El virus no se ha ido y no se cansa, aunque haya personas que sientan hartazgo de escuchar y leer sobre covid-19. Un buen ejemplo son las cuarentenas obligatorias que han hecho en los últimos días los gobiernos de China y Hong Kong, con miles de personas contagiadas por SARS-CoV-2, el virus que cambió al mundo desde diciembre de 2019 cuando apareció en Wuhan, China.
En El Salvador, el Gobierno decretó el 17 de marzo de 2020 una serie de disposiciones especiales que duraron hasta junio de ese año, mismas que dos años después todavía remecen la memoria de la población por el cierre abrupto del Aeropuerto Internacional Óscar Arnulfo Romero y de las fronteras terrestres, el confinamiento obligatorio en las viviendas, las calles desoladas en centros urbanos, el transporte público detenido, con visitantes (nacionales y extranjeros) llevados a centros de confinamiento.
Todo esto ante un virus que en ese momento era todavía un actor desconocido. Y, ante la falta de conocimiento, era el miedo el que gobernaba el ambiente.
Dos años después, ¿qué dicen los especialistas de cara al futuro?
La comunidad científica internacional concuerda en que la covid-19 apunta a quedarse como una enfermedad endémica, es decir, que convivirá con las personas y aparecerá con mayor fuerza en algunas épocas del año, como la influenza, dengue y otros males. Sin embargo, el fin de la pandemia como tal todavía está muy lejos.
El doctor Óscar Picardo Joao, director del Instituto de Ciencia, Tecnologìa e Innovación (ICTI) de la Universidad Francisco Gavidia, sostuvo que el país debería estar muy atento porque “estamos en un plano de movilidad bastante abierto, hay salvadoreños viajando. La probabilidad de que tengamos la presencia de ómicron evasivo en el país y que se pueda difundir rápidamente, sobre todo porque hay un millón de salvadoreños mayores de 6 años que no se han vacunado. Es un factor que de no lograrse tratar nos va a mantener en una especie de endemia, de prolongación de la enfermedad con pequeños brotes por aquí, por allá, donde estén esos no vacunados”.
Los cálculos sobre el comportamiento futuro evidencian que de cara a Semana Santa se podría llegar a 158,000 casos, dependiendo del comportamiento de la gente y medidas de bioseguridad que se apliquen en los sitios de conglomeración.
“Lo que nos vamos a acostumbrar a ver en los próximos meses es pequeños conatos, brotes de contagio, ya no esa preocupación masiva o de contagios tan grandes, sino de esas personas que van perdiendo la efectividad de vacunas, las personas no vacunadas y eso va a ir generando un comportamiento estable, pero sí, todo indica que vamos a estar con la enfermedad por un largo tiempo”, detalló Picardo.
El presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Ghebreyesus, dijo en enero de 2022 que para este año podría finalizar la etapa de emergencia de la pandemia a nivel global; pero esto no quiere decir que el virus ya se fue y que ya no hay ni habrá contagios.
No bajar la guardia
A pesar de esta realidad médica-científica de que el nuevo coronavirus persiste, en El Salvador la mayor parte de la población ha relajado las medidas de bioseguridad, como es notorio en buses, centros comerciales, restaurantes, bares y reuniones familiares.
En teoría, para ingresar a algunos lugares públicos (iglesias, escenarios deportivos, etc.) sus administradores deben exigir cartilla de vacunación con dos dosis y portación de mascarilla, pero esto ha quedado en el olvido en los últimos meses.
Desde el inicio de la pandemia a finales de 2019 y hasta el 14 de marzo pasado, se acumulan a nivel mundial 6.05 millones de muertes producidas por la covid-19, según la plataforma de vigilancia pandémica Nuestro Mundo en Datos (Our World in Data), administrado por la Universidad de Oxford.
Hasta el 16 de marzo de 2022, el Ministerio de Salud reportó 4,104 muertes por covid-19. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Tübingen (Alemania), estos datos son poco confiables y, según proyecciones internacionales, el número de fallecidos por el nuevo coronavirus en El Salvador es mucho más alto, alrededor de 20,000.
Una luz de esperanza es que los síntomas de la variante ahora dominante, la ómicron, son más leves que las anteriores, así como su mortalidad. Sin embargo, el SARS-CoV-2 ya mostró tener una alta capacidad de adaptación y mutabilidad. Y no se cansa, aunque haya personas agotadas de regresar por su mascarilla cuando la dejaron olvidada.