El infierno que viven las niñas esclavas sexuales de la pandilla MS en El Salvador

Fuentes policiales y civiles calculan que de las 180 niñas que entre el 2016 y 2017 se convirtieron en madres, seis o siete de cada 10 fueron embarazadas por pandilleros de la Saylor Locos Salvatruchos (SLS).

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Por Jorge Beltrán/Óscar Iraheta

2018-06-26 7:03:30

Esta es la lúgubre narración del infierno en que viven muchas niñas de 12, 13 o 14 años, quienes tuvieron la maldición de que a un pandillero de la clica Saylor Locos Salvatruchas, que forma parte de la MS, se le antojase hacerlas su mujer.  Esta es la realidad que sucede en tres municipios del departamento de San Miguel.

“Ella era una de las mujeres del Thunder. Lo que sabemos es que desde cuando tenía 13 años, fue obligada por ese pandillero a que tuviera relaciones sexuales; la amenazó, pues”, dijo una policía a quien casualmente se le preguntó sobre el posible móvil del feminicidio contra una adolescente cometido en los primeros cuatro meses de este año en uno de los tres municipios de San Miguel, a los que el pasado 14 de abril, el fiscal general de la República, Douglas Meléndez, dijo que formaban “el triángulo de la delincuencia”.

El funcionario se refería así a los municipios de Moncagua, Chapeltique y Lolotique, cuya posición geográfica dibuja un triángulo en el mapa de El Salvador. Los tres son municipios eminentemente rurales; en conjunto, su población es de 50 mil habitantes.

En esa triada territorial, la pandilla Saylor Locos Salvatruchos (SLS), de la Mara Salvatrucha (MS-13) tiene un dominio casi absoluto; es decir, que casi no hay pandillas rivales y, por consiguiente, el control territorial que ejercen es fuerte, tan fuerte que ha obligado al Gobierno del FMLN a implementar el Plan 10, que no es más que desplazar de manera permanente a dos o tres grupos de soldados y policías en los cantones con más incidencia delincuencial.

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Fue sacada de su casa donde dormía con sus padres y hermanos. A pocas cuadras la ejecutaron con un disparo en la frente.

Movido por la incredulidad de lo que la agente policial decía sobre una niña que había sido esclavizada sexualmente, a quien llamaremos Rosita Uno, a sus escasos 13 años por un pandillero con un amplio récord criminal, se buscó corroborar la versión de la Policía.

El que busca encuentra, reza un refrán. Y la respuesta que se halló fue estremecedora e inquietante porque demuestra hasta qué punto el Estado salvadoreño ha permitido que las pandillas controlen, en muchos lugares, múltiples aspectos de la vida de las personas: sexual, económico, sentimental, laboral, académico…

“Vaya, hoy le voy a contar la mera verdad yo. Es cierto, a mi niña, a los 13 años ese maldito comenzó a violarla. Le dijo que si no se hacía su mujer, la iba a matar a ella y a todos nosotros”, dijo la abuela de la adolescente asesinada en los primeros cuatro meses de 2018 en uno de los tres municipios del “triángulo de la delincuencia”.

Para protección de las víctimas y sus familias, así como por impedimento legal, en este reportaje no se mencionarán los nombres de las menores ni se hará relación directa de la identidad de sus familiares, tampoco el nombre del cantón, caserío o colonia donde ellas viven o fueron asesinadas.

La abuela de Rosita Uno se había guardado celosamente el porqué su nieta se había vinculado sentimentalmente con el cabecilla de la SLS. Todo mundo en el cantón y más allá de los confines del mismo sabía de que Rosita Uno era una de las mujeres del Thunder; muchos no entendían por qué aquella niña de aspecto agradable, tez blanca, alta, delgada, y de ojos marrón se había enredado maritalmente con aquel criminal; no lo entendían porque no sabían que había de por medio una amenaza y por eso las críticas eran abundantes y mordaces.

Al decir “maldito”, la abuela de Rosita Uno se refería a Luis Alberto Aguirre Castillo, alías Thunder, un pandillero de 23 años de edad. El Thunder fue capturado a principios de agosto de 2017, en San Miguel. La Policía dijo que se había enfrentado a balazos con ellos y como resultado, un pandillero fue abatido y el Thunder y dos más fueron arrestados.

