En la explosión de Mejicanos, María recordó la guerra: cuando debía actuar en segundos para sobrevivir

Los esposos Peñate Martínez fueron testigos de cómo la explosión de una venta de gas propano en Mejicanos destruyó gran parte de su hogar. María, a sus 85 años, recordó los tiempos de la guerra cuando, para escapar de las balas, debía actuar en pocos segundos para garantizar su supervivencia y la de su familia.

La adulta mayor junto a su esposo tienen ya más de 60 años de vivir en la colonia San Antonio, de Mejicanos, en la casa que está contiguo a la vivienda donde sucedió la explosión.

Por Jonathan Tobías / Violeta Rivas

2019-07-21 11:34:47

“¡Dios me ha salvado!”, asegura María Peñate, una anciana de 85 años de edad, quien sufrió múltiples golpes y lesiones a raíz de la explosión de una venta de gas propano que, hace poco más de una semana, causó la muerte a tres personas en la colonia San Antonio de Mejicanos. Su vivienda se encuentra justo a un lado del establecimiento en donde se originó el incidente el pasado viernes 12 de julio y cuyas causas aún no se terminan de esclarecer.

Ella y su esposo tienen más de 60 años de vivir en la zona y en el relato de lo que sucedió aquella mañana, María expone el dolor y la angustia que han debido sobrellevar, ella y su esposo, a causa de la explosión. Quienes transitan por la zona y se detienen a observar por breves minutos la destrucción en el hogar de María, no consiguen explicarse cómo consiguió salir con vida del suceso.

Pedazos de duralita, paredes agrietadas, cristales rotos, puertas partidas por la mitad y pesados escombros en el suelo son los rastros que dejó el estallido en el hogar de la anciana. “El estruendo fue espantoso. Pensé que todos nos íbamos a morir”, recuerda ella y con sus manos hace un gesto, casi involuntario, como si quisiera refugiarse.

Minutos antes del accidente, María se encontraba barriendo afuera de su casa, como era costumbre cada mañana. Al terminar, un par de minutos antes de la explosión, ingresó en su vivienda con la idea de continuar con el resto de ocupaciones del hogar y tomar una ducha. “Dios es el que me ha salvado. Si me hubiera quedado barriendo afuera quizá estaría muerta”, reflexiona.

Pedazos de duralita, paredes agrietadas, cristales rotos, puertas partidas por la mitad y pesados escombros en el suelo son los rastros que dejó el estallido en el hogar de María. Foto EDH/David Martínez

Tal cual, unos minutos más tarde, el impacto de la explosión alcanzó a María, quien no pudo permanecer en pie mientras los pedazos de duralita del techo le fueron cayendo encima. Inmovilizada de rodillas y piernas, quedó sin la posibilidad de levantarse por sí misma. Le cayeron trozos de lámina en el pie derecho, lo que le causó una herida y fractura en un dedo.

“Vámonos para afuera, vámonos”, le decía uno de sus sobrinos quien también se encontraba al interior de la casa. Consiguió levantarla del suelo y tomaron rumbo hacia la salida. En cuestión de otro par de minutos, el ruido de las sirenas invadió toda la calle, relata María. Unos cuantos agentes de la policía ya se encontraban en el lugar cuando la mujer y su sobrino salieron a la calle .

Por alguna razón, María recordó los tiempos de la guerra cuando, para escapar de las balas, debía actuar en pocos segundos para garantizar su supervivencia y la de su familia. “Cuando salí todo estaba lleno de gente, había sangre y personas gritando”, relata.

La escena era “espantosa” y prefirió no continuar viendo todo lo que pasaba solo para darse cuenta que ella misma sangraba en abundancia de sus piernas. Cuando los socorristas de la Cruz Roja se percataron de su condición, fue trasladada en una ambulancia al Seguro Social de San Salvador.

“Desde ese día no he podido asentar bien mis pies porque me duelen, pero los doctores me dijeron que poco a poco me iré recuperando”, menciona María quien ha debido permanecer en una silla de ruedas desde el día de la explosión. Además usa un zapato ortopédico para poder mantener protegido el pie, tuvo que comprarlo ya que en el hospital no pudieron enyesarla debido a la herida.

Todos los días debe pagar $6 a una enfermera que le aplica una sesión de fisioterapias en la pierna afectada, ya que al tenerla inmovilizada le causa dolor e inflamación. “Como la debo tener inmóvil (la pierna) me duele mucho, no he podido hacer ejercicio con esa pierna”, relata.

Para la reconstrucción de las paredes y el techo de la vivienda, se necesitan unos $12,000. Foto EDH/David Martínez

De vuelta en casa

Al volver a su hogar, la anciana se detuvo a contemplar con cierta nostalgia los daños en su vivienda. En el comedor, la sala, el baño y las dos habitaciones estaban casi destruidas y sin techo. “Aquí todo era un caos. Tuvimos que dormir la primera noche sin puerta porque se había desplomado, pero los policías nos cuidaron”, recuerda María.

Uno de los temores de ella y su esposo es que la casa que, con tanto esfuerzo han levantado por décadas, vuelva a sufrir daños mayores cuando derriben los escombros que quedaron en la venta de cilindros de gas. “Siento que si vienen a demoler el local van a terminar de arruinar nuestra casa”, manifiesta María.

“No es justo que nosotros invirtamos en algo que no tuvimos que ver. Ya no tenemos la fuerza para trabajar”, declara Carmelo Martínez, esposo de la anciana.

Según cálculos de un ingeniero particular que la pareja consultó, para la reconstrucción de las paredes y el techo de la vivienda, se necesitan unos $12,000 y, aunque han sido muchas las muestras de apoyo, ninguna se ha concretado hasta la fecha. María explica que el día del suceso varias instituciones de Gobierno se acercaron para decirles que recibirían ayuda económica, ya que su casa es la que sufrió más daños en la zona.

“El trabajo de toda una vida está en mi casita, 38 años trabajé para poder tener bien mi hogar, y ahora ni caso le hacen a uno porque vinieron del Gobierno y no han dado nada, y no podemos tener los cuartos a la intemperie si está lloviendo y se nos mojan las cosas, cómo vamos a estar bajo el agua todo este tiempo”, expone De Martínez.

La ayuda que ha tenido la familia hasta el momento es de parte de la alcaldía de Mejicanos, quienes les han proporcionado láminas, además del personal que está retirando los materiales y colocando los nuevos. María confirma que le han ofrecido de la alcaldía colocar los vidrios de las ventanas, aunque por su parte ya compró algunos, para que la casa no esté sin protección.

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