Restricciones en velorios y entierros de fallecidos por covid deben ser revisadas

El infectólogo Jorge Panameño sostiene que las medidas que se aplican deberían ser modificadas en favor de la salud mental de las personas que pierden seres queridos por este mal

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Lugar de entierro de personal sanitario en el cementerio La Bermeja. Foto EDH / Jessica Orellana

Por Susana Joma

2021-11-05 10:28:38

El dolor que pasan las familias de los fallecidos por covid-19, debido a que ni siquiera se les permite ver los rostros para tener la certeza de que están enterrando a sus seres queridos, es algo que para el doctor Jorge Panameño ya no tiene razón de ser, ni se justifica, a estas alturas de la pandemia, cuando hay más conocimiento técnico y científico sobre la forma de transmisión del virus SARS-CoV-2 causante del mal.

Panameño, infectólogo que trabaja en el sector privado, afirmó que en ese momento a nivel mundial ya se sabe que la transmisión principal es por vía aérea, y que también puede haber transmisión oral, por ejemplo la contaminación de aguas potables, que es una preocupación.

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Expone que la transmisión es generada directamente por el ser humano al momento de respirar, toser, hablar o gritar; en todo caso el mayor riesgo del cuerpo de alguien fallecido es que vaya a liberar secreciones corporales con partículas viables, pero eso es algo que se puede evitar envolviéndolo de manera que esté debidamente sellado, pero que se le puede dejar visible el rostro.

“No hay ninguna situación en la cual no se pueda dejar de fuera la cara del paciente para que se vea (mediante ventanilla de vidrio), si el paciente está en un contenedor bien sellado no hay manera de que salgan los virus, ya la persona no está respirando”, insiste.

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El infectólogo expone que toda la metodología con la que se está abordando la pandemia, incluyendo el protocolo definido para la manipulación, traslado y entierro de las víctimas de covid-19 debe ser revisado en el país, puesto que si bien hay medidas que se tomaron en abril 2020, cuando se desconocían muchas cosas sobre el virus, ahora ya resultan inexplicables.

Simplemente han quedado como algo repetitivo porque no se ha revisado el estado actual del conocimiento en la materia.

“Por la no actualización de los protocolos se está haciendo sufrir innecesariamente a la población”, asegura Panameño.

Zona de entierro de personas con Covid-19 en Colón. Foto EDH /Jessica Orellana

Y es que la misma Organización Mundial de la Salud (OMS), en su guía de “Prevención y control de infecciones para el manejo seguro de un cadáver en el contexto de la covid-19”, publicada en septiembre del 2020, ha recomendado que se permita ver el rostro de los fallecidos si esto es parte de las costumbres de los países y si la familia así lo requiere.

El especialista afirma que hasta el vecino Guatemala ha modificado recientemente todo lo relacionado con este tema, para hacer más humano y más digno el manejo de la situación, tanto para el fallecido como para los dolientes.

“Cuando no estamos seguros (como ocurrió en los inicios de la pandemia) se van a dar muchas conductas y protocolos, pero estos deben ser cambiados inmediatamente una vez que se tengan conocimientos técnicos, científicos al respecto, sobre todo en aquellas circunstancias que generan dolor a los familiares de las víctimas mortales de la enfermedad”, externa.

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Al hablar sobre los ritos funerarios, el doctor Panameño deja claro que es viable permitir ver a los fallecidos por covid-19, puesto que si el féretro está bien sellado no hay problema, toda vez se cumplan otras medidas de bioseguridad, por ejemplo que el número de personas que asista sea limitado, que use mascarilla, que mantengan distanciamiento social. Sostiene que lo mismo es válido para los entierros.

“Si el ataúd tiene un vidrio bien sellado, en donde se le pueda ver la cara al difunto ¿cuál es el problema biológico de riesgo ahí?, ninguno: claro que no se debe de dejar besarlo, ni abrazar, ni nada, pero estar ahí sí se puede, sin romper ningún protocolo de bioseguridad”, insiste.
Asegura que los casos de contagios que en algún momento se dieron en algunas velaciones no fue por algo que emanó de los cuerpos, sino porque entre los asistentes hubo algún asintomático.

