EDH/ Archivo

Por Jorge Beltrán Luna

2021-04-04 10:57:00

A media mañana de un domingo 4 de abril, pero de hace 17 años, la Fuerza Armada de El Salvador sufrió la primera baja mortal, peleando una guerra ajena, en la que estaba nada más apoyando a Estados Unidos en labores de reconstrucción en Iraq.

Eran 380 militares salvadoreños que conformaban el segundo envío de tropas a Iraq. Era el Batallón Cuscatlán II. Uno de esos 380 militares era el soldado Natividad Méndez Ramos, perteneciente al Comando de Fuerzas Especiales y originario del municipio de Guaymango, departamento de Ahuachapán.

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Hacía pocas semanas que se había despedido de su madre, Herminia Ramos, y de sus hermanos. El viaje fue una sorpresa porque Méndez Ramos ya había sido descartado para ir a Iraq debido a una recomendación médica. Herminia afirma que lo llamaron para sustituir a otro soldado que había tenido un problema por el cual no podía ir en aquella misión.

La Batalla de Nayaf

Eran días muy duros y los combates en todo Iraq eran crueles. Herminia le pidió a su hijo que se cuidara mucho porque si algo le sucedía, tal vez ella no pudiese resistirlo. Natividad le aseguró que volvería pronto. Pero fue una promesa que no pudo cumplir.

Aquel 4 de abril de 2004, una sección de la segunda compañía del Batallón Cuscatlán II salió de la base Al Andalus, que compartían con militares españoles, hacia otras instalaciones donde adiestran a los aspirantes a la policía iraquí.

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La sección estaba compuesta por 30 efectivos, pero el día anterior habían tenido otros combates en los cuales había resultado un soldado herido, así que solo iban 29 en varios carros blindados.

Cerca de las 9:30 a.m., la sección comenzó a ser atacada por aproximadamente 500 milicianos del ejército del Madhi (el Esperado), a pesar de que la mayoría de iraquíes cargaba un fusil AK-47 con un solo cargador (30 cartuchos) el fuego era nutrido y desde muchas direcciones.

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Veintinueve soldados salvadoreños con fusiles M-16 y ametralladoras M-60 se enfrentaban a esa multitud de enardecidos iraquíes que reclamaban la liberación de uno de sus líderes, Muqtada al-Sadr que había sido capturado horas antes pero los atacantes no entendían que las tropas salvadoreñas nada tenían que ver con esa captura, la cual había sido realizada por tropas estadounidenses.

La M-60 se encasquilló

Tan viejo y obsoleto era el armamento de las tropas salvadoreñas que varias versiones de exmilitares coinciden en que la acción realizada por el cabo Samuel Toloza de entablar combate cuerpo a cuerpo para defender a otro cabo con una navaja, no fue porque se le terminara la munición a la ametralladora M-60 que andaba, como se dijo oficialmente, sino que se le encasquilló tres veces y en la última, ya no pudo desentramparla.

Al cabo Toloza, afirman las fuentes, se le vio con una canana (cinta compuesta por 100 cartuchos para ametralladora) luego del combate. Todos esos cartuchos sobraron porque ya no tuvo con qué dispararlos.

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Durante la batalla del 4 de abril, un sargento, un cabo y el soldado Méndez Ramos se quedaron rezagados, aislados del grueso de la sección. El grupo avanzaba intentando llegar a su destino, el lugar donde entrenaban a los policías iraquíes; fue en ese avance, en un cruce de calle, que una bala alcanzó a Méndez Ramos.

Le pegaron cabal en un costado, en la parte del cierre del chaleco antibalas. La bala no le salió. Al verse herido, Natividad les dijo al sargento y al cabo que se pusieran a salvo ellos, que lo dejaran, que siguieran avanzando. Y eso hicieron. Aquel joven de Guaymango, con especialidad como francotirador, se quedó con su equipo: fusil, chaleco, casco… El sargento y el cabo lo dejaron, conscientes de que Natividad quedaba vivo.

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Ambos salieron bien librados de aquella batalla.

Para cuando el resto de la sección se percató de que Natividad había quedado abandonado, se organizaron para intentar evacuarlo; pero cuando llegaron donde él, Natividad ya estaba muerto, tenía múltiples heridas de arma blanca: los chiítas lo habían rematado y le habían robado el fusil, el chaleco y el resto de equipo. Solo le habían dejado el uniforme.

No mandaron refuerzos

De acuerdo con versiones de ex militares (personal de tropa), el comandante del batallón se negó a mandar refuerzos a la sección que llevaba horas combatiendo, ya con un muerto y varios heridos.

Mientras la sección seguía bajo fuego, el resto de la segunda compañía, 73 efectivos más, se mantenía acuartelado, a la espera de que les ordenaran ir en apoyo de la sección que estaba emboscada. Pero la orden de salir a apoyar a sus compañeros nunca llegaba.

Fue entonces que el capitán, comandante de la compañía, de apellidos Gálvez Torres, encaró al coronel que comandaba el batallón para preguntarle si mandaría o no refuerzos a la sección que combatía.

El coronel le dijo que no; que no arriesgaría la vida de 100 soldados por la de 20 que eran los que estaban en condiciones de seguir peleando aunque ya algunos no tenían municiones.

Bajo su propio riesgo, Gálvez Torres le espetó al coronel: “Entonces yo me voy con los que me quieran seguir”. El coronel solo le dijo que lo hacía bajo propio riesgo, pero tampoco lo detuvo. Al capitán lo siguieron todos los de su compañía y de otras.

El riesgo era mayúsculo. Hasta la sección que se encontraba copada por los rebeldes iraquíes solo lograron llegar siete militares, incluyendo al capitán.

“Aunque eran pocos, fue un gran alivio ver que nos habían llegado a reforzar. Había compañeros que ya estaban exhaustos”, dijo uno de los militares retirados, al recordar aquella batalla.

En el carro blindado en que llegó el capitán fue evacuado un cabo de apellido Ramírez que había sido herido en una pierna.

Las fuentes indican que el cabo Samuel Toloza se destacó por sus hazañas en ese combate. Sus excompañeros recuerdan que no sólo salvó a un cabo de una muerte segura sino que después de eso lo vieron arriesgar nuevamente su vida por recuperar un cohete antitanque, un LOW, que algún salvadoreño había dejado perdido.

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El capitán Gálvez Torres le gritó que lo recuperara. Toloza lo hizo y luego fue disparado contra posiciones enemigas de donde estaban recibiendo fuego intenso.

Al anular esas posiciones enemigas, los salvadoreños tuvieron tiempo para evacuar a los heridos. Uno de los exmilitares recuerda que Toloza solo logró subir la mitad del cuerpo del cabo Ramírez.

Luego de aquel combate, durante una formación, los soldados se enteraron de que el comandante del batallón los había abandonado a su suerte bajo la excusa de que prefería que fueran 29 los muertos y no 100.

Diecisiete años después, pocas personas recuerdan a Natividad Méndez Ramos. Su madre, sin embargo, guarda todos aquellos recuerdos en su memoria. Su familia es la única que no deja de ir a visitar la cripta en el cementerio de Guaymango, donde descansan los restos del Héroe de Guaymango.

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