Bitácora de un varado: Alejandro y su odisea de 95 días entre Nicaragua y un centro de cuarentena

Alejandro finaliza su cuarentena domiciliar después de pasar meses en Nicaragua, un viaje de más de 27 horas para regresar a El Salvador y a punto de ser infectado de COVID -19 en el centro de contención. Este es su relato.

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Alejandro Ponce, salvadoreño que estuvo varado en Nicaragua. Foto Cortesía

Por Nancy Hernández

2020-06-18 4:16:41

Alejandro Ponce concluye finalmente su cuarentena domiciliar obligatoria. Dice sentirse feliz, pero también cansado por lo tuvo que vivir durante los últimos 95 días. Ese largo tiempo estuvo marcado por la desesperación, incertidumbre, miedo, discriminación y soledad.

Este salvadoreño considera que gran parte de la responsabilidad es del Gobierno de El Salvador por todas las irregularidades, negligencias e improvisaciones que hubo en el proceso de repatriación desde el día que quedó varado hasta ahora. Además, lamenta que el mismo calvario que él vivió se repite con cada uno de los varados que aún están alrededor del mundo y quienes no saben cuándo regresarán con los suyos.

“Hay historias bien tristes, familias enteras que no saben qué hacer, padres que han dejado a sus hijos aquí en el país y ellos están sufriendo en otro. El Gobierno no hace nada, no da información y todo es más frustrante por la incertidumbre”, dice Alejandro.

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La odisea de Alejandro empezó el 16 de marzo pasado, cuando quedó varado en Nicaragua. Viajó al país por motivo laboral, y el día 17 El Salvador cerró el aeropuerto. Desde entonces, muchos no pudieron retornar.

La travesía de Alejandro tiene tres etapas:

16 de marzo al 15 de mayo (61 días)

Durante estos 48 días estuvo en la casa de amigos en Nicaragua, fue una de las principales ventajas porque no tuvo que pagar alojamiento. Sin embargo, todos los gastos de alimentación y demás dependían de sus ingresos. Además, también siguió aportando para los gastos de su esposa y su niña de dos años en El Salvador.

“El dinero se me acabó, me mantuve con mis ahorros. Me ofrecieron una gift card, pero no me la dieron”, comenta.

En este tiempo mantuvo comunicaciones con personal de la embajada salvadoreña, pero nunca le dieron información sobre su regreso o el proceso que debía de seguir para retornar. La única indicación que recibió fue la de completar dos formularios que estaban en la página del ministerio de Relaciones Exteriores y que se supone serviría para tener un base de datos de cuántos salvadoreños estaban varados alrededor del mundo, cifra que hasta el momento se desconoce.

Tanto para Alejandro como para muchos salvadoreños más, pareció una luz de esperanza cuando el 20 de marzo Cancillería abrió el Centro de Operaciones para la Asistencia Consular Remota, cuyo objetivo era “localizar y brindar una pronta asistencia consular a compatriotas en otras naciones que tienen dificultades para retornar al país”, informó en un comunicado la cartera de Estado.

Alejandro asegura que en ningún momento le informaron sobre su proceso, esto a pesar de tener contactos de personas que trabajan en la embajada. “Lo único que me decían era ‘tengan paciencia, estamos trabajando en ello, estamos viendo de qué manera los sacamos’, esto era repetitivo y sin ver frutos reales”, relata.

A esta incertidumbre se sumaba la falta de información respecto al plan de repatriación de los varados.

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En este periodo la embajadora salvadoreña en Nicaragua era Sara Martínez, pero en ese momento se les informó que ella se iba de vacaciones. “¿Cómo la embajadora se va de vacaciones durante dos meses en plena pandemia?”, cuestiona Alejandro.

Sin embargo, desde entonces Martínez no volvió a ejercer sus funciones y el 15 de junio el presidente Nayib Bukele nombró a Hugo Merino como nuevo embajador en Nicaragua.

“El 23 de marzo a mí me dieron el nombre y número de él (Hugo Merino) como embajador en Nicaragua. A Sara Martínez la destituyeron de su cargo en esos días y a nosotros nos dijeron que ella se iba de vacaciones. Él nunca hizo ni dijo nada, yo le escribí y nunca me contestó”, relata Alejandro.

Nombramiento de Hugo Merino como embajador de Nicaragua. Foto: Presidencia

Asegura que esta fue una de las primeras irregularidades que ocurrieron en el proceso. De forma esporádica, quien contestaba los mensajes era Fidel Argueta Benitez, jefe de misión.

El retorno, más de 27 horas de viaje en bus (15 al 16 de mayo)

“Un día antes de salir me llamaron a las 12 del mediodía, me dijeron que llenara la salida de Honduras y llegara a la embajada a las 4:00 de la mañana y que debía pagar el bus que valía $45”.