Horas después de ser capturado, varios policías dijeron en sus cuentas en redes sociales, que era un gran criminal: que había participado directamente en el asesinato de policías en San Miguel y que había violado a muchas niñas. Pero solo lo dijeron más no presentaron ninguna prueba.

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Su identidad ha sido resguardada con el seudónimo de “Elena”. Por un año, entre 2014 y 2015, la joven fue esclava sexual de una clica de la MS en Santa Ana. En ese mismo período, 2,117 casos de violencia contra mujeres fueron procesados en todo el país por la PNC.

Pero pobladores de Chapeltique, Moncagua y Lolotique saben que aquel rumor esparcido por algunos policías no es falso. Es tan cierto  que se puede comprobar visitando casas donde viven esas niñas que el Thunder esclavizó; la mayoría de ellas a los 13 años.

El caso de violación, de sometimiento sexual de Rosita Uno es solo un caso. Los mismos parientes de la adolescente aseguran que ella era solo una de varias niñas que el criminal había violado.

De hecho, aseguran que (se omite el nombre del cantón y la fecha cuando dio a luz), a finales de 2016, una niña a quien llamaremos Rosita Dos, que también había esclavizado sexualmente (violación, en términos legales) dio a luz a un hijo del Thunder. Cuando la embarazó apenas tenía 14 años.

Rosita Dos es también solo una de las 180 niñas que entre enero de 2016 y diciembre de 2017, se convirtieron en madres. Varias de esas adolescentes sólo tenían 14 años cuando parieron, lo cual indica que fueron embarazadas a los 13 años.

Foto/ Óscar Iraheta

Pero en los municipios del “triángulo de la delincuencia” no solo el Thunder era el violador de niñas. También señalan a El Chiqui, alias de Luis Anatanael Sandoval Trejo, quien era el segundo cabecilla de la SLS en Chapeltique y Moncagua, y a El Callado, en Lolotique. Callado es el alías de Nelson Guadalupe García Guevara, máximo cabecilla de la SLS en Lolotique, quien tiene varias órdenes de captura por homicidio y que ha sido señalado como sospechoso de asesinar al sacerdote Wálter Osmir Vásquez, cometido a finales de abril de este año.

Tanto en Moncagua como en Chapeltique no es un secreto que  en diciembre del 2014, El Chiqui privó de libertad a una niña de 13 años en el cantón Tangolona, que tiene varios caseríos, todos dominados por la MS-13. Y los policías de ambos municipios lo saben.

El Chiqui llegó en la noche de Navidad
Simplemente aquel 24 de diciembre, mientras muchas familias celebraban felices la Nochebuena, el Chiqui llegó a la vivienda de la niña y dijo a los padres que se la llevaría y que no debían decir nada.

Por mucho tiempo, la familia de la niña no supo nada de ella pero continuaron viviendo en el lugar.

Aproximadamente dos años después, la niña volvió a su casa, pero iba embarazada, a punto de dar a luz.

Al final, de acuerdo con fuentes policiales de Moncagua, la familia abandonó su vivienda y posteriormente salió de El Salvador con la ayuda de una organización, lograron conseguir refugio en otro país. La Policía sabe todo eso.

Huyó toda la familia, por temor a que El Chiqui cumpliera sus amenazas. Hoy, cerca de donde ocurrió esa tragedia familiar, han colocado un Grupo Conjunto de Apoyo a la Comunidad (GCAC), conformado por un policía y tres soldados.

La tragedia de esa familia es conocida de todos los habitantes de cualquier caserío del cantón Tangolona. Pero el de la niña que fue sacada de su casa en Navidad no es un caso aislado. En ese cantón hay varias jóvenes que a sus 14 o 17 años, alternan sus deberes de madre con las tareas escolares. Varias estudian bachillerato a distancia y solamente asisten a clases el fin de semana.

Si algunos policías encargados de dar seguridad al municipio de Moncagua se limitan a mencionar nombres de algunas menores que tengan hijos del Thunder o del Chiqui y a dar indicaciones del lugar donde viven, policías del municipio de Chapeltique se atreven a decir que de todas las menores de edad que están criando en ese municipio, posiblemente un 70 por ciento  de esas crías, son de pandilleros.

