Álvaro y Fernando, dos muertes repentinas ligadas al Covid-19

Uno de los pacientes fue ingresado cuando acudió a la clínica a pedir su medicina habitual; el otro sufrió un paro cardíaco

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En San Salvador, en el cementerio La Bermeja, en la zona de entierros con protocolo covid, las familias dolientes llegan a depositar flores a las tumbas, pero sin poder acercarse a ellas. Foto EDH / Archivo

Por Enrique Carranza

2021-11-03 6:00:18

Tras más de un año del deceso de sus parientes, dos familias aún tratan comprender cómo sus parientes quienes buscaron atención médica por otras causas fueron enterrados con protocolo covid-19. Ese protocolo ordena el inmediato entierro del paciente, sin espacio para la velación.

Una de esas familias es la de los Vásquez, y el pariente quien murió fue Álvaro.

Él tenía 40 años de edad y pasó los últimos meses de su vida recibiendo atención médica por complicaciones con la diabetes y de los bronquios; a mediado del año pasado falleció.

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“Por sus problemas de salud tenía un mes y medio incapacitado, el día que lo ingresaron solo había ido a traer medicamentos a la Unidad médica del Seguro de la colonia Atlacatl”, relató Marina, la viuda de Álvaro, tras depositar flores en su tumba.

Aquella mañana, cuando Álvaro se disponía a salir rumbo a la clínica, su esposa salió pocos minutos antes hacia su trabajo y le dijo “Gordo ya me voy, te veré más tarde”. Esas palabras resuenan en la memoria de Marina pues lo siguiente que supo de su esposo, al día siguiente, es que había fallecido.

“Nos avisaron que murió, y que su caso era sospechoso de covid-19. Murió así, de los más sin gracia”, recordó Marina.

En conversaciones habituales, Álvaro había pedido a su familia que tras su muerte quería un servicio fúnebre tradicional, con su respectiva velación, y no poder cumplir esa última petición causa pesar en Marina.

“Aún no se puede superar, por más que pase el tiempo, no lo vi la última vez”, lamenta la viuda.

Los Romero

Ana Gladis Romero llora la muerte de Fernando Alfredo del Cid, su esposo; quien falleció en febrero del año en curso.

Ella relató que era un día como cualquier otro en su casa, cuando su esposo “se quejó muy extraño y fuerte”, cayó al piso y en las horas siguientes su vida se apagó.

“Estaba sentado como de costumbre, jugaba con la gata, cuando escuchamos el ruido que él hizo pensamos que algo le pasaba a la gata, pero no, eran los lamentos de él”, relata Ana Gladis.

En aquel momento los hijos de la pareja buscaron el auxilio de policías, y estos les dijeron que debían trasladarlo al hospital, que ellos no podían hacer mucho por él.

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Por eso lo llevaron al hospital nacional Zacamil y allí murió.

Luego, la familia fue informada sobre la muerte de Fernando Alfredo a causa de un paro cardíaco, y que la misma podría estar relacionada a covid-19, por lo que debía ser enterrado con ese protocolo.

Ana Gladis recuerda que unos menos cinco meses antes su familia, incluido su esposo, padeció la mayor parte de los síntomas del nuevo coronavirus, pero lo superaron con la toma de los medicamentos entregados por el Ministerio de Salud.

Es más, el abuelo de ella misma, Carlos Martínez, de 84 años, falleció por las complicaciones de la enfermedad.

“Imaginamos que cuando padeció covid se le dañó el corazón, porque él era de lo más sano, no bebía o fumaba, hasta le gustaban los deportes, jugaba fútbol”, relata Ana Gladis.

Ella relata que fue Fernando Alfredo quien estuvo al pendiente de su abuelo en la etapa más grave del padecimiento, y considera que su muerte fue parte de las consecuencias.

Álvaro y Fernando fueron sepultados en la zona covid del cementerio La Bermeja, de la capital.