Alejandro veía más cerca el retorno a territorio salvadoreño, pero nunca se imaginó el calvario que viviría durante las próximas 27 horas.

Cuando llegó a la embajada encontró a otros salvadoreños que también esperaban el transporte para retornar a El Salvador, y en el lugar lo único que le dieron fue un par de guantes. El grupo era de 41 personas entre hombres, mujeres embarazadas, ancianos, niños, incluyendo bebés.

Tanto él como los demás esperaban a que se respetaran las medidas sanitarias, sobre todo el distanciamiento porque desconocían si en el grupo viajaba alguna persona infectada con COVID -19.

“Sólo llegó un bus y ese bus con 50 personas está topadísimo. Nosotros fuimos a la par, sin distanciamiento… Yo vi los ojos de todos y a todos nos dio miedo, nos dio terror, pero no teníamos otra opción”, narró.

Antes de llegar a la frontera con Honduras había un retén donde les pidieron los resultados de prueba de Covid-19 porque era un requisito para ingresar, esto ocurrió a las 7:00 de la mañana.

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“Fue ahí que comenzó nuestro largo padecer desde las 7:00 de la mañana a las 7:00 de la noche que logramos pasar la frontera”, dice Alejandro.

Considera que el viaje solo fue otra muestra de la improvisación de las autoridades, pues de existir un acuerdo diplomático entre los países tendrían que haber hecho la prueba antes para que no estuvieran retenidos durante más de 12 horas, sobre todo cuando la mayoría de personas eran embarazadas y adultas mayores con padecimientos crónicos.

“Estuvimos todo el día bajo el sol de Nicaragua, una zona súper árida y peligrosa. No nos dieron comida y ni agua, era preocupante por los señores que tenían sus padecimientos. Yo siento que hubo mucha negligencia, no hubo logística, todo fue improvisado”, cuenta.

En el viaje fueron acompañados por una persona de la embajada salvadoreña en Nicaragua, pero no estaba al tanto de los procedimientos que se iban a llevar a cabo. Después de esperar todo el día a las 7:00 de la noche les informaron que tenían el permiso de ingresar, muchos pensaron en lo peligroso del camino, pero para el grupo de varados salvadoreños era preferible arriesgarse y llegar a El Salvador en la madrugada que quedarse en Nicaragua y esperar un mes más para ser repatriados.

En Honduras fueron recibidos por el embajador y acompañados hasta la frontera de El Amatillo.

“El show de la canciller fue hermoso, dijo que somos cachimbones”

“Cuando llegamos a la frontera cansados, algunos sin poder dormir bien o sin dormir nada, vemos que se sube al bus la Canciller gritando: ‘¡Somos cachimbones! ¡Los hemos esperado y no he dormido, somos cachimbones! El presidente no ha dormido esperando su llegada’, fue todo un show.

“Me parece una ofensa que después de abandonarnos tanto tiempo, de un viaje de más de 27 horas por su mala gestión y arriesgando la vida de personas con enfermedades crónicas nos dijera que no había dormido por estarnos esperando. El aparataje fue hermoso, ella con su equipo de foto y video, hasta uno de ellos editando los videos ahí mismo para mandarlos. Ella buscó hablar con la gente para tener bonitas fotos, la gente más vulnerable y que sabía que no le reclamaría nada”, dice indignado Alejandro.

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Después del discurso de la ministra Alexandra Hill Tinoco, les dieron comida y tomaron la temperatura. También los hicieron firmar un documento donde se comprometían hacer cuarentena por 30 días, cuando por decreto ejecutivo ya se había establecido que serían solo 15 días.

“Nos hicieron firmar un documento por 30 días y cuando llegamos al hotel otro por 15 días, bien raro y poco coordinado”, dice.

Alejandro estuvo en Managua desde el 11 de marzo, y durante ese tiempo no recibió ningún tipo de información sobre su repatriación. Foto Cortesía

Cuarentena en un centro de contención (16 al 25 de mayo)

Una vez en El Salvador, Alejandro fue llevado a un hotel de Santa Elena para cumplir cuarentena. Ahí compartió la habitación con tres personas más y estuvo a punto de ser contagiado con COVID -19.

“Creímos que nos darían una habitación individual, pero en mi caso la compartí con tres personas más. Una de ellas salió positivo a la primera prueba y nosotros sin saberlo. El caso fue que nos hicieron la primera prueba y nunca nos dieron el resultado. Nosotros preguntábamos y nos decían que teníamos que esperar”, relató.

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Asegura que tres doctores le explicaron que los resultados no son entregados a las personas que están en los centros de contención y tampoco a los trabajadores de salud y que durante la emergencia se han acostumbrado a asumir que no tienen el virus mientras no sean llamados para notificarles lo contrario.

