Tras 17 meses sin casos de covid, El Rosario en alerta por 136 contagios

El municipio de Morazán estuvo sin coronavirus desde el inicio de la pandemia en El Salvador por casi año y medio. En agosto de 2021, un tamizaje descubrió nuevos casos y ahora ocupa el cuarto lugar con mayor número de positivos en todo el departamento. La vida de 1,800 personas cambió de la tranquilidad hacia la incertidumbre

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Foto EDH/ Yessica Hompanera

Por Yessica Hompanera

2021-10-02 9:20:58

Gerson Orellana tenía 47 años cuando perdió la lucha contra el COVID-19. Su muerte conmocionó al tranquilo y remoto pueblo de El Rosario, al norte de Morazán. El día que la caravana del protocolo llegó con su ataúd, sus amigos y familiares salieron a las puertas de sus casas para verlo pasar y darle el último adiós; el silencio se interrumpió por las campanas de la iglesia que anunciaban el luto. Fue uno de los cinco entierros, en esa localidad, en las últimas semanas.

Él estudió hasta Tercer Grado y dedicó, casi toda su vida, a ser cobrador de la ruta 332D, que hace su recorrido desde este pueblo hasta San Miguel. Las oportunidades laborales, en el municipio, son reducidas, pero obtuvo un puesto como ayudante del bus a los 17 años y a los 19 tomó la responsabilidad de cobrador. Su hermana, Dalia, comentó que fue un trabajo que disfrutó hasta el último día. “Era contento, bromista y honesto. Nadie tenía resentimientos con él. No pensamos que ya no lo volveríamos a ver”, dice Dalia entre lágrimas.

A las 9:00 de la noche, del 25 de agosto, Gerson se sentía cansado, le costaba respirar y era urgente sacarlo del pueblo para llevarlo hasta el hospital de San Francisco Gotera, ubicado a 22 kilómetros, los cuales se recorren en no menos de 45 minutos. Loida Claros, alcaldesa de la localidad, explicó que el municipio cuenta con una ambulancia que fue donada por el FISDL, pero que esa noche no estaba en el pueblo porque la comparten con varios municipios de Morazán y es administrada por el Sistema Básico de Salud Integral (SIBASI). “Cuando le dijimos que era un paciente con COVID-19, como que no les gustó”, dijo Claros, quien es enfermera de profesión desde hace 39 años.

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Foto EDH/ Yessica Hompanera

Al no tener una respuesta, los parientes de Gerson consiguieron un carro particular y un tanque de oxígeno que los ayudaría a mantenerlo estable durante el trayecto. Seis kilómetros adelante, el oxígeno se les acabó y el miedo de que perdiera la vida se volvió más real. El vehículo aceleró y logró llegar a tiempo al hospital donde lo estabilizaron. Estaba tan grave que fue remitido esa misma noche al Seguro Social en San Miguel, en donde murió 18 días después.

Un caso similar vivieron otros cinco pacientes, que no tuvieron acceso a una ambulancia y que la misma comuna, junto con familiares, velaron por intentar salvarles la vida; tres de estas personas fueron ingresados en el hospital El Salvador, en donde uno no logró sobrevivir y fue enterrado días después que Gerson.

Las autoridades aseguran que el transporte público fue uno de los focos de infección de muchos de sus habitantes. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Él no tenía ninguna vacuna contra el COVID-19 y sufría de diabetes. Se dio cuenta que tenía el virus luego de realizarse una prueba en un laboratorio privado, en San Francisco Gotera, que le costó $30; al conocer la noticia se aisló y una sobrina, que es enfermera, ayudó a darle el tratamiento gubernamental. El único tamizaje que se realizó en el pueblo, por parte del ministerio de Salud, en lo que va de la pandemia, fue el 28 de agosto, luego de que casos como el de Gerson se conocieran y tras la presión que la alcaldesa hizo al gobierno a través de llamadas telefónicas.

