Detrás de las urnas: ¿cómo se experimentó el día “D” desde una Junta Receptora de Votos?

Este es un relato en primera persona sobre la angustiante y estresante jornada de los integrantes de las JRV en las pasadas elecciones

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Votantes en el Puerto de La Libertad. Foto EDH/ Omar Martínez

Por Liseth Alas

2019-02-07 8:00:02

Con angustia y frustración, así comenzó la jornada el día de las elecciones presidenciales para algunos salvadoreños seleccionados por sorteo para formar parte de una Junta Receptora de Votos (JRV), pues tras madrugar tuvieron que regresar a sus casas.

Aunque desde las capacitaciones que se recibieron se advirtió que eso podía suceder al lograr completar las mesas electorales con personas propuestas por los partidos, el anuncio no dejó de preocupar a los ciudadanos por temor a una multa, de no quedar un registro de que asistieron para cumplir con su deber.

Eso casi me ocurre a mí. El 3 de febrero, llegué a las 5:00 de la mañana al centro de votación que me asignó el Tribunal Supremo Electoral (TSE) en San Salvador.

Junto a los otros seleccionados nos quedamos de último en la fila de ingreso, ya que desconocíamos que había un orden de entrada.

Cuando se llegó el turno para ingresar, a otra persona y a mí se nos dijo que ya no habían cupos en las JRV que nos había asignado el TSE, debido a que estos fueron llenados con las propuestas de partidos y con ello quedábamos fuera.

Ante la angustia de pensar que podríamos ser sancionadas al no tener cómo comprobar que acudimos al lugar, nos acercamos donde los delegados de la Junta Electoral Municipal (JEM), quienes sugirieron que esperáramos un rato más.

De pronto, había movimiento en el centro de votación porque no se había logrado completar una de las JRV y necesitaban a una persona para ello, como estaba cerca a la puerta me pidieron la credencial extendida por el TSE y me incorporaron a esa mesa, mientras a la otra ciudadana la despacharon a su casa. Como ella muchas personas regresaron a su residencia decepcionadas alegando el tiempo que invirtieron en las capacitaciones.

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Entre tanto, a mí me asignaron el cargo de vocal 1 y aproximadamente las 6:15 de la mañana, los tres integrantes de la JRV corrimos con el paquete electoral para preparar el salón de clases asignado.

Fue un caos. Todas las juntas y policías comenzaron a votar y mi equipo estaba atrasado. Aún faltaba pegar la señalización, colocación del padrón de exhibición y revisar si las 600 papeletas de votación correspondientes a la mesa estaban completas. Este último proceso lleva tiempo, pues debe contarse cada hoja para verificar que los números vayan en correlativo y no falte ninguna, de detectarse ese error debe explicarse tanto en la acta de instalación como en la de cierre.

Votamos como tipo 7:10 de la mañana y la presidenta decomisó a cada uno el Documento Único de Identidad (DUI) para depositarlos en una bolsa dentro de la urna y estos son entregados al final del conteo.

Los nervios se habían apoderado de cada uno de los miembros de la mesa al ver que el centro de votación abrió a la ciudadanía y los integrantes de dicha JRV apenas terminaban de emitir el sufragio.

Afuera del salón se formó una fila de personas ansiosas por votar y se escuchaba que se quejaban que no se agilizaba el trabajo.

La presidenta de la JRV anunció casi a las 7:30 de la mañana que se abría la votación e ingresaron los ciudadanos. En mi caso, tenía que realizar doble función, ya que la mesa se instaló solo con tres de cuatro integrantes propietarios, de esa manera asumí las actividades correspondientes al vocal 1 y 2.

Tenía a cargo el padrón de firmas, entrega del DUI a cada ciudadano, estar pendiente de que regresaran el crayón, pedir que se entintara cualquiera de los dedos de las manos y llevar la hoja de control del número de votantes por sexo o si se trata de una persona ciega, ya que cada cierto tiempo observadores, partidos políticos u organizaciones civiles que participan en los comicios se acercan a preguntar cuántos hombres y mujeres han emitido el sufragio.

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Sin embargo, una vez le encontré la lógica a la función la desempeñé sin problemas. En esta labor se lidia con personas molestas, alegres y otras impacientes.

Aparte del trabajo que realiza cada integrante de la JRV, comprobé las dificultades que se enfrentan, entre estos que vigilantes y jefes de centro de los partidos políticos intentan incidir en la decisión de la mesa en cualquier inconveniente que surge con los votantes, cuando la ley electoral da esa potestad solo a la junta.

También surgen diferencias entre miembros de la mesa, a las cuales deben hallarse el consenso.

Otro problema es que los integrantes de la JRV toman poca agua y a falta de suplentes no pueden levantarse al baño con frecuencia, deben aprovechar el tiempo en que el flujo de votantes disminuye.

En el caso de los sorteados no tienen asegurada la alimentación con el TSE, por lo que iba preparada con un sándwich y una soda, sin embargo algunos de los partidos en contienda comparten de sus refrigerios, aunque en redes leí que no todos corrieron con la misma suerte.

La hora del cierre de urnas y el inicio del conteo de votos son otras de las jornadas intensas que tienen a cargo las JRV.

En esta etapa debe cuadrar todo, desde el número de votantes que asistió a la elección, la cual debe coincidir con el número de votos válidos, nulos e impugnados si los hay, así como la cifra de papeletas sobrantes, para que en total sumen 600.

El llenado del acta de cierre, que a parte de la hoja original tiene ocho copias que se reparten entre las instituciones respectivas y partidos políticos, debe hacerse con mucha delicadeza y concentración, ya que un error afecta los duplicados.

Este último proceso fue difícil y se hizo bajo presión, pues al ser la última mesa que finalizó el conteo, los representantes de las instituciones a quienes se les debía repartir las copias se mostraron desesperados porque se les entregara el documento.

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Aunque la jornada fue estresante y acabó aproximadamente a las 8:30 de la noche, esta vez la viví desde otra perspectiva, no como periodista sino como parte de los ciudadanos que resultaron sorteados para estos comicios.