“Me explicaron que no dan los resultados para no crear miedo, pero a mí me saldría mucho más fácil asimilar que me dijeran que soy positivo, que me digan que soy asintomático o voy a presentar síntomas en algún momento, yo prefiero la transparencia del proceso a estar con la incertidumbre”, argumenta.

La incertidumbre del contagio, segundo centro de contención (25 de mayo al 3 de junio)

Días después de haberle hecho la prueba fue trasladado a otro centro de contención, esta vez no compartió la habitación. Ahí se dio cuenta que ese hotel estaba designado para personas consideradas como nexos epidemiológicos y uno de sus compañeros anteriores dio positivo a la prueba.

“¿Te imaginas cómo se siente saber que una de las personas con las que compartiste habitación es positivo de COVID- 19? En algún momento me dio dolor de garganta, sentía que tenía Covid… era tan feo que yo me tocaba y decía que tenía fiebre y nada que ver porque cada vez que llegaban (los médicos) mi temperatura era de 35, 36 o 37 grados”.

Alejandro cuestiona la falta de información que hubo en el momento y cree que es una irresponsabilidad de parte de Salud y el Gobierno no dar la información pertinente para “dar la seguridad a la gente”.

Un día antes de llegar al segundo hotel las personas que viajaron junto con él fueron mandados a sus casas y él se quedó en observación hasta el 3 junio. En este tiempo le hicieron dos pruebas más en el centro de contención, la última fue el sábado 30 de mayo.

Cuarentena domiciliar (3 al 18 de junio)

Alejandro termina su cuarentena domiciliar este 18 de junio, han pasado 15 días desde que salió del segundo centro de contención. Ninguno de los tres resultados de la prueba le fue entregado, asume que fueron negativos.

“Cuando salí me dijeron que me vendría alguien del Minsal a darme seguimiento, a examinarme, hasta el momento no ha venido nadie”, enfatiza.

Sin embargo, dice sentirse seguro de no tener el virus pero lamenta lo tedioso de todo el proceso y que desde su estadía en Nicaragua como varado sufrió discriminación, incluso de sus propios amigos, por miedo a que estuviera contagiado.

“La mentalidad de la gente no ha cambiado, hay ataques de eso contra los varados. Nos dicen que nos quedemos donde estamos porque vamos a regresar a contagiar a la gente de acá y no es justo”, concluyó.

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Manifiesta que la historia y calvario que él vivió a lo largo de estos 95 días se repite con cada uno de los varados, considera que hay historias mucho más tristes que la suya y son reflejo del abandono del Gobierno de El Salvador a los miles de connacionales que a causa de la emergencia sanitaria se quedaron en territorio extranjero.


Alejandro hace un llamado a la ministra Hill Tinoco a trabajar por resolver el problema de los salvadoreños varados:

Carta de un varado a la Canciller de la República

Alejandro Ponce,

A día de hoy El Salvador tiene miles de salvadoreños que a diario tienen que despertar sin su familia, sin su gente.

Canciller, mucho podemos hablar sobre temas humanitarios, violación a DDHH, sin embargo, ya estamos y/o estuvimos varados. Quiero hablar sobre la poca o nula ayuda por parte de su cartera de gobierno. Tanto en alimentación, medicamentos, alojamientos, todo eso y más nunca ha llegado o ha sido insuficiente. Tenemos casos impresionantes en los que la misma sociedad civil e incluso empresas privadas han aportado de manera efectiva para solventar e intentar ayudar a nuestros compatriotas.

No pedimos mucho, sólo pedimos poder regresar, que los miles en Estados Unidos y en el resto del mundo puedan estar con su familias lo antes posible. Nos han politizado, estigmatizado y mentido sin reparos. Queremos soluciones reales, planes concretos y una planificación con fundamentos. Han bloqueado comunicación entre varados y embajadas, no hay seguimientos ni siquiera responder el teléfono en muchos casos.

Ha sido difícil, retador e incluso emocionalmente nocivo el no tener a los nuestros durante UNA PANDEMIA, cuando más tenemos que cuidarnos y estar juntos. Entre los varados también hemos tenido que llorar familiares a kilómetros de distancia.

Señora Hill, hoy me dirijo a usted no teniendo fe como usted nos ha pedido, sino exigiendo que se nos respete, nos sentimos frustrados y tenemos derecho a estarlo, queremos respuestas y sólo encontramos “estamos trabajando en ello”.

Ya basta de ser un país encerrado en ideologías mucho más en temas humanitarios, queremos acciones claras y no descansaremos hasta que cada varado esté vuelta con sus familias.

Que la “labor titánica” sea más que un permiso de tránsito y cinco cámaras al tocar tierra salvadoreña.