En medio de la cuarentena, Luis Monge, sociólogo de 60 años, recibió la noticia el sábado 18 de abril, con una llamada de su familia a las 2 p.m.: uno de sus cinco hijos, Misael, había muerto a sus 35 años en un accidente de tránsito, cuando un auto le hizo perder el control de su motocicleta y perdió la vida en el Bulevar Constitución.
Monge llevaba desde el 6 de abril esperando la respuesta a la prueba de COVID-19 que le habían hecho. Él no podía salir a acompañar el entierro de su hijo.
“Sentí impotencia, ¿qué podía hacer por mi hijo? Nada. Ya estaba muerto. ¿Qué hacer en ese cuarto encerrado? En medio del dolor, comenzar a llamar gente, y pedirles, todavía en shock, que me ayudaran”, cuenta hoy Monge, quien logró salir de la cuarentena ese mismo sábado.
Consiguió abandonar el centro de contención “después de hacer múltiples gestiones con la Procuraduría general, con la Procuraduría de Derechos Humanos, el diputado de Cambio Democrático y algunos de GANA y el Frente; finalmente procesaron la prueba, porque no lo habían hecho. Después de 12 días, como a las 7 de la noche de ese sábado 18 de abril, me llaman para decirme que mi resultado es negativo, y que va a proceder el alta. Eso se llama discrecionalidad. No puede ser que el país se siga administrando de esa manera. Ahí es donde veo la mayor injusticia”, critica.