Alejandro Ponce concluye finalmente su cuarentena domiciliar obligatoria. Dice sentirse feliz, pero también cansado por lo tuvo que vivir durante los últimos 95 días. Ese largo tiempo estuvo marcado por la desesperación, incertidumbre, miedo, discriminación y soledad.
Este salvadoreño considera que gran parte de la responsabilidad es del Gobierno de El Salvador por todas las irregularidades, negligencias e improvisaciones que hubo en el proceso de repatriación desde el día que quedó varado hasta ahora. Además, lamenta que el mismo calvario que él vivió se repite con cada uno de los varados que aún están alrededor del mundo y quienes no saben cuándo regresarán con los suyos.
“Hay historias bien tristes, familias enteras que no saben qué hacer, padres que han dejado a sus hijos aquí en el país y ellos están sufriendo en otro. El Gobierno no hace nada, no da información y todo es más frustrante por la incertidumbre”, dice Alejandro.
La odisea de Alejandro empezó el 16 de marzo pasado, cuando quedó varado en Nicaragua. Viajó al país por motivo laboral, y el día 17 El Salvador cerró el aeropuerto. Desde entonces, muchos no pudieron retornar.
La travesía de Alejandro tiene tres etapas:
16 de marzo al 15 de mayo (61 días)
Durante estos 48 días estuvo en la casa de amigos en Nicaragua, fue una de las principales ventajas porque no tuvo que pagar alojamiento. Sin embargo, todos los gastos de alimentación y demás dependían de sus ingresos. Además, también siguió aportando para los gastos de su esposa y su niña de dos años en El Salvador.
“El dinero se me acabó, me mantuve con mis ahorros. Me ofrecieron una gift card, pero no me la dieron”, comenta.
En este tiempo mantuvo comunicaciones con personal de la embajada salvadoreña, pero nunca le dieron información sobre su regreso o el proceso que debía de seguir para retornar. La única indicación que recibió fue la de completar dos formularios que estaban en la página del ministerio de Relaciones Exteriores y que se supone serviría para tener un base de datos de cuántos salvadoreños estaban varados alrededor del mundo, cifra que hasta el momento se desconoce.
Tanto para Alejandro como para muchos salvadoreños más, pareció una luz de esperanza cuando el 20 de marzo Cancillería abrió el Centro de Operaciones para la Asistencia Consular Remota, cuyo objetivo era “localizar y brindar una pronta asistencia consular a compatriotas en otras naciones que tienen dificultades para retornar al país”, informó en un comunicado la cartera de Estado.
Alejandro asegura que en ningún momento le informaron sobre su proceso, esto a pesar de tener contactos de personas que trabajan en la embajada. “Lo único que me decían era ‘tengan paciencia, estamos trabajando en ello, estamos viendo de qué manera los sacamos’, esto era repetitivo y sin ver frutos reales”, relata.
A esta incertidumbre se sumaba la falta de información respecto al plan de repatriación de los varados.
En este periodo la embajadora salvadoreña en Nicaragua era Sara Martínez, pero en ese momento se les informó que ella se iba de vacaciones. “¿Cómo la embajadora se va de vacaciones durante dos meses en plena pandemia?”, cuestiona Alejandro.
Sin embargo, desde entonces Martínez no volvió a ejercer sus funciones y el 15 de junio el presidente Nayib Bukele nombró a Hugo Merino como nuevo embajador en Nicaragua.
“El 23 de marzo a mí me dieron el nombre y número de él (Hugo Merino) como embajador en Nicaragua. A Sara Martínez la destituyeron de su cargo en esos días y a nosotros nos dijeron que ella se iba de vacaciones. Él nunca hizo ni dijo nada, yo le escribí y nunca me contestó”, relata Alejandro.