Hace 25 años El Salvador estaba en alerta por la “Fiebre maldita”, ¿qué era?

Se trataba de un extraño virus y se desconocía qué lo transmitía. Al igual que ahora con el COVID-19, se tenía que aislar al paciente para tratarlo.

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Autoridades sanitarias de El Salvador estaban el alerta por la nueva enfermedad. Foto EDH

Por Nancy Hernández

2020-10-28 7:01:24

Un extraño virus ha matado a 12 personas en Nicaragua, mantiene hospitalizadas a otras mil y todavía hasta ayer ninguna autoridad sanitaria salvadoreña sabía de qué se trataba, pese a que el problema se encuentra a menos de 250 kilómetros del territorio”, consignaba una publicación de El Diario de Hoy del 28 de octubre de 1995.

Según la publicación, las autoridades estaban inquietas y el país en alerta por la “Fiebre maldita”, que estaba cobrando muertes en el vecino país y que se expandía rápidamente por el territorio nicaragüense.

Así como ahora con el COVID-19, en aquellos años la alarma se encendió por una enfermedad de alto contagio y que en ese tiempo sólo se sabía que era un virus, pero se desconocía qué lo transmitía. “¿Qué lo transmite? Tampoco se sabe. ‘Una cucaracha, un mosquito, un roedor, cualquier animal silvestre”, dijo el entonces ministro de Salud salvadoreño, el doctor Eduardo Interiano.

Tampoco existía un medicamento o tratamiento, y debían aplicarse medicamentos utilizados para otras enfermedades como el dengue hemorrágico porque los síntomas eran similares.

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“La denominada fiebre hemorrágica se combate en Nicaragua como si se tratara de dengue hemorrágico dada la compatibilidad entre ambas enfermedades”, se explicó a los periodistas.

Uno de los mecanismos de protección era el aislamiento del paciente. Foto EDH

En 1995 pasó algo similar a la pandemia actual, en menor escala claro está, porque autoridades sanitarias nacionales e internacionales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) trataban de descubrir el origen del virus y cómo combatirlo.

Uno de los mecanismos que usaron para descubrir qué virus era fue enviar muestras a laboratorios extranjeros, una situación similar al inicio de la pandemia actual, cuando los exámenes eran enviados fuera del país para su análisis.

“Los nicaragüenses enviaron 23 muestras de sangre y otros restos humanos a laboratorios de los Estados Unidos, de Cuba y de la Organización Panamericana de la Salud”, se lee en la publicación.

Para esa fecha lo único que habían logrado concluir era “que no se trataba de dengue hemorrágico ni de encefalitis palúdica o equina sino de un virus no identificado”.

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La enfermedad surgió en Achuapa y se propagó a los departamentos de León, Chinandega y Estelí. El dengue se descartó porque las autoridades sanitarias de Nicaragua hicieron trabajo de campo en la localidad de Achuapa, departamento Jutiapa, donde se registró el brote y no se encontró la presencia del Aedes Aegipty, los exámenes de laboratorio tampoco encontraron la presencia del dengue.

Además, la temible enfermedad tenía múltiples síntomas como la hemorragia pulmonar, que provocaba la rápida muerte del paciente.

El texto consigna: “El diagnóstico clínico corresponde a dengue hemorrágico porque los pacientes presentan fiebre elevada, dolor de cabeza, dolores musculas y articulaciones, hemorragias, y en casos extremos convulsiones como consecuencia de una hemorragia intracraneana. Los signos del virus son manchas en el cuerpo, intenso dolor de cabeza, fiebres hemorragias y convulsiones”.

Explicación de cómo un virus entra al cuerpo y se multiplica. Foto EDH

Una vez más se ve la coincidencia con el virus actual causante de la pandemia, puesto que los principales síntomas son los dolores de articulaciones y musculares, fiebres, dolor de cabeza e incluso en casos muy contados las convulsiones, puesto que algunos padecimientos neuronales también han sido vinculado al SARS-CoV-2.

Para esta fecha, El Salvador sólo estaba pendiente de los resultados y el avance de la enfermedad, pero no había tomado ninguna medida de prevención; a diferencia de Honduras, que decretó alerta nacional y estableció una vigilancia epidemiológica en la zona fronteriza con Nicaragua. Sin embargo, ningún país centroamericano había tomado la “medida preventiva” de cerrar las fronteras de acceso con Nicaragua “por el desconocimiento del agente transmisor”.

La posible causa de la proliferación de la enfermedad que brindaban las autoridades es que Achuapa, un municipio de 13 mil habitantes, durante 50 años había sido una zona bastante seca, con pocas lluvias, pero en las dos semanas previas al brote de la enfermedad había llovido demasiado.

“A lo mejor tanta agua en una área seca ha provocado un desequilibrio del ecosistema y ello produjo esta enfermedad”, explicó el ministro Interiano.

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La “Fiebre maldita” afectaba más a los niños y les causaba hemorragia pulmonar, a diferencia del COVID-19, que es poco frecuente en menores de edad y el grupo susceptible son las personas en edad productiva y adultos mayores.

Otro factor que se repite ahora, así como en octubre de 1995 es el aislamiento de pacientes infectados para evitar la propagación del virus.

Publicación de El Diario de Hoy del 28 de octubre de 1995. Foto EDH

“El único mecanismo de defensa es aislar a las personas que presentan la enfermedad: ‘como no se conoce el vector sólo se puede alertar a la población sobre la gravedad de la misma, ya que la pueden producir desde una cucaracha, un mosquito, un roedor hasta cualquier animal silvestre'”, advertía hace 25 años el ministro de salud salvadoreño.

Ahora bien, ¿qué enfermedad era la “Fiebre maldita”?

Según la Pan American Health Organization, lo que se conoció como “fiebre maldita” y meses después como “fiebre amarilla”, realmente fue un brote de leptospirosis, que es una enfermedad zoonótica de potencial epidémico que suele darse con mayor facilidad después de una época lluviosa fuerte y abundante.

La enfermedad es causada por una bacteria llamada leptospira que puede ser adquirida por las personas y animales. Además de presentarse en más de 200 variedades.

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“Los seres humanos generalmente adquieren la leptospirosis por contacto directo con la orina de animales infectados o con un ambiente contaminado por orina. La transmisión de humano a humano ocurre muy raramente. La leptospirosis puede presentarse con una amplia variedad de manifestaciones clínicas, desde una forma leve a una enfermedad grave y a veces fatal. Sus síntomas pueden parecerse a varias enfermedades, como influenza, dengue y otras enfermedades hemorrágicas de origen viral; es importante el  diagnóstico correcto (clínico y de laboratorio) al inicio de los síntomas para evitar casos graves y salvar vidas principalmente en situaciones de brotes”, cita la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La enfermedad suele darse en países de climas húmedos subtropicales y tropicales y se estima que cada años hay más de 500,000 casos en todo el mundo. Los principales brotes se han registrado en Nicaragua, Brasil, Guyana y otros países de América Latina. Además, la mayoría de casos suelen tener síntomas severos, por ello la mortalidad es del 10 %, según la OMS.

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