“Con mi ventecita de pupusas había logrado sacar los pagos de mi casa”, el drama de los albergados de la Nuevo Israel

Numerosas familias están albergadas en el Instituto Nacional Técnico Industrial (INTI), luego que los estragos del paso de la tormenta Amanda dejara sus hogares inhabitables.

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Foto EDH / David Martínez

Por Óscar Portillo

2020-06-02 10:00:59

Teresa Martínez vio como perdía su casa el pasado fin de semana, cuando la tormenta Amanda elevó las aguas del Arenal de Monserrat. El esfuerzo de 20 años de trabajo se desmoronó en cuestión de minutos. Lo único que pudo rescatar fue una maleta con ropa para su hijo de 22 meses. En ese instante la impotencia envolvió su cuerpo y lo único que pudo hacer fue gritar en busca de ayuda.

Tras perderlo todo, se dirigió a la casa de la cultura que está cerca de la comunidad en busca de refugio. Al final del día, Teresa fue enviada al Instituto Técnico Industrial (INTI): habilitado como albergue para las personas de la Comunidad Nueva Israel.

Al día siguiente, Teresa tomó otra difícil desición: enviar a su hijo de 22 meses, su madre -una anciana de 75 años- y a su segundo hijo, que padece de asma, a donde su cuñada, lejos de ella. Lo hizo en vista de los posibles contagios por COVID-19 que se puedan registrar en el albergue. Actualmente solo su hija mayor se ha quedado a su lado.

Martínez es la cabeza de un hogar compuesto por cinco personas. Ella era la única que trabajaba, pues hace dos meses fue despedida de su trabajo debido a la pandemia del COVID-19.

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Sin ingresos económicos y sin un hogar, no sabe qué hará una vez la emergencia por las lluvias termine y tenga que marcharse del INTI.

“Aquí, muchas personas tienen sus casas clasificadas como de alto riesgo, pero la tienen. Nosotros ya no tenemos a donde llegar cuando nos tengamos que ir”, expresa la mujer con lágrimas en sus ojos.

Foto EDH/ David Martínez

Vivienda intacta con terreno inhabitable 

A Rita Méndez le faltaba aproximadamente un año para terminar de pagar su casa. Ella tenía cinco años de vivir en la Comunidad Nueva Israel y hace tres años construyó la última parte.

Como resultado de las constante lluvias, que dejó el paso de Amanda por territorio salvadoreño, el suelo de su vivienda está minado y un muro de contención, que está en la parte de atrás del terreno, se está desmoronando.

“Con mi ventecita de pupusas había logrado sacar los pagos de mi casa. Solo compraba lo necesario y justo cuando estaba a punto de pagarla. Ahora es inhabitable.”

A pesar que su hogar no se inundó y no perdió sus pertenencias, en los tres días que ha estado albergada en el INTI, algunas de sus cosas fueron saqueadas, explica.

Una de las preocupaciones de Méndez son sus dos perros. Debido a que no permiten mascotas en el albergue, ella se arriesga todos los días llegando a dejarle comida a sus mascotas y a pesar que les tiene aprecio, busca a alguien que quiera adoptarlas, pues con su casa en riesgo, ya no les puede dar las condiciones de vida necesarias.

Quien esté interesado en adoptar las mascotas de Rita Méndez puede contactarse con ella al 6149-9667.

Foto EDH/ David Martínez

La calidez del hogar en una cama

Rosa Fuentes no pudo dormir la noche del sábado 30 de mayo. Ella permaneció vigilante del cauce del Arenal Monserrat. Sabía que la constante lluvia desbordaría el río. Durante la madrugada, vio cómo, minuto a minuto, el nivel del agua iba creciendo y a las cuatro de la madrugada, se dio cuenta que la inundación en la Comunidad Nueva Israel sería inminente.

Al ver eso, Rosa se dirigió a la casa de su hijo menor, que vive a corta distancia de la suya, para despertarlo y evacuar el área. Lo único que tomó de la casa de su hijo fue una mudada de ropa y entre ambos subieron la cama a la mesa del comedor.

“Si yo no hubiera estado pendiente del río durante la noche, él no estaría vivo”, dice Fuentes con todo el alivio que puede.

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El agua dentro de su vivienda y la de su hijo se elevó hasta, aproximadamente, un metro de altura y eso minó el suelo de ambas viviendas, haciéndolas prácticamente inhabitables.

Cuando fue seguro visitar las casas, junto a sus hijos sacó la cama y se la llevaron al albergue. Es la única pertenencia que les recuerda a la calidez de su hogar.

 

Foto EDH/ David Martínez