Otros puntos que Panameño cuestiona sobre los protocolos vigentes en el país es el hecho de que los cuerpos sean conducidos por las calles con sirena abierta, custodiados por la policía, puesto que considera que ni siquiera durante la pandemia de influenza se vivió eso; además, de que en el entierro solo se permite que la gente observe de lejos y durante cinco a diez minutos el proceso, cuando bien pueden mantenerse a una distancia segura incluso haciendo algunos ritos previos, puesto que el virus no saldrá volando del cadáver.

Al galeno le parece algo inaudito que la gente no pueda rendir tributo a los muertos por covid-19 en forma digna, pero sobre todo que bajo pleno sol personas con trajes de protección personal nivel 3 tengan que estar llevando las flores a las tumbas, como ocurrió el Día de Difuntos, cuando este personal lo que debería estar haciendo es regulando la afluencia, verificando uso de mascarillas y que se guarde el distanciamiento entre asistentes.
La situación que están pasando las familias salvadoreñas con sus muertos por covid-19 le parecen a Panameño “una ingratitud” y le traen a la memoria lo que se vivió en los primeros años de la pandemia del VIH, o lo que la historia narra que vivió la gente durante la peste bubónica hace mil años, algo que a su criterio evidencia que no hemos evolucionado.

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“Hago un llamado a quien corresponda a actualizar los protocolos de manejo de cadáveres, de funerales y sepultura de personas fallecidas por la Covid-19, ya que de la forma que se está haciendo actualmente no tiene mayor utilidad en la bioseguridad y sí aumenta grandemente el sufrimiento de la población que ha perdido familiares, porque tiene que vivir el duelo, un proceso complicado que se empieza a vivir en ese momento y de la forma que se da realmente es nocivo para la salud mental de la población salvadoreña”, puntualiza.

La experiencia de Guatemala: un trato más humano

En octubre recién pasado las autoridades de Salud de Guatemala dieron aval a cambios en sus “Lineamientos para el manejo de cadáveres por COVID-19” y han flexibilizado algunos aspectos que favorecen a los familiares.

Si bien el Ministerio de Salud de ese país no permite que los dolientes participen en las tareas de embalaje de los cuerpos, sí permiten que los vean en caso que lo soliciten, bajo la condición de que no lo pueden tocarlo, ni besarlo; además deben mantenerse al menos un metro de distancia entre sí y el trabajador que se los muestra, al tiempo de guardar otras medidas de bioseguridad como el lavado de manos después de haber visto al difunto.

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Los empleados sanitarios de Guatemala han recibido la instrucción de dar explicaciones adecuadas a las familias, respetando su contexto cultural, deben equilibrar los derechos de la familia con los riesgos a exposición a la infección.

A diferencia de El Salvador, en donde incluso llevan al difunto en caravana con sirena abierta, en la nación vecina han optado por no usar trasporte especial, incluso solo utilizan un vehículo que está dedicado exclusivamente para el transporte de cadáveres de Covid-19. Las ambulancias solo se utilizan para trasladar pacientes.

Lo que sí tienen prohibido para evitar aglomeraciones son las velas y servicios religiosos en honor al fallecido.

A las familias de los fallecidos les tienen que notificar para que en el plazo de una hora realicen los trámites.

Solo pueden inhumar personas en los cementerios oficialmente autorizados, públicos, municipales y privados.

“Luego de una planificación conjunta, entre las autoridades y demás sectores involucrados, se recomienda que los cuerpos sean sepultados en espacios individuales, claramente delimitados y señalizados (marcadores, lápidas, cruces u otros indicadores de referencia. De esta manera se respeta mejor el contexto cultural y religioso; se dignifica a los fallecidos; y se facilita la trazabilidad de los cuerpos”.

Allá al funeral pueden asistir tres personas con traje especial y la ceremonia no debe durar más de 15 minutos.