El cultivo de tilapia se convirtió para María del Carmen Artero en la forma de generar ingresos económicos en su hogar, en momentos que las fuentes de trabajo para su esposo, José Eduardo Guzmán, decayeron en la hacienda La Labor, cantón Chipilapa, Ahuachapán, donde también residen.
La situación de la roya, entre otros problemas, ya no permitieron el cultivo de café; además de caña, que era el otro producto característico de la zona.
Para entonces, Artero no conocía sobre el manejo y cultivo de la tilapia; sin embargo, la organización no gubernamental Feed the Children, la capacitó junto a otros habitantes, y en conjunto construyeron en el patio de su vivienda, tres estanques en una área de treinta metros cuadrados, en total.
Todo en el marco de un programa de seguridad alimentaria que impulsa la entidad, de origen estadounidense.
“Este proyecto me llegó en gracia porque llenó una de las partes económicas que nosotros no la teníamos: trabajo en casa y en familia, que es lo principal. Iniciamos el proyecto en el 2015 y a la fecha aquí estamos trabajando, comiendo, y vendiendo también; supliendo una de las muchas necesidades que como comunidad tenemos. En este lugar han habido muchas pérdidas de trabajo y esto ha venido a caer en gracia en nuestra comunidad porque hay otras personas que están progresando a través de la tilapia”, contó la humilde mujer.
Artero siembra en cada estanque entre 200 y 225 tilapias, que al término de cuatro meses están listas para el consumo.
La libra tiene un valor de $1.50, y depende del tamaño de la tilapia que el cliente desee, así son las unidades que conforman dicho peso.
Pero las familias que se dedican a dicha ocupación cultivan, principalmente, para el consumo propio, ya que el proyecto lo que busca es garantizar la seguridad alimentaria.
El excedente es el que comercializan con el resto de la comunidad, tal como ocurrió el viernes anterior cuando realizaron una feria en el marco del Día Mundial de la Alimentación. El producto que pusieron a disposición fue el que donó la municipalidad hace un par de meses para su cultivo.
Tener dicha fuente de empleo es “una bendición” para la familia de Artero, ya que ante la falta de trabajo en la zona, muchas personas se ven obligadas a salir de la comunidad, principalmente a la capital, para emplearse.
Artero recordó que su esposo laboraba como “peón” de la hacienda; pero ahora se ha integrado al cultivo de la tilapia y, de vez en cuando, también hace trabajos en el área de la albañilería.
La vicepresidenta de la Asociación de Desarrollo Comunal Integral de Mujeres Emprendedoras (Adecime), Maura Díaz, expresó que en la comunidad son dieciocho familias las beneficiadas con el proyecto de tilapias y que entre los principales beneficios que tienen es que trabajan como grupo familiar.
“Ellas (las demás compañeras) han generado ingresos (y) han comido. Es satisfactorio cuando nos reunimos y nos pregunta el ingeniero (de Feed the Children) ‘¿cómo les ha ido?’ y las compañeras dicen ‘mire yo ya vendí diez libras’, ‘yo ya vendí veinte libras y me comí veinte’. Entonces uno dice, vaya está sirviendo el proyecto porque es la seguridad alimentaria lo principal y después, lo remanente, podemos vender y ayudamos a la familia”, expresó Díaz.
El técnico del proyecto por parte de Feed the Children, Ricardo Campos, señaló que la ventaja del consumo de carne de tilapia es que es proteína de origen animal y es rica en Omega 3, que permite que el niño supere algún grado de desnutrición que presente.
Indicó que el origen de la iniciativa se remonta al 2012 cuando se construyeron algunos estanques artesanales de tierra. Entre el 2015 y 2017, con ayuda de la cooperación de Taiwán, fueron construidos dieciocho estanques de cemento.