“Eso fue: que fueron a tirar la tierra allá arriba”, dijo a la mitad de un doloroso llanto, Elizabeth Muñoz, refiriéndose a la posible causa del deslave en Nejapa. Eran las cuatro y media de la madrugada del viernes 30 de octubre.
Frente a ella, sobre un suelo de lodo y piedras, estaban tres cuerpos cubiertos con sábanas: eran los esposos Dinora Muñoz y Héctor Chiliceo y la hija de ambos, Valeria, de tan solo siete años de edad, los tres murieron soterrados.
La familia murió soterrada, horas antes, cuando un alud de tierra, rocas y escombros bajó por el cauce de la quebrada El Conacaste, en Nejapa, y destruyó todo a su paso, incluidas las casas del Caserío Los Angelitos 2, en donde Valeria y sus padres residían, desde hacía diez años atrás. Su casa fue la primera que el deslave encontró en su ruta.
Al igual que Elizabeth, decenas de sobrevivientes del deslave en Nejapa y familiares de la víctimas coinciden en que detrás de la devastación que dejó el alud, no solo están las intensas lluvias de la noche del 29 de octubre. Denuncian que, semanas atrás de la tragedia, una empresa constructora volcó enormes cantidades de tierra y escombros en una ladera, a unos cien metros, quebrada arriba, del primer punto habitado que la corriente encontró a su paso.
Justo en ese punto: un descampado en medio de la vegetación de la quebrada y los cañales de la zona, se pudo corroborar, la mañana posterior al deslave, la presencia de un enorme promontorio de tierra, a orillas del cauce, y que terminaba en el trayecto que la corriente siguió hasta el Caserío Los Angelitos 2, quebrada abajo.
“Ahí se detuvo toda el agua, entonces cuando rompió, se trajo todo”, denunció Ricarda Sibrían, madre de Dinora, a unos metros de el lugar en donde solía estar la casa de su hija. “Taparon la quebrada”, dice y, con el más desgarrador de los desconsuelos, culpa a los responsables, quienes autorizaron y ejecutaron los descargos de tierra, de la muerte de su hija, su nieta y su yerno.
Omar Barrios, residente de la zona y que también llegó durante la madrugada a colaborar con las labores de recuperación de las víctimas, confirmó que la empresa constructora llevaba cerca de cuatro semanas creando un tapón en el curso natural de la quebrada. “El problema fue que ese tapón colapsó y ahí agarró fuerza el agua”, dijo y relató que, incluso, consiguieron oír el momento en que eso sucedió: “Un estruendo que nunca había escuchado”, describió.
“Se formó una lava de tierra y lodo, que se pasó llevando las casas”, fue una de las hipótesis a las que llegó el equipo de investigadores de la Policía Nacional Civil que verificó la zona de las descargas de tierra, luego de las denuncias de los lugareños, quienes, frente a la presencia de los agentes señalaron que, cuando las descargas comenzaron, alertaron al dueño de esas propiedades que ese “tapón” era peligroso y podía causar algún problema.
Ministro confirma descargas de tierra
Rene Francis Merino Monroy, Ministro de la Defensa Nacional, confirmó este jueves 5 de noviembre, una semana después del deslave en Nejapa, la existencia de descargas de tierra en las laderas de la montaña, tal como los residentes de la zona denunciaron luego del deslave en Nejapa.
Sin profundizar en detalles, el funcionario dijo que encontraron esos puntos mientras realizaban tareas de remoción de rocas y escombros, producto del alud. Además, indicó que será labor de la Fiscalía General de la República determinar si dichas descargas de tierra y material de construcción estuvieron relacionados con la magnitud del deslave.
“Las investigaciones determinarán si en lo ocurrido en Nejapa hubo negligencia humana o si la tragedia fue producto de un fenómeno natural”, señaló. “Estamos realizando coordinaciones con el Ministerio de Medio Ambiente, División de Medio Ambiente de la PNC y Bomberos”, dijo el Fiscal General de la República, Raúl Melara, la mañana posterior al desastre, en relación a las investigaciones sobre las causas detrás del hecho.
Nueve personas murieron en el deslave de Nejapa y un hombre de 58 años, Miguel Maldonado, continúa desaparecido. Decenas de damnificados permanecen en los albergues de la zona y los cuerpos de socorro realizan evacuaciones preventivas en las comunidades aledañas a la zona del desastre, ante las constantes lluvias en El Salvador por la depresión tropical Eta.