“Trabajó duro hasta el día en que murió”, dice el hijo de la doctora Ana Vilma García

Las razones son muchas, pero estas tres historias relatan algunos de los temores con que viven las personas que salieron de sus casas y se formaron por horas, bajo el sol, para hacerse la prueba del COVID-19 en la plaza a El Salvador del Mundo.

Por Jonathan Tobías

2020-07-28 6:42:11

Desde las cuatro de la madrugada, decenas de personas acudieron provenientes de diferentes partes del país para realizarse la prueba de COVID-19 en las cabinas móviles que el gobierno dispuso, por segundo día consecutivo, en la plaza al Divino Salvador del Mundo de San Salvador. Como durante el primer día, se formaron largas filas y predominó un fuerte tráfico vehicular.

Las razones y motivos que los llevaron a formarse por dos horas, bajo un intenso sol, son tan diversas y comunes a la vez. Diversas porque en la fila se encontraban médicos, maestros, amas de casa, jóvenes, ancianos, mujeres y hombres provenientes de realidades y circunstancias distintas. En común, todos llegaron cargando un temor: el de haber sido contagiados de COVID-19. Algunos, incluso, tenían historias más comunes de lo que pensaban.

Joseph Figueroa recién sepultó a su madre, una trabajadora de primera línea, quien falleció bajo sospechas de COVID-19 el pasado miércoles 22 de julio. Ana Vilma García, madre de Joseph, trabajó por más de 30 años como médico en San Salvador. Su hijo señala que, sin importar el cansancio, siempre estuvo dispuesta a servir los demás.

Largas colas por toma de prueba de COVID-19 en plaza Salvador del Mundo

“Trabajó duro hasta el día en que murió”, agrega. Ana atendía a cerca de 60 pacientes en primera línea y su hijo denuncia que no le proporcionaron ni transporte ni equipo necesario para que ella y su familias estuvieran seguros de no padecer la enfermedad.

Joseph Figueroa recién sepultó a su madre, una trabajadora de primera línea, quien falleció bajo sospechas de COVID-19. Foto EDH / Yessica Hompanera

Ella murió 14 días después de haber presentado síntomas y fue sepultada bajo el protocolo de COVID-19.

Jamás se le hizo una prueba, ni a ella, ni a su familia. Esa es la razón por la que Joseph se formó, ayer, en una extensa fila frente al a clínica móvil que hacia las pruebas de COVID, en la plaza del monumento al Salvador del Mundo, en la capital. Joseph quiere estar seguro de poder regresar a casa sin poner en riesgo a su abuela, la única madre que le queda.

Una muerte por negligencia

Rafael Alegría de 58 años, se dedica a la fotografía, y llegó a formarse en la fila desde el municipio de Ilopango. Durante las tres horas que se mantuvo en el lugar, relató que su principal motivo es que su padre, Antonio, que trabajaba en el área de archivo del Hospital Nacional Rosales, murió también bajo sospechas de COVID-19. “Ni caso lo hicieron, no lo atendieron”, expresa.

Rafael asegura que durante los días en que su padre se encontraba enfermo, con síntomas de COVID-19, llamaron con insistencia a los números habilitados por el gobierno. Sin embargo, la mayoría de veces no atendían o simplemente le “aconsejaban” que tomara loratadina o acetaminofén.

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“Con eso se iban lavando las manos”, señala. Rafael recuerda que después de insistir que la salud de su padre empeoraba, la persona que le atendió por teléfono le dijo que le llevarían hasta la puerta de su casa el kit de medicamentos por parte del gobierno. Una promesa que nunca se cumplió.

Antonio murió en el interior de su vivienda después de varios días con dolores de cabeza, articulaciones, tos seca y cansancio. Ese es el temor de Rafael, él tiene dos hijos y por ellos llegó a formarse a la fila, para estar seguro y que ellos tampoco se queden sin un padre.

Rafael Alegría de 58 años, se dedica a la fotografía, y llegó a formarse en la fila en el Salvador del Mundo desde el municipio de Ilopango. Foto EDH / Yessica Hompanera

La incertidumbre de la “Primera Línea”

Como sucedió durante el primer día de la toma de pruebas, el personal de primera línea, médicos y enfermeras también llegaron a la plaza para formarse en la fila y conocer el estado real de su salud. Es el caso de la enfermera Brenda, de 34 años.

Ella vive en el departamento de La Libertad. En su lugar de trabajo, uno de sus compañeros resultó con diagnóstico positivo a COVID-19 y, a pesar de la insistencia para que le realizaran las pruebas a todo el personal de primera línea, eso no sucedió.

Aunque el temor la ha llevado a aislarse,  la ansiedad de no saber si es una paciente con diagnóstico positivo no la dejaba tranquila, por eso decidió llegar y formarse en la fila, para estar segura y seguir adelante. Para cuidar a su hija de a penas dos años de edad.

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Desde tempranas horas, decenas de personas se aproximaron a la Plaza Salvador del Mundo para realizarse una de las pruebas gratuitas de COVID-19.