Pero no solo los policías. Una persona vinculada a la alcaldía municipal de esos tres municipios, que pidió no mencionar su nombre, aseguró que del total de menores cuyos hijos fueron inscritos entre 2016 y 2017 en el registro familiar, posiblemente el 60 por ciento de ellas fueron embarazadas por miembros de pandillas.

Los policías que patrullan los municipios de Moncagua, Chapeltique y Lolotique conocen  los casos por la naturaleza de su trabajo. Estos están al día con los datos de quiénes son las “nuevas novias” de los pandilleros, quiénes están embarazadas de esos sujetos y quienes están criando hijos de esos mismos delincuentes.

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En los pueblos del interior, por su tamaño territorial y poca población, se conocen entre vecinos. Tal vez sea por eso que a nivel de empleados municipales, también se sabe qué niña ha salido embarazada o ya tuvo el hijo… Y que el padre de éste es un pandillero que, en muchos casos, está preso, anda huyendo o simplemente no se volvió a saber de él.

Pero hay un dato muy concreto, uno irrefutable, que se convierte en un fuerte indicio de que muchas niñas fueron embarazadas por pandilleros. En conjunto, en Moncagua, Lolotique y Chapeltique, entre 2016 y 2017, 43 menores de edad tuvieron que ir ellas mismas, solas, a inscribir a sus hijos al registro familiar.

En algunos caso lo hizo la madre, la abuela o el padre de la menor.

La cifra podría ser mayor si se toma en cuenta otras dos variables. La primera es que para evitar problemas legales, algunas adolescentes esperan a cumplir los 18 años para ir a inscribir a sus hijos. La segunda es que la cantidad de mujeres jóvenes que dieron a luz a los 18 años, es considerable.

La doctora Blanca de Santos, epidemióloga de la Regional del Ministerio de Salud, con sede en San Miguel, proporcionó el dato de que entre 2016 y 2017, fueron 75 jóvenes de 18 años las que parieron en esos tres municipios.

Algunas de esas jóvenes podrían haber sido embarazadas cuando aún no habían cumplido los 18 años de edad.

“Es una táctica para evitarle al responsable del embarazo, posibles problemas con la justicia: No los van a asentar hasta que la madre alcanza los 18 años de edad”, señaló una persona que trabaja en una alcaldía de los tres municipios, refiriéndose a que algunos hombres esperan a que la madre sea mayor de edad para ir a asentar al niño.

Un ejemplo de lo anterior es el caso de D.E., quien tuvo a su hijo en 2012, cuando no tenía ni 14 años, el padre del niño lo fue a inscribir hasta el 2016, cuando ella ya había cumplido los 18.

El problema de los embarazos en menores de edad no parece disminuir en Moncagua, Lolotique y Chapeltique. La doctora de Santos indicó que hasta marzo de 2018 en esos tres municipios ya registraban 19 casos de madres entre los 14 y 17 años, con Moncagua punteando esas estadísticas.

Por su parte, policías, soldados y empleados de salud que trabajan en esos municipios indicaron que los pandilleros continúan seduciendo o violando a niñas, embarazándolas y hasta desapareciéndolas o matándolas cuando  se resisten a continuar una relación con ellos.

El caso de Rosita Uno podría ser uno de los casos en que la pandilla la mató porque ella le pidió ayuda a la familia en el sentido de que no quería continuar con aquella relación.

Otro caso podría ser el de T.P., una joven que fue desaparecida a principios de diciembre de 2017. I. y B. también están desaparecidas. Ellas eran menores de edad que por alguna razón decidieron no continuar siendo mujeres de pandilleros.

Casos para citar de ejemplo los hay. Y lo más grave es que todos esos empleados públicos los conocen pero hacen poco o nada por combatir ese problema. Cada uno tiene sus propias excusas. Al esgrimir esas excusas, cada uno lo hace con tono despreocupado, como si no tuviera una obligación de denunciar.

**Para protección de las víctimas y sus familias, en este reportaje no se mencionará los nombres de las menores ni se hará relación directa de la identidad de sus familiares, únicamente haremos referencia al municipio donde viven o fueron asesinadas.