"Siento que los niños nos dan amor, ellos son la razón de ser de la escuela”: profesor en Morazán alista el regreso a clases

Luis Colato, director y profesor del Centro Escolar caserío La Joya, en el cantón Las Tijeretas, en Torola, Morazán ,viaja hasta cuatro horas y media para llegar a este lugar fronterizo con Honduras. Durante la semana duerme en una hamaca que ha colocado en una habitación que renta al lado de la escuela.

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Su carrera como maestro la inició en 1989. Ahora, a sus 53 años, la pandemia de COVID 19 le impuso el mayor reto de su vida para enseñar. “Ahorita las escuelas no tienen vida, no hay alumnos, no hay maestros. Estamos nosotros, pero nosotros no somos la base, ellos son la razón de ser de la escuela”, dice el profesor. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Por Eduardo Alvarenga

2021-03-28 9:30:01

Al final de El Salvador, en la frontera con Honduras, está La Joya, un pequeño caserío del cantón Las Tijeretas, en el municipio de Torola, Morazán. En este recóndito lugar, el profesor Luis Colato lleva 15 de sus 32 años de docencia enseñando a varias generaciones.

Su carrera como maestro la inició en 1989. Ahora, a sus 53 años, la pandemia de COVID 19 le impuso el mayor reto de su vida para enseñar. “Ahorita las escuelas no tienen vida, no hay alumnos, no hay maestros. Estamos nosotros, pero nosotros no somos la base, ellos son la razón de ser de la escuela”, dice el profesor.

En la frontera El Salvador - Honduras está el pequeño caserío La Joya, en el municipio de Torola, Morazán. En este recóndito lugar, el profesor Luis Colato se alista con emoción y vocación para el regreso a las aulas después de más de un año de ausencia a causa del COVID-19. Video: Eduardo Alvarenga.

Pero ese vacío que describe, empezará a cambiar a partir de la próxima semana, cuando los alumnos regresen a las aulas.

Según el profesor, y también director de esta escuela, él y su otra compañera darán clases todos los días, debido a que impartirán por bloques de no más de 15 niños.

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“La jornada será de una hora y media. Servirá para aclarar dudas y explicar algunos temas a los niños, pero luego de eso regresarán a sus casas para trabajar las guías. No habrá recreos para evitar contactos entre niños”, explica Colato.

El sacrificio de enseñar en La Joya

El profesor es originario de San Miguel, pero en su casa solo pasa de viernes por la noche a domingo en la mañana. Cada domingo por la tarde debe tomar el autobús que va hacia Torola en San Francisco Gotera, a Las Tijeretas llega al anochecer.

Colato recorre hasta cuatro horas y media en autobús para llegar a su lugar de trabajo, en ocasiones el profesor debe caminar desde el cantón hasta el pueblo unos 5 kilómetros, debido a que el transporte en el lugar es deficiente.

Para Colato la vuelta de los alumnos a la escuela representa una gran motivación. “Mi pasión por los niños es que siento que son mi razón de ser, siento que en alguna medida los niños nos dan amor, nos hacen sentir vivos. Y ellos son la razón de ser de la escuela”, asegura el docente.

“El niño de los 100 teléfonos”

A un año del inicio de la pandemia, Colato recuerda con una gran emotividad todo ese tiempo. “Al inicio no fue fácil, los estudiantes no tenían teléfonos inteligentes, es más, algunos no tenían energía eléctrica, por otro lado, no cuentan con el internet para poder trabajarlo”, explica el profesor.

Uno de esos alumnos cuyos padres no tenían ningún teléfono es Francis Noel Barahona, de 14 años, quien el año pasado cursó sexto grado. Los primeros días, Colato envió las guías a sus alumnos por medio de fotos debido a las restricciones de movilidad. De Francis no supo nada porque sus padres no tenían teléfono celular. Ninguno de ellos sabe si quiera leer o escribir.

Francis Barahona es uno de los mejores alumnos del profesor Colato, él se caracteriza por su responsabilidad y su dedicación al aprender a pesar de las dificultades tecnológicas y económicas, en la foto aparece con sus padres, ninguno de ellos sabe si quiera leer o escribir. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Colato describe al pequeño como un niño muy aplicado y pidió a otro de sus alumnos que le hiciera llegar las guías. Francis las recibió y cumplía siempre con todas las tareas, pero las fotos de los ejercicios resueltos los enviaba siempre desde un número distinto. “El niño de los 100 teléfonos”, le apodó el profesor.

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“Me tocaba que ir a pedir prestado (el teléfono) para poder enviar las guías. A veces iba donde unos compañeros o donde una tía”, explica el niño.

Sorprendido por ese empeño, Colato contó esa historia en espacio de capacitaciones de Contextos, una organización no gubernamental que les asiste impartiendo talleres al cuerpo de docentes. De allí, un buen samaritano donó un teléfono para el menor.

Problemas de conectividad

Tanto Francis, como otros alumnos del profesor Colato, se enfrentan con el débil acceso a internet en el caserío La Joya, debido a que el terrenos es montañoso.

En casas como la de Francis, solo reciben señal de empresas hondureñas. A pesar de que esperan con ansias las computadoras ofrecidas por el gobierno, sabe que este problema no cambiará.

Colato envió las guías a sus alumnos por medio de fotos debido a las restricciones de movilidad. De Francis no supo nada porque sus padres no tenían teléfono celular. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Para poder hacer uso del teléfono donado, Francis sube una loma pegada a su casa para poder tener conectividad.

Un profesor de vocación
Al profesor Colato, historias como la de su aplicado alumno Francis no dejan de traerle a su memoria su propia historia.

El profesor Luis Colato lleva 15 de sus 32 años de docencia enseñando a varias generaciones. Todas las semanas, el profesor Colato cambia su casa en San Miguel por un pequeño cuarto en La Joya. Allí duerme en una hamaca. Foto EDH/ Yessica Hompanera

“Mi mamá vendía fruta y no me podía pagar un (instituto tecnológico), entonces en ese momento se me truncó ser docente. Al instituto entré con beca porque en aquel tiempo se pagaba, pero después mi mamá, con sus esfuerzos, me inscribió en una universidad privada. Por la guerra, no podía entrar a la (universidad) nacional”, recuerda.

El profesor espera que pronto, con el reinicio de las clases la escuela vuelva a tener vida como antes.