El síndrome de Down le cerró las puertas a Fernando, hasta que alguien le dio una oportunidad

Fernando Elías, de 23 años, es un joven muy activo. Trabaja de noche, juega fútbol y squash, y va a clases de teatro.

Por Rafael Mendoza López

2019-03-20 6:43:02

Fernando Elías, de 23 años de edad, toma la raqueta de squash y comienza el repetitivo rebote de la pelota en la pared. Fuerte y coordinado, sigue los lineamientos de su maestro, desde la etapa de calentamiento hasta que ingresa a la cancha.

Su coordinación, empero, no es fruto de la casualidad. A los meses de nacido, su familia comenzó con las labores de estimulación temprana. Y, así, no ha parado.

El maestro de Fernando, Rodrigo Recinos, da fe de que el joven se mueve y tiene capacidad para practicar el deporte, pese a nacer con síndrome de Down. Como él, varios de sus compañeros que vinieron al mundo con ese trastorno genético han logrado desarrollarse en el deporte, relató Recinos.

“Fernando se ha acoplado bien, trabaja bien. Hace los ejercicios como cualquier persona regular. En realidad, trabajar con él es, a veces, mucho más fácil; es alguien bien atento, es alguien que trabaja, su fuerza la tiene, puede mover todo su cuerpo normal. Con él no tenemos un obstáculo grande de decir que no puede hacer las cosas”, apuntó Recinos.

Eso sí, en este caso, Recinos reconoció que el proceso de aprendizaje es más lento. “El proceso es un poquito más lento, hay que tener más cuidado”.

Fernando, además, acude a clases de fútbol y participa en una obra de teatro que está próxima a estrenarse.

El joven juega squash y fútbol.  Su maestro dice que ha respondido bien al entrenamiento. Foto EDH/Lissette Monterrosa

Ardua agenda

Fernando trabaja por las noches en el restaurante de alitas barbacoa salvadoreño Buffalo Wings, de 6:00 a 10:00 de la noche. En el trajín de viandas, pedidos y cuentas, se ha logrado acoplar y es muy querido por sus compañeros.

Su sonrisa no pasa inadvertida. “A Fernando le gusta convivir con las demás personas”. Así resume Mónica Elías la ventaja que permite a su hermano abrirse un espacio en el duro mundo laboral.

“Para que entrara a trabajar se le dio una capacitación, estuvo practicando en otra sucursal antes de llegar adonde labora actualmente”, relata.

Sin embargo, el camino ha estado lejos de ser fácil. Según la hermana, “en otros lados tocamos puertas, pero se nos cerraron por el síndrome de Down”.

Fernando disfruta su trabajo. Se la pasa bien. Cuando siente las luces de la cámara sobre él se pone nervioso, pero actúa con naturalidad. Y al preguntarle si le gusta su trabajo, responde con risa a flor de labio y un seguro “sí”.