“La gente se confió. Se hizo una campaña para que la gente evitara salir de sus casas a menos que fuera necesario, usar la mascarilla y yo creo que por ahí hubo alguna falla. Cuando nos dimos cuenta, el virus ya ha pasado varios días en el pueblo. La acción que hicimos (de llamar para el tamizaje) y detectar los casos fue correcta porque de no hacerlo ya tendríamos más defunciones”, dice la edil, quien no tiene otro recurso que la intuición para determinar que, en el pueblo, ronda la variante Delta. Se han suspendido todos los eventos deportivos, sociales y religiosos.

José Otoniel, un agricultor de 70 años, puede decir que sobrevivió al COVID-19. Foto EDH/ Yessica Hompanera

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Once estudiantes y tres docentes

Tres días después del tamizaje, los resultados eran alarmantes para la edil y el resto de autoridades del pueblo. Fueron 136 casos confirmados, que se sumaban a otros 50 detectados en laboratorios privados, de esos resaltaron 11 estudiantes, de entre 12 y 16 años de edad, y tres docentes del centro escolar del pueblo, los cuales fueron enviados a cuarentena. Según las estadísticas del gobierno, El Rosario ocupa el cuarto lugar por contagios, seguido de Corinto, Jocoro y San Francisco Gotera, municipios ubicados al sur del departamento de Morazán.

Los padres de familia decidieron no enviar a sus hijos sanos a las clases presenciales. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Una fuente interna de la escuela, quien no quiso identificarse por temor a represalias de parte del Ministerio de Educación, dijo que al conocer sobre la crisis entraron en alerta y, por ende, los padres de familia decidieron no enviar a sus hijos sanos a las clases presenciales. “Antes de las pruebas, teníamos un 95% de asistencia de estudiantes, pero se redujo en un 10%, porque los padres tenían mucho temor”, comentó.

“Con la aplicación de las medidas de bioseguridad que tenemos, no logramos identificar ningún síntoma y fue eso que provocó que más estudiantes y maestros se contagiaran. Otro elemento que se dio y afecto el municipio fue el transporte, eventos deportivos; son momentos propicios de contagios. Hemos llegado a lamentar dos pérdidas en el pueblo”, dijo. Ante la posibilidad de la suspensión de clases, él explica que hay opiniones encontradas en los docentes, porque hay unos que piensan que “la labor de enseñar es muy valiosa, pero es igual de valiosa que cuidar la salud de nuestra familia”.

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Los únicos que entran

Para los rosarinos no fue fácil enfrentarse a su realidad. El miedo y la preocupación de ser el siguiente foco de infección se colmó en algunos de ellos. Se preguntaron: ¿Cómo un pueblo alejado tenía tantos casos y dos fallecidos? Para entrar a El Rosario solo hay un camino de tierra, 10 kilómetros adentro, después de dejar la carretera principal que cruza todo Morazán. Los únicos que llegan ahí son los repartidores de productos, escasamente turistas y los mismos pobladores que, según el último censo realizado en 2007, son un aproximado de 1,800.

Durante la cuarentena se convirtió en uno de los pueblos del país libres del virus. Foto EDH/ Yessica Hompanera

La alcaldesa explicó que uno de los focos de infección fue el transporte público, que traía a los pasajeros desde los pueblos comerciales como San Francisco Gotera, pasando por Osicala y Jocoaitique. Durante la cuarentena se convirtió en uno de los pueblos del país libres del virus y después de que todo se normalizó, el pueblo siguió implementando las medidas de protección. El primero se reportó en junio de 2020 y, al finalizar el año, solo 47 personas estaban infectadas.

José Otoniel, un agricultor de 70 años, puede decir que sobrevivió al COVID-19. Él se dio cuenta que tenía el virus luego del tamizaje y fue de los primeros del pueblo en tener su esquema de vacunación completo. “A raíz del virus, uno no queda tan bien que se diga y he hablado con otros del pueblo, que lo mismo me dicen. Las secuelas son las más críticas, pero estamos saliendo para retomar la vida”, dice mientras se acomoda en una silla frente a la puerta del corredor